Se solicita empresario con capital propio

Pedir inversión privada es como pedirle limosna a un limosnero. En este país durante los últimos sesenta años sólo ha habido saqueadores del Estado disfrazados de empresarios, pero muy pocos o casi ninguno con aportes propios significativos.

Esa política de crearle condiciones favorables a los inversionistas privados ha sido lo más nefasto que han hecho todos estos gobiernos. Sólo una justa remuneración al trabajador público, sólo la contrata directa (sin intermediarios) de obras públicas, supervisadas directamente por el Presidente de la república, podrá suplir buena parte de las necesidades económicas nacionales.

Pero, una cosa piensa el burro, y otra quien lo arrea, y en nuestro caso no hemos logrado suficiente autonomía ni siquiera en la manera de escribir ya que cada vez que la Real Academia de la Lengua Española se le antoja que escribamos denuestos asimilados a venezolanismos, lo hacemos sin chistar. Por algo seguimos siendo una neocolonia con ínfulas de país desarrollista.

Sembrar el petróleo dándole dinero a quien no lo tiene, es una de la más desastrosas consejas recibidas por el Estado con toda su carga de buenas intenciones que haya podido dar el consejero correspondiente, miembro por supuesto de la alta oligarquía criolla, que es como decir, oligarquía internacional, porque todos los subgrupos de poder económicos se hayan entremezclado férrea e internacionalmente.

Los bancos privados no dan dinero en préstamo sino a quienes tienen garantías reales de honrar sus compromisos, hipotecas, avalistas, etc. La mal recordada garantía moral introducida al país por Carlos Andrés Pérez para entregarle a unos cuantos pseudoempresarios a manos llenas el Presupuesto Nacional dio, precisamente, los resultados de esta debacle económica que sólo midiéndola en términos de monedas devaluadas y febles puede aparentar falsos signos de progreso durante los últimos 30 años, aprox. Habrá crecido la producción de algunas mercancías, pero por debajo del número de nuevas bocas.

El capital privado busca siempre las mejores facilidades, y los países como Venezuela le brindan el aprovechamiento descontrolado e incontrolable burocráticamente de sus variadas riquezas naturales; otra opción no se compagina con el espíritu burgués de máxima ganancia en el menor tiempo posible.

Otra opción del Estado sería metiéndose a empresario privado en otras partes del mundo, pero como no tenemos con qué defendernos ante el moroso (no tenemos marines), dicha opción queda descartada de partida.

Y nos preguntamos. ¿qué nos queda? , y nos respondemos, empezar a reconocer que actualmente de grandes tenemos muy poco o casi nada, que no podemos seguir viviendo del pasado glorioso, que de justos, tampoco, que de industriosos mucho menos.

Tenemos necesariamente que volcar nuestros remanentes de la renta petrolera en el remodelaje de una conducta sociológica más industriosa y responsable para el venezolano medio, lo que supondría castigo implacable contra la corrupción, contra el funcionario irresponsable, empezando por los abogados, jueces y magistrados que tanto daño le han causado al país con su non sancta conducta, y que cuando son hallados culpables de alguna irregularidad nos limitamos a cesantearlos de la manguangua respectiva para cedérsela a uno que otro de sus colegas.


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Manuel C. Martínez M.


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