(Propuesta para la Comisión Presidencial para la celebración del bicentenario…)

Un monumento digno para Francisco de Miranda

I. Grandes acontecimientos

La torre Eiffel, inaugurada en 1889, fue el monumento ganador de un concurso convocado para celebrar el primer aniversario de la Revolución Francesa. Gustave Eiffel, su creador, también diseñó la estructura de la Estatua de la Libertad, que el escultor Frederic Bartholdi, concibió como el mejor obsequio que podía ofrecerle Francia a los EE UU para conmemorar el centenario de su independencia. Cien años después, aunque muchos ignoren las causas que los motivaron, ambos monumentos han pasado a ser los más representativos de sus países. Eiffel, Bartholdi, el pueblo y el gobierno francés tenían algo muy claro por entonces: un gran acontecimiento ameritaba un gran monumento.

II. La historia que me contaron

No era fácil visitarlo porque a menudo estaba “en mantenimiento” o había mucha gente haciendo cola para verlo, pero siendo un niño, nada me causaba mayor ilusión que abordar el barco de Colón del Parque del Este. Las dos o tres veces que pude hacerlo, me sentí como uno más de la tripulación del Gran Almirante. Veía las estatuas de los valientes marinos y casi podía sentir la brisa marina y el vaivén de las olas reventando contra el casco. Es difícil describir la emoción que sentía al caminar por el puente de madera que conducía a bordo de la flamante Carabela del descubridor de América. No sospechaba por entonces, cuanta ideología ya me habían inculcado a mis escasos diez años.

III. La historia que estamos descubriendo

Confieso que hasta hace muy poco no sabía que, trescientos años después de Colón, Miranda también llegó a Venezuela en tres barcos. Ignoraba que uno de esos barcos se llamaba “Leander”, en honor a su hijo, y los otros “Bachus” y “Bee”. Tampoco sabía, porque nunca nadie me lo dijo, ni me lo mandaron a leer en la escuela ni lo vi en televisión ni en un museo ni en parque alguno, que la pequeña tripulación de aventureros, amigos y marineros temerarios, navegaban con pretensiones libertadoras de alcance continental y bajo juramento. Para saber todo esto, tuve que desaprender muchas cosas, y entender que para cambiar el futuro, a veces es necesario cambiar primero el pasado.

IV. Una fecha digna de una Comisión

Muchas de estas cosas las se gracias al presidente Chávez. Él fue el primero al que le escuché hablar de algunos personajes históricos de mi país, de los que si acaso había oído el nombre. Él fue el primero al que vi hablar con pasión de Miranda y decir el nombre de sus barcos. Como buen profesor de historia es recurrente y vuelve con sus temas cada tanto. En el 2005 comenzó a hablarnos de este casi desconocido personaje y abrió el 2006 recordándonos de nuevo a Miranda con mucha fuerza. Sin embargo, a veces sospecho que algunos de sus altos funcionarios no le paran cuando habla de estas cosas. Lo oyen, lo aplauden, lo admiran, pero pocos dejan que su palabra les encienda el corazón.

Tal vez por eso y para que el Presidente no sea el único que nos ande recordando la historia que somos, el año pasado Chávez creó la “Comisión Presidencial para la celebración del bicentenario de la expedición revolucionaria de Francisco de Miranda”, y decretó Año Mirandino al período comprendido entre el 03 de agosto de 2005 y el 03 de agosto de 2006. Esta Comisión, de altísimo nivel, encabezada por el ministro Farruco Sesto junto a otros ministros y gente muy competente, ha elaborado muy buenos proyectos, pero queremos proponerles uno más.

V. La idea

Es simple: Antes de que se termine de caer de podrido o de vergüenza, hagamos una gran fogata con ese último monumento al imperio español que es el barco de Colón del Parque del Este. En su lugar, coloquemos una espectacular réplica del Leander. Con sus marineros a bordo y la estampa heroica del propio Miranda izando la Bandera por primera vez. Bien podríamos convocar un equipo interdisciplinario de historiadores, carpinteros y los mejores artesanos de barcos de Nueva Esparta, que de seguro estarían ganados para un proyecto de esos que entusiasma a cualquiera y hace pensar ¿y por qué no lo intentamos? Si alguien tiene alguna duda de que podemos hacerlo, con pura tecnología nacional, visite el Museo Marino de Margarita y admire las espectaculares réplicas de los diversos navíos venezolanos que han realizado estos artesanos.

Si los adecos le encargaron a España una Carabela como monumento al Colonialismo ¿no podremos los revolucionarios hacer el Leander para no olvidar más nunca a Sebastián Francisco? No hace falta ahondar en el poder simbólico y justiciero que un monumento de esta naturaleza tendría en la conciencia de un pueblo que, doscientos años después, tiene por deber volver a realizar los mismos propósitos mirandinos: Fundar una República e integrar un continente. Si el sueño se convierte en proyecto y el proyecto se materializa en el barco donde por primera vez la utopía llegó a América, tal vez no pase mucho tiempo para que nuestros hijos, sientan en su corazón el mismo fuego que encendía a Miranda, al ver ondear la primera bandera de la Patria mientras caminan por el puente que los conduce a bordo del Leander.

VI. ¿Quién podría impulsarla?

Ojalá que esta propuesta tenga receptividad en el seno de la Comisión Presidencial y si el presupuesto no alcanza o ya está comprometido, podríamos hacer una gran “vaca” y reunir entre muchos, tal como lo hizo en su momento el pueblo de Nueva York para construir el gigantesco pedestal sobre el que se colocaría la Estatua de la Libertad. Hacemos pública esta propuesta con la esperanza de animar a todos los ciudadanos que, como Eiffel o Bartholdi, en su tiempo, sean capaces de enamorarse de una idea y no descansar hasta verla realizada. Que mejor ocasión para impulsarla, que lo que nos resta de este año Mirandino.

manuelbazo@gmail.com


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Manuel Bazó


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