El líder… y los mercaderes en el templo

El Líder

Un individuo crece con una idea de justicia. Imagina en sus mejores sueños una situación perfecta donde la justicia impera. Se pone en movimiento para acometer su causa, va en busca de su objetivo. Su sueño es cambiar el orden de las cosas: que no haya hambre y desigualdad, que todos estudien y tengan tiempo para desarrollar su inteligencia, que cada quién trabaje en beneficio de todos y reciba lo necesario para ser libre de cuerpo y mente. Su gran sueño es hacer la revolución social. Trata de convencer a otros como él para que lo acompañen. Les explica su plan. Coinciden y entre todos buscan la manera de persuadir a muchos más. La idea de la revolución es justa. La conducta de sus impulsadores es correcta. Sus palabras son honestas. Y así muchos son cautivados y estimulados a luchar por una causa justa. El ejemplo de sus líderes es inspirador.

El Che Guevara nos cuenta (Cuenta en la carta enviada a Carlos Quijano desde Argel... "La tesis expuesta está destinada a provocar debates"…) "que "Un grupo de jóvenes dirigidos por Fidel Castro atacó la madrugada del 26 de julio de 1956 al Cuartel Moncada, en la provincia de Oriente (en Cuba). El ataque fue un fracaso, el fracaso se transformó en desastre y los sobrevivientes fueron a parar a la cárcel, para reiniciar, luego de ser amnistiados, la lucha revolucionaria".

Así comienza la historia de un líder revolucionario. "En este momento (continúa) el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba… de su capacidad de acción dependía el triunfo o fracaso del hecho encomendado". Es decir que la acción de estas individualidades, de estos hombres -cada quién con nombre y apellido- entonces se sostiene por un esfuerzo interior, por un ideal de justicia, de un sueño y no de fuerzas externas. Sólo quedaba convocar al pueblo a que los acompañaran a la lucha.

El líder discute con él sus planes de revolución y paso a paso va cambiando y contagiando con su fuerza y entusiasmo, el estado de ánimo y la consciencia de las gentes a favor de sus ideas de cambio y justicia. Creando las "condiciones subjetivas", las condiciones espirituales para la eventual victoria de la revolución socialista. Nos dice el Che en su "El hombre y socialismo en Cuba" que, en la actitud de aquellos primeros combatientes guerrilleros de la Revolución Cubana se vislumbraba en aquel tiempo al hombre del futuro.

El líder y el estado

La masa ha alcanzado un grado de confianza en su líder. Y éste ha ganado la confianza de la masa porque él "responde a la interpretación cabal de los deseos del pueblo, sus aspiraciones y la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas"… Continúa el Che, así "La masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el Gobierno les fija ya sea de índole económica, cultural, de defensa, deportiva etcétera". …

"Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce (y) se nota una disminución del entusiasmo colectivo… y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es tiempo de rectificar"

 

Y es tiempo de rectificar

En nuestra revolución bolivariana el trabajo se ha reducido también, pero de forma cualitativa, en muchísimos casos donde se hubo ganado "revolución", o sea, donde conquistamos un grado importante de conciencia de clase. Desde la muerte de Chávez el trabajo se ha estado deslindado del espíritu de cambio que tuvo dentro de la "revolución socialista" bolivariana y chavista.

Lo que había de revolucionario en nuestras expectativas se ha ido degradando a una pasividad egoísta y lucrativa, y a veces despiadada. Hoy Se hace el mejor esfuerzo (o más bien el menor) pero para "prosperar en la vida". No obstante, sobre el fracaso del resto de la sociedad. Nuestras oficinas públicas se han resignado a seguir siendo los sempiternos espacios para el intercambio comercial. Nuestra burocracia se distrae comúnmente en remedos de "ruedas de negocios" donde se mercadean, desde zapatos importados, carteras, electros domésticos, hasta cupos de cadivi. El trabajo dejó de ser el centro espiritual, el distintivo de la revolución socialista, relegado al segundo plano de un simple medio para "ganarse la vida".

Desde entonces, de manera inconsciente o ingenua, el consabido "tráfico de influencias" y la corruptela, han sido estimulados por una "mala interpretación" de las aspiraciones del pueblo chavista. Y un mal ejemplo, al estimular la conducta del consumismo. Hay que pensar que el dinero se acaba, pero el espíritu revolucionario no, es casi inmortal, connatural a la condición humana… El hombre rebelde nunca muere.

Nuestros líderes han descifrado mal las "verdaderas aspiraciones" del pueblo chavista que una vez en la calle rescató a su líder del secuestro de la derecha. Ese es el espíritu que puede sostener nuestra revolución sin mensajes confusos; se pudo vencer a la "reacción", como uno solo con el comandante Chávez.

… Ahora no puede ser que a ese pueblo glorioso lo confundamos para que hoy solo anhele a acumular cosas y querer lucirse de clase media aspirante.

Otra cosa distinta sería que trabajar con la conciencia del deber social, para la sociedad. Que ahora la conciencia del deber social fuera para el trabajador su guía, la más importante materia de estudio.

No obstante hoy se trata de "progresar en la vida" y nada más. Cada uno por su lado y ambicionando estatus y poder, como en las telenovelas. Como pequeños burgueses, como individualidades, estupefactos y carentes de ninguna conciencia e identidad de clase, peleando, en una cola el "sálvese quien pueda" (por un Chery o una lavadora). La indiferencia se enseñorea sin rubor. El mensaje es confuso. Ante nuestros ojos se especula con las verdaderas necesidades de la gente y mientras el gobierno nacional insiste en financiar indirectamente las guarimbas distribuyendo dólares a los golpistas… Nadie se anima a echar a los mercaderes del templo. Son nuestros líderes quienes deben dar el ejemplo en su ejercicio de gobierno. Cuando el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es tiempo de rectificar".

 

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Héctor Baíz

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