Amores de guarimba

Recientemente me han conmovido tres cosas, la primera es una imagen que algunos medios y las redes sociales han elogiado y exaltado como el reflejo del “amor que nace en el fragor de la lucha contra el régimen”: dos guarimberos, ella con un peñón en una mano y una botella en la otra, y él con una capucha a medio cubrir y sin camisa, dándose un apasionado beso capturado por un muy “habilidoso fotógrafo”. El problema sin duda no es la foto, sino la exaltación de la misma, como reflejo de una acción irreconciliable: el amor en el ejercicio del odio. Lo que faltó fue colocar una víctima de las guallas al lado.

La segunda cosa que me ha conmovido es el haberme enterado que una pareja de muy jóvenes amigos, estudiantes universitarios, él chavista y ella opositora, terminaron su relación porque él no aceptó participar en las recurrentes convocatorias que ella le hacia para participar en las marchas y concentraciones de la oposición. Un episodio reiterado en momentos de crispación política en el marco de la polarización.

Dos cuadros de un mismo origen, la enajenación mental de la que son objeto nuestras relaciones sociales, y en especial la de los jóvenes, como consecuencia de una convocatoria a “la salida” que volvió a exacerbar los resentimientos y los odios de clase, que se colocaron en primer plano en el momento en que las clases dominantes empezaron a sentir que estaban siendo desplazadas por los que habían sido objeto de desprecio y represión durante décadas en nuestro país, bajo el engaño de una “democracia representativa”.

Se dice que todo empezó con Chávez, pero la realidad es que todo empezó cuando la diferencia entre los ricos y los pobres se hizo más grande como consecuencia del ingente saqueo de la renta petrolera, y eso generó la activación de la conciencia colectiva del sector mayoritario que estaba siendo “víctima de la democracia”.

Un tercer episodio fue en estos días al llevar mi carro al mecánico, un amigo de él que se encontraba en el taller de repente salió con el siguiente comentario: “es que el país está como está por esos chavistas marginales e ignorantes de mierda… que no les gusta trabajar, todos los chavistas son así”. Se que mi mecánico es opositor, y él sabe que yo soy chavista y sobre ese marco hemos mantenido una extraordinaria relación de respeto e incluso de solidaridad, pero su amigo, de esos que piensan que las diferencias políticas son un asunto de raza, y que evidentemente no tenía idea de mi postura política, se sintió en la absoluta confianza de odiar y compartir su odio con nosotros, y esto se ha convertido en un episodio ya muy cotidiano.

Hoy, la nueva arremetida de odio por parte de un sector político resentido que ve en la fuerza la única salida, está conduciendo una cruzada de rupturas de relaciones sociales, y establecimiento de otras relaciones mediadas por vínculos ideológicos y no afectivos, que distorsionan los valores humanos, llevando a privilegiar la afinidad política sobre el amor de pareja, familiar, de amistad, y el respeto hacia los conciudadanos indiferentemente de nuestra color de piel, credo o religión, ideología, condición social, etc. y el otro sector político hace muy poco para evitar estas rupturas.

Lo que ha pasado fundamentalmente es que el respeto y la tolerancia se ha roto, en especial en un momento donde una convocatoria al diálogo, más que para reestablecer tejidos ciudadanos, se hace para reestablecer negocios de sectores económicos que han empobrecido a nuestro país por décadas.

Que lamentable es que hoy el amor, del cual todo el mundo habla, para algunos ya no esté basado en el sagrado sentimiento de dar sin esperar nada a cambio, ya que el primer requisito de estos sectores sociales para poder amar en estos tiempos de guarimba es la cantidad de piedras, botellas, armas, capuchas o descalificaciones que puedas cargar o proferir para hacerle daño a otro.

Si los intereses de nuestros políticos hoy, sólo se basan en sus intereses financieros, lograran terminar de contaminar a nuestra sociedad de odio a tal nivel, que una guerra civil será aclamada y aplaudida como la solución para exterminar “al impuro”.

No tengo duda de que debemos volver a hablar del amor, pero no como un discurso político, sino como un ejemplo práctico de quienes hoy modelan la conducta ciudadana, los políticos. En verdad cuanta falta hace que hablemos de los “amores de barrio adentro”.



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Nicmer Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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