La revolución no se negocia, se defiende y se profundiza

Crónica de cuatro semanas de conspiración anti-democrática

Nota de Aporrea: Este artículo fue publicado en El Militante
El domingo 22 de diciembre por la noche empezaba la descarga del petrolero “Pilín León” en el estado del Zulia en Venezuela, después que fuerzas del ejército arrestaran al capitán y a la tripulación que se habían declarado en rebeldía y ancorado el barco en el lago de Maracaibo. Este petrolero se había convertido en la insignia del llamado “paro nacional” convocado por la oposición al gobierno de Chávez a partir del 2 de diciembre. Antes de poder mover el barco, la nueva tripulación tuvo que pasarse 24 horas revisando todos los sistemas de a bordo y reparando los daños que habían causado los “rebeldes”. La toma de control por parte del gobierno del “Pilín León” representaba un duro golpe al “paro cívico” de la oposición que ya iba a entrar en su cuarta semana.

Si uno quiere entender los acontecimientos de las últimas cuatro semanas en Venezuela es necesario hacer en primer lugar una aclaración terminológica. La denominación de paro o huelga se emplea cuando los trabajadores dejan de trabajar de forma organizada para defender una serie de reivindicaciones. En este sentido, en Venezuela no hay ningún paro ni huelga general. Lo que se produce a partir del 2 de diciembre es claramente un cierre patronal o lock out y un sabotaje de la industria petrolera por parte de la nómina mayor (gerentes y directivos) de Petróleos De Venezuela SA (PDVSA). El paro convocado por la oposición es un fracaso total. En el estado Bolivar, dónde se concentra la industria básica y extractiva, todas las empresas permanecen abiertas por voluntad expresa de los trabajadores que se manifiestan activamente contra el paro. También permanecen abiertas las hidrológicas y las eléctricas. En Carabobo, dónde se concentra la industria manufacturera los trabajadores, organizados en su mayoría en sindicatos pertenecientes a la corriente sindical Bloque Sindical Clasista y Demorcático, también se pronuncian contra el paro en las principales empresas como Ford, Chrysler, General Motors, Goodyear, Firestone, Pirelli, las metalúrgicas, etc. Algunas de ellas abren sus puertas a los trabajadores, en otras estos acuden a trabajar pero se encuentran con las puertas cerradas. Para demostrar su oposición al paro los obreros acuden diariamente al puesto de trabajo y levantan acta judicial de que no pudieron entrar por cierre patronal. La situación se repite a lo largo y ancho del país. El transporte funciona normalmente, tanto los autobuses urbanos como los interurbanos y el metro de Caracas. Los aeropuertos también funcionan normalmente con la excepción de la cancelación de algunos vuelos nacionales por falta de combustible. Las corrientes más avanzadas del movimiento sindical proponen la consigna de “fábrica cerrada, fábrica tomada”, pero por el momento esto, salvo en contadas excepciones, se limita a una labor de propaganda y no se pasa a la acción directa de los trabajadores en las fábricas.

En el sector del comercio, las grandes superficies comerciales cierran, mientras que los pequeños comercios en los barrios populares abren. Al pasar unos pocos días los grandes centros comerciales empiezan a abrir, primero en horario de mañana y después en horario completo. En algunas galerías comerciales son los comerciantes los que fuerzan a los dueños a abrir. En la hostelería, la mayoría de establecimientos están abiertos y sólo cierran las franquicias multinacionales (McDonalds y demás) que aparecen cubiertas de graffiti proclamando “Viva la arepa” (torta tradicional venezolana).

En definitiva el tan cacareado “paro” se reduce a un cierre patronal que ni siquiera es masivo y al sabotaje de la industria petrolera. También en otros sectores se intentó el sabotaje como método para conseguir la “adhesión” al “paro”. En el metro de Caracas por ejemplo, grupos de opositores agredieron a los trabajadores en una estación y lanzaron explosivos a los túneles. En Maracay un grupo de opositores le quemaron la unidad a un conductor de autobús urbano.

El fracaso de la huelga general quedó patente ya desde las primeras horas del 2 de diciembre. Ante esa situación los portavoces de la oposición, Carlos Ortega (dirigente de la CTV) y Carlos Fernández (de FEDECAMARAS) decidieron que había que aumentar el paro de “cívico” a “activo” y posteriormente a indefinido.

