Haciendo carrera política a la carrera o a lo “Carrasquelito”. El apuro cansa

Para quienes necesitan la información o aclaratoria, comenzaré por decir que los venezolanos de mi época, solíamos llamar a Alfonzo Carrasquel, como “Carrasquelito”, para diferenciarlo de su tío Alejandro Carrasquel, a quien le mencionaban con el apodo de “Patón”.

Desde muy joven, Alfonzo jugó entre muchachos bastante mayores que él por su estatura, potente brazo, que le permitía lanzar con certeza y velocidad a las bases, desde el fondo del campo corto, sin levantar el cuerpo y por último, por su habilidad y contundencia al batear. Los gringos, nos lo devolvieron luego con el apodo del “Chico”, con el mismo fin. Así como también le llamaron el “fantasma de la calle 35”. Esto último por aparecer frente una bola que rodaba hacia los jardines, cuando nadie lo esperaba.

En mi época, estoy utilizando mi memoria exclusivamente, se comentaba que Alfonzo había pasado de la clase C del béisbol gringo, un rango bastante bajo, de un salto gigantesco a Grandes Ligas, por haber demostrado que su enorme calidad era para estar en estas. Eso lo sabíamos aquí, quienes iban a o no al Estadio de San Agustín y los gerentes del besibol norteamericano no tardaron en descubrirlo.

Por ese hecho, en mi pueblo, que entonces era en gran medida del “Cervecería Caracas”, el Caracas de ahora, cuando Carrasquelito, muy joven competía por el fervor popular con Vidal López, “el muchacho de Barlovento”, a quien ganó el campeonato de bateo en temporada 1948-49, bastante mayor que él y figura líder de “los turcos del Magallanes”, a todo aquel que desempeñando una función baja hoy, en cualquier espacio, mañana amanecía en otra muy alta, habiendo o no “quemado los cartuchos” necesarios, se le aplicaba el mote de “Carrasquelito”.

Claro, el ascenso de Alfonzo no resultó de un favor, un dedo apuntando con capricho, acuerdo grupal o demostración de incondicionalidad, porque el béisbol gringo es un negocio y allí no se les hace a los peloteros ese tipo de concesiones. “Sirves o no”, no hay tutía ni padrino que valga. Hay mucho dinero en juego de por medio y más que eso, porque aquí lo hay quizás en demasía, esa inversión y designación debe producir buenos dividendos crematísticos.

Quien, años más tarde de esta breve historia o anécdota que contaré, se convertiría en el “Gran Mariscal de Ayacucho”, quien el día 3 próximo pasado estuvo de cumpleaños, comandaba la retaguardia, siendo general del ejército patriota que avanzaba hacia el sur; es decir, Antonio José de Sucre, “Toñito” para los cumaneses de mi época, quien estuvo en lo que insisto en llamar “La Campaña Admirable de Oriente en 1813”, no simplemente invasión de Chacachacare y en todo el guerrear de ese tiempo hasta llegar al Congreso de Angostura, iba atrás cuidando heridos, prisioneros, provisiones comestibles y armamento en buen estado o por reparar, como decir el depósito; de repente por orden del “Libertador”, pasa a comandar frente al asedio de la ciudad de Popayán. Mucho tiempo pasó alrededor de esta ciudad el ejército libertador al mando del general Sedeño, sufriendo grandes pérdidas, sin poder tomarla. Mientras tanto, en la retaguardia, donde administraba el futuro héroe de Ayacucho, todo funcionaba a la perfección; tanto que no parecía la de un ejército ineficiente y sí la de un triunfador.

Aquel salto, de la retaguardia al comando, pasando por encima de todo el Estado Mayor, lo que debió sorprender a muchos y hasta producir enormes resquemores, significó la toma de Popayán en dos o tres días. La genialidad militar del oriental resolvió en breve lo que Sedeño no había podido hacer en meses. Claro, este no fue un salto en el vacío. Bolívar sabía quién era el hombre, de su heroico y eficiente accionar desde 1813, cuando apenas era un jovencito. Lo había venido probando. Se dijo que hasta el haberlo enviado a la retaguardia, lo que a cualquier general del montón hubiese provocado disgusto y desaliento, fue su último examen al cumanés.

Por eso, en política, uno debe ser cuidadoso al creer percibir esos saltos tan largos y demasiados frecuentes, como cuando se practica salto triple, de peligrosos y hasta muestras de ansiedad y arribismo.

Pero tampoco es bueno que, quienes arriba están no abusen de la práctica porque podrían dañar a un futuro buen jugador adelantándole los tiempos, de exigirles esfuerzos y dedicación para la que no se está preparado todavía; es decir, por falta de madurez, pese a la mejor buena fe, generar en ellos la falsa idea de “ya estoy listo para lo que venga”.

A los jóvenes que no estén seguros de tener el nivel de desarrollo que tuvo Carrasquelito o la experiencia y sabiduría acumulado por el joven “Toñito”, aconsejo no andar a la carrera porque el apuro trae cansancio. Como los cambures que madurados con carburo, por apurar el proceso, suelen llenarse de pelotas y como tal incomibles. Lo dice un viejo que ha visto mucha agua pasar bajo los puentes y buenos prospectos fracasar por el apuro.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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