Símbolos del Leander y agradecimientos

Hace cinco años y diez meses fue un sueño escrito con optimismo de largo plazo. Es decir, pensando que con suerte veinte o treinta años después podría llegar a realizarse. Sorprendentemente aquel sueño encontró la manera de convertirse en proyecto y en un día tan simbólico para todo latinoamericano como es el 12 de octubre, dejó de ser proyecto para hacerse hermosa realidad. Esta fecha evidencia el primer símbolo del Leander: El barco de intenciones libertadoras que fue capaz de deshacer la obra iniciada 300 años antes por las carabelas colonizadoras.

Recuperar este patrimonio histórico fue posible gracias a la voluntad de muchos hombres y mujeres que creyeron en él. Pero, sobre todo, al primer soñador nacional. Aquel que sueña y trabaja por “el pan en cada boca” y fue capaz de contagiarnos el orgullo de los que tienen memoria: el presidente Hugo Chávez.

La alegría de verlo realizado es tan grande que ya no tiene ninguna importancia la relación de tormentas y malos vientos o los días de calma en que para sus velas ni siquiera soplaba el viento. Por entonces, nos animaba la certeza de que ninguna dificultad era mayor que las enfrentadas por el propio Miranda en 1806.

Faltaría espacio para nombrar a todos los que de muchas maneras nos ayudaron a rescatar el Leander del olvido de la historia. Pero además del Presidente, quiero hacer un sincero agradecimiento público a otros cuatro revolucionarios mirandinos que en momentos decisivos de esta expedición fue mucho lo que hicieron para que el Leander llegara a feliz puerto: La Jefa de Gobierno, Jacqueline Farías; el ministro del Poder Popular para el Ambiente, Alejandro Hitcher; la Presidenta de la Fundación Niño Simón, Silvia Vidal y el capitán Eliecer Otaiza. Ellas y ellos saben por qué lo digo y fui feliz al poder decírselos personalmente. Estoy seguro de que Francisco de Miranda, dondequiera que se encuentre, también se los agradece.

Aunque faltan detalles por completar que se irán terminando en las próximas semanas, nada en el Leander fue improvisado. Todo fue hecho con rigor y con pasión histórica. Todo fue investigado y cuando no encontramos más información o no sabíamos cómo resolver algo, recurrimos a una máxima robinsoniana infalible: “Tomen lo bueno, dejen lo malo, imiten con juicio y por lo que les falte, inventen”.

Entre los símbolos del Leander su bauprés y su compas naval señalan el camino del Sur por el que seguimos navegando. Sabíamos que su mascarón de proa era un guerrero pero no encontramos más detalles. Entonces, evocando el amor Mirandino por la Grecia clásica que encarna la libertad a través del pensamiento, el mascarón de nuestro Leander representa a Teseo; el valiente guerrero ateniense que derrotó al temible minotauro del laberinto.

En la mesa del camarote de Miranda los objetos también hablan: un reloj de arena recuerda que la hora de la Libertad americana ha llegado. Un catalejo simboliza que fue el hombre que tuvo visión continental antes que cualquier otro. Y su brújula nos dice que es él quien conoce el camino.

La cubierta superior es un mirador desde donde se puede ver el pasado y también el futuro. Y las banderas también están cargadas de significado: La luna en poniente de la bandera naval dice que se acercaba el fin de la larga noche colonial; el sol en levante recuerda el amanecer de la América libre y unida. Y en el palo mayor la bandera tricolor, primer símbolo patrio continental. Nos recuerda que enarbolando esa misma bandera tres libertadores de tres generaciones derrotaron un Imperio: Miranda, Bolívar y Sucre.

¿Se imaginan que todos los presidentes de Nuestra América pudieran navegar en el barco donde nació la Revolución Continental? Por ahora… un último deseo: Que en el programa de la Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (CELAC) se incluya una visita al Leander.


proleander@gmail.com


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Manuel Bazó


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