El sabotaje petrolero

Es entonces cuando deciden dar un paso adelante en la empresa nacional de petróleos, PDVSA. Aquí, nuevamente, no se trata de una huelga de trabajadores, sino de un sabotaje abierto por parte de los gerentes y directivos. Estos además de paralizar las instalaciones, que funcionan de forma automatizada e incluso por control satelital, emprenden una campaña de sabotaje en la que impiden a los trabajadores acceder a los sistemas informáticos, toman medidas para impedir el funcionamiento manual de los sistemas, etc. Todo esto al mismo tiempo que, mediante su control sobre los sistemas administrativos, se adelantan el pago del aguinaldo navideño y se aseguran el pago semanal de sus salarios a pesar de estar supuestamente en “huelga”.

Muchos trabajadores petroleros son coaccionados por los directivos con llamadas personales a sus casas, a sus esposas, con amenazas de despido, con sobornos, etc. Esto tiene un impacto importante en una empresa en la que existe una fuerte cadena de mando altamente jerarquizada. Pero muchos otros acuden a sus puestos de trabajo y tratan de mantener las refinerías y otras instalaciones en funcionamiento. En la refinería del Palito, 60 trabajadores trabajan día y noche superando el sabotaje informático y sólo detienen la producción dejando las instalaciones en parada segura cuando los depósitos de combustible están totalmente llenos por falta de transporte. En algunos casos el sabotaje precede al inicio del “paro” ya que los técnicos y directivos se las arreglan para dejar los depósitos inusualmente llenos. Finalmente la presión de los trabajadores y del pueblo obliga a la empresa de transporte de combustible Ferrari a abrir y en la cercana estación de llenado de Yagua empiezan a salir las gandolas (trailers) de gasolina bajo la supervisión conjunta de la Guardia Nacional y el pueblo que mantiene una vigilancia de 24 horas para evitar más sabotajes. En Ananco, Anzoategui, el alcalde y el gobernador, impiden la carga de gas para suministrar a las empresas básicas del estado Bolivar en la Guayana. Miles de trabajadores de las empresas siderúrgicas organizados por el poderoso sindicato SUTISS y otros, se trasladan en autobuses a Ananco y apoyados por trabajadores de PDVSA y vecinos de Ananco, fuerzan el restablecimiento del suministro para el normal funcionamiento de sus empresas.

También a lo largo y ancho del país, Círculos Bolivarianos, sindicatos clasistas y otras organizaciones imprimen cientos de miles de volantes denunciando a los gerentes saboteadores con nombres y apellidos y sacando a la luz pública sus salarios millonarios. Los 20 directivos más importantes de PDVSA tienen una nómina anual conjunta de más de 12.000 millones de bolívares (casi 10 millones de dólares). El mejor pagado de ellos, Karl Makeiza, recibe 990 millones de bolívares al año (unos $792.000). No es de extrañar que estos individuos estén dispuestos a llegar a cualquier extremo para defender sus intereses.

Estas experiencias que se repite en fábricas y refinerías de todo el país, son extremadamente importantes porque los trabajadores se dan cuenta de que realmente son ellos los que hacen funcionar las empresas y que no necesitan de gerentes y directivos. Ahora hay que generalizarlas y sacar las conclusiones necesarias. Para garantizar que PDVSA es del pueblo hay que establecer mecanismos de control obrero incluyendo la elección democrática de los directivos y gerentes por parte de los propios trabajadores, organizaciones sindicales y populares. Estos métodos de control obrero de la producción y gestión tienen que extenderse a todas las industrias nacionalizadas para evitar cualquier intento de sabotaje y garantizar la gestión democrática de la economía en beneficio de la mayoría de la población.

En realidad una de las claves de este intento de golpe de estado, al igual que los anteriores y el breve golpe del 11 de Abril, es precisamente el control de la industria petrolera. Una de las leyes más importante aprobadas por el gobierno de Chávez hace un año fue la ley de hidrocarburos que reafirma la propiedad estatal de PDVSA. La oposición, que representa los intereses de la oligarquía local y del imperialismo, quiere a toda costa mantener sus privilegios actuales en la compañía y avanzar en la intervención de las empresas multinacionales y la eventual privatización. Éste es un plan que de hecho ya se ha venido aplicando durante años y que ha provocado que realmente a pesar de que PDVSA es una empresa nacionalizada en la práctica es gestionada como un coto privado de sus directivos que la dirigen en beneficio de las empresas multinacionales. Por ejemplo la proporción de sus ingresos que se entregan al estado ha bajado de más del 70% hace 25 años a tan sólo un 20%. La proporción de los ingresos que se utilizan en gasto de funcionamiento aumenta del 30 a casi el 80%, convirtiendo a PDVSA en una de las empresas petroleras en menor productividad por empleado del mundo. El estado pierde o deja de percibir cada año decenas de miles de millones de dólares por corrupción en los contratos de tercerización (outsourcing), producción no sujeta a la regulación de la OPEP, inversiones en el extranjero en refinerías desfasadas tecnológicamente y dinero que simplemente se esconde a través de una enmarañado laberinto de cuentas petroleras en bancos internacionales. Estos son los beneficios y privilegios que los directivos de PDVSA no quieren perder.

