Ubres del viaducto

Durante semanas y meses, medios y oposición estuvieron velando las cabillas del viaducto, a la espera de algún crujido, de cualquier movimiento extraño. Sin táctica y sin plan, programa ni estrategia, derrotados en todos los terrenos, pusieron sus esperanzas en la fatiga del hormigón o en el desperezo del cerro. Si el puente cae, discurrían sus teóricos, el régimen lo sigue.

La cuenta regresiva llegó a cero, la estructura vial se resintió y los más connotados líderes opositores corrieron a mamar de las ubres del concreto armado. El candidato Borges convocó a una rueda de prensa y con despliegue tecnológico explicó cómo construir 18 viaductos, de acuerdo con una investigación de Primero Justicia. Lo curioso es que el también candidato Ojeda, en artículo publicado el mismo día, explicaba la misma tontería, fruto de su investigación. Esta gente no sólo presenta datos piratas, sino que además se los plagian entre ellos.

En la oposición ducto-lactante hay consenso en que Eduardo Fernández es su dirigente más lúcido. Este acaba de reconocer que ese sector dilapidó todo su capital político. Luego del suicidio del 4D, pegarse a las tetas de cemento de un viaducto para sacarle provecho es un acto desesperado y, para algunos, cómico y ridículo. Deberían despegarse rápido porque podría sorprenderlos diciembre 2006 con un Chávez reelegido sin que se hayan dado cuenta.

Al amparo de las ubres del viejo puente la oposición convocó a una manifestación en El Trébol, en plena autopista. Era la oportunidad de oro para mostrar su musculatura “al tambaleante régimen”, con un 75% de abstencionistas, el viaducto colapsado y la arrechera de la “sociedad civil” a flor de piel, como para guarimba, pues. ¡Santa María de Ipire! Según el oposicionista El Nacional, apenas asistieron 30 (treinta) almas. Un golpista gimió que le provocaba ponerse a llorar sobre el asfalto.

Otra vez los medios frustran la lucha opositora y marchitan sus posibles banderas antes de tiempo. Dicho de otro modo, le sirven “al autócrata”. Desde hace meses, el amarillismo sensacionalista viene derribando el viaducto. Por prensa, radio y televisión tenían en ascuas a la colectividad. Con informes seudo técnicos, infografías piratas y notas alarmantes anunciaban día a día la hecatombe, la madre de los deslave, el tsunami mayor. Cuando la estructura vial obligó a su cierre, ya la gente estaba anestesiada y la cosa, siendo grave, no tuvo la dimensión de catástrofe que los medios anunciaban. Frente a aquellos presagios, la cosa pareció más bien suave, gracias a los medios que, desde 2001, vienen resultando brutos y medio.

El golpe del 11-A fue directo y contundente; tumbó al adversario pero no lo noqueó, lo dejó levantarse y contragolpear. Más demoledor todavía resultó el sabotaje petrolero. No sólo el puerto de La Guaira, todos los puertos del país fueron bloqueados, con los barcos fondeados frente a las costas. Venezuela quedó grogui, pero los saboteadores terminaron noqueados. Pegarse ahora a las maltrechas ubres del viaducto sólo evidencia el extravío de una oposición sin sesos. Este problema vial será resuelto y cuidado si no lo convierten en otra bandera que mansamente ponen en manos del chavismo. Vuelvan la vista a El Trébol y mírense en una marcha de 30 almas, y eso, con el asunto todavía caliente y en pleno desarrollo. Esto le pasa a quienes creen que se puede sacar algo ordeñando ubres de hormigón.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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