Los bancos

Al entrar en la segunda semana del cierre patronal la oposición decide aumentar de nuevo la apuesta y los bancos anuncian que sólo abrirán en horario de media jornada y que impondrán un límite a la cantidad de dinero del que sus clientes pueden disponer. Como es de esperar esto provoca colas masivas ante todos los bancos, particularmente al coincidir el viernes 13 con final de semana y final de quincena, cuando muchos trabajadores cobran sus salarios, y además con el cobro para muchos del aguinaldo navideño.

Las organizaciones populares de nuevo lanzan una campaña masiva de volantes exigiendo la apertura de los bancos en horario normal. Uno sin firma que se reparte en Valencia (Carabobo) lee:

“El dinero es nuestro. Basta de sabotaje. El horario crítico de los bancos secuestra nuestro dinero y aguinaldo, nos roba el tiempo y crea dificultades a quienes queremos trabajar. Los banqueros al sumarse al criminal paro petrolero, pretenden que perdamos el derecho a disponer de nuestro dinero (como ya una vez lo hicieron). Y ellos siguen haciendo negocio con nuestro dinero, mientras nosotros perdemos. Defiende tus derechos con tu constitución en mano: Exígele al banco que mantenga sus puertas abiertas”.

En varias sucursales bancarias del país los clientes enfurecidos obligan a los bancos a seguir abiertos hasta haber atendido a todos los que guardaban cola desde primera hora de la mañana. También en Carabobo, el Bloque Sindical Clasista y Democrático que agrupa a 52 sindicatos en este estado, llama a una manifestación contra los golpistas, uno de cuyos principales ejes es la cuestión del cierre de los bancos:

“…Ni un solo bolívar para los golpistas. La banca privada se lucra con el dinero del estado y de paso atenta, apoyando el paro patronal y criminal de Fedecamaras y la cúpula podrida de la CTV que usurpa la representación de los trabajadores. Centralización del sistema financiero mediante un banco único estatal que dé prioridad al financiamiento de la producción de bienes, servicios, obras públicas y viviendas. Control democrático de la banca por parte de los trabajadores bancarios, organizaciones obreras y ahorristas, con derecho de designación democrática y revocabilidad de la administración bancaria.”

Los medios de comunicación

Una de los aspectos más chocantes de la situación en Venezuela es el papel de los medios de comunicación privados, la inmensa mayoría de los cuales apoyan, o mejor dicho forman parte de la oposición al gobierno de Chávez. Estos medios hace mucho tiempo que han dejado de informar y se han convertido en voceros de la propaganda opositora, sin dudar en distorsionar, mentir y calumniar abierta y descaradamente. A pesar del “paro” los periódicos y cadenas de TV no han dejado de trabajar, aunque han suprimido su programación normal y se concentran en emitir solamente “noticias”. Las televisoras han cancelado también los espacios comerciales que supuestamente han donado a ONGs y organizaciones caritativas, en realidad los únicos espots que se emiten son de la Coordinadora Democrática (popularmente conocida como la Conspiradora anti-Democrática). Ésta es una campaña brutal de propaganda contra el gobierno que se emite sin interrupción 24 horas al día.

A pesar de toda la histeria sobre los supuestos ataques a la libertad de expresión y la intimidación de periodistas la verdad es que hay ahora más libertad de prensa en Venezuela que en cualquier otro país del mundo y por supuesto que en cualquier otro periodo de la historia del país. Los periódicos de la oposición llaman abiertamente a un golpe de estado y ni el gobierno ni el poder judicial intervienen para nada. Uno de los columnistas de El Nacional, en un artículo titulado “El golpe necesario” defendía y abogaba por un golpe de estado con el argumento de que en realidad era Chávez el que se lo estaba buscando por negarse a salir por la “vía democrática” y además afirmaba que Chávez quería un golpe para así “poderse presentar como víctima”. Artículos de este tipo aparecen por docenas en la prensa burguesa todos los días ¿En qué otro país del mundo se permitiría algo así?

Los directores de los medios venezolanos convocaron una rueda de prensa ante los corresponsales extranjeros para tratar de demostrar la falta de libertad de expresión en el país. El comportamiento de los magnates de los medios fue tan arrogante y altanero ante los periodistas que cuestionaban la objetividad de estos medios que los corresponsales del Washington Post y del New York Times (que no son precisamente periódicos bolcheviques) se levantaron y se fueron en protesta.

El sábado 21 por ejemplo, la oposición anunció a bombo y platillo que parte de la tripulación que había puesto en marcha el petrolero “Pilín León” era cubana. Esto forma parte de la campaña de fomento de la histeria contra el “Castro-comunismo” que ha sido uno de los ejes de la oposición “democrática” desde hace meses. El Ministerio de Asuntos Exteriores cubano inmediatamente lo desmintió categóricamente y tachó de mentirosos a los voceros de la oposición. Sin embargo todas las televisoras privadas recogieron la “noticia” y la difundieron sin preocuparse por comprobar las fuentes ni corroborar la veracidad de la información. A las pocas horas la oposición se vio obligada a reconocer que eso no era verdad. Eso no les impidió reanudar la campaña apenas dos días después alegando que dos prácticos que estaban moviendo el buque “Bora” eran cubanos. Luego resultó que sí eran cubanos, pero habían emigrado de Cuba hacía 25 años. Ejemplos como estos los hay por docenas y centenares. En una conversación en la cola para registrarse a votar, un joven escuálido le comentaba espantado a su amigo que los nuevos billetes de 50.000 bolívares que el banco central iba a imprimir llevaban la cara ¡de Chávez y de Castro! La estrategia que domina es la del “calumnia que algo queda”.

No hay que olvidar tampoco el papel que jugaron los medios de comunicación durante el golpe del 11 de Abril. En primer lugar difundiendo la “noticícia” de la supuesta renuncia de Chávez, culpándole sin pruebas de los muertos en la marcha al Palacio de Miraflores, y posteriormente emitiendo tiras cómicas y telenovelas durante las horas clave de la resistencia del pueblo al golpe de estado. En estas condiciones, no es de extrañar que el nivel de lectores y televidentes de estos medios hayan caído en picado. Según cifras recientes, la tirada del El Nacional, uno de los principales periódicos del país, ha bajado de más de 200.000 ejemplares a 90.000 con una reducción importante del número de páginas. El nivel de audiencia de las televisoras privadas ha caído en un 20%.

Esta campaña no se limita por cierto sólo a los medios de comunicación nacionales sino que se extiende, en diferentes grados, a los medios internacionales que también participan y se hacen eco de esta campaña de confusión, verdades a medias y mentiras abiertas. Por poner sólo un ejemplo, éste corresponsal de El Militante estaba volando a Caracas el mismo día que El País publica en sus páginas que todas las compañías aéreas internacionales habían suspendido sus vuelos a Venezuela.

El ambiente de histeria creado por los medios de comunicación privados no es casual sino orquestado. Grandes sectores de las capas medias creen que efectivamente el país se dirige hacia el “Castro-comunismo”, y que de hecho ya están viviendo en un régimen dictatorial en el que se atropella la libertad de expresión y suprimen las libertades individuales. Eso a pesar de que los medios de comunicación reaccionarios funcionan con normalidad y que la oposición se manifiesta a diario en las calles de Caracas. En este contexto se han creado en muchas urbanizaciones y barrios de capas medias grupos de seguridad. Estos se han encargado de organizar “planes de contingencia”, hacer acopio y recuento de armas, de gente que sepa utilizarlas. De una manera muy inteligente y calculada la oligarquía está tratando de organizar de forma paramilitar sus bases de apoyo entre la pequeña burguesía. Fomentan la mentalidad de que en una revolución es inevitable que los pobres, las masas, los terrúos (los habitantes de los cerros que rodean Caracas tiene que descender a la ciudad por caminos de tierra, de ahí ese apelativo despectivo) sólo pueden mejorar sus condiciones quitándole a las capas medias lo poco que tienen.

Pero hasta incluso entre estos sectores hay gente que apoya el proceso bolivariano y han formado organizaciones como la Clase Media en Positivo que recientemente reunió a más de 18.000 personas en el Poliedro en Caracas. La tarea de los revolucionarios es la de minar la base social de la reacción tanto como sea posible, explicando que en realidad los enemigos de los trabajadores y las masas populares no son las capas medias, sino la burguesía nacional e internacional. Cuanto más claridad en sus objetivos y mayor grado de organización y disciplina revolucionaria muestren la clase obrera y los pobres, mayor será la cantidad de gente proveniente de la pequeña burguesía que se una a un proceso revolucionario.

La conspiración

El objetivo declarado de la oposición va cambiando conforme pasan los días del “paro”. Al principio se piden elecciones anticipadas, pero posteriormente el eje de toda la propaganda es exigir la renuncia de Chávez. En realidad la constitución bolivariana es una de las más democráticas del mundo, dentro de los límites de la democracia burguesa, y contempla entre otras cosas la posibilidad de un referéndum revocatorio. Éste se produce a la mitad del mandato de cualquier cargo público electo y para producirse la revocación se tienen que conseguir como mínimo los mismos votos más uno que los que el representante consiguió al ser elegido. La oposición sabe a ciencia cierta que aunque es capaz de movilizar a gran cantidad de gente (particularmente entre las clases medias y en los barrios ricos), no es en absoluto capaz de conseguir más de cuatro millones de votos en un referéndum revocatorio contra el presidente que se produciría en Agosto del 2003. Por eso tienen que insistir en algo que es a todas luces inconstitucional y anti-democrático, forzar la renuncia del presidente.

Para lograrlo tenían diferentes escenarios. Todos ellos combinaban la presión interna (mediante el sabotaje petrolero, el desabastecimiento de alimentos, cierre de bancos, etc.), con la presión externa (una resolución de la OEA exigiendo elecciones anticipadas y hasta incluso una intervención de observadores internacionales) y finalmente un golpe de estado.

Pero para provocar un golpe de estado, la intervención de los militares o la intervención extranjera es necesario algún incidente sangriento. No podemos olvidar que el incidente que se utiliza para justificar el golpe de estado del 11 de Abril son los disparos por parte de un grupo de francotiradores en el momento en que la manifestación opositora se dirigía al palacio de Miraflores.

Así pues el viernes 6 de diciembre un misterioso ciudadano portugués abre fuego contra los opositores concentrados desde hace meses en la Plaza Francia de Altamira. Tres personas resultan muertas en el acto y hasta otras 30 resultan heridas. La oposición se apresura a culpar a Chávez antes incluso de que se conozca la identidad del asesino y apenas pasada una hora presenta un vídeo en el que supuestamente se ve al asesino junto al alcalde chavista del municipio Libertador Freddy Bernal. Una inspección más detallada del vídeo demuestra que la persona que conversa con Bernal no tiene ningún parecido físico con el portugués y además que el vídeo es anterior a la entrada del asesino al país como demuestra el sello de inmigración en su pasaporte. Lo que está claro es que un atentado de este tipo no beneficia para nada a Chávez y a su gobierno y si proporciona a la oposición más munición contra al gobierno.

El ataque además se produce justo un día antes de la manifestación de apoyo al gobierno y contra el paro golpista convocada para el sábado 7 de diciembre. La multitudinaria marcha agrupa entre dos y tres millones de personas que se desplazan desde varios puntos del país y desde los barrios populares de la capital colapsando el tráfico viario durante horas. La manifestación, mucho mayor que ninguna convocada por la oposición en estas cuatro semanas, apenas si recibe cobertura en los medios de comunicación nacionales o internacionales. Ante los insistentes rumores de un plan de golpe de estado que vendría precedido de una declaración televisiva de los generales golpistas, el lunes 9 y el martes 10, la rabia del pueblo contra los medios de comunicación y su apoyo abierto al golpe y al cierre patronal se transforma en manifestaciones masivas ante todos los medios de comunicación privados (todos ellos opositores). Miles de personas se concentran en todo el país en las sedes de Venevisión, Globovisión, Televén, etc., exigiendo que digan la verdad. La mayoría de las concentraciones son totalmente pacíficas y sólo en Maracay y Maracaibo se producen destrozos en las instalaciones. Muchos exigen el cierre inmediato de Globovisión, la cadena que se ha destacado en su fervor golpista, cuya licencia vence en diciembre, y el control social de los demás medios por parte de “representantes de gremios sindicales y profesionales, asociaciones de derechos humanos, y asociaciones vecinales y populares” (Bloque Sindical Clasista y Democrático). La magnífica movilización del pueblo detiene los planes golpistas. El desánimo y la desesperación empiezan a cundir en las filas opositoras. Además, finalmente la OEA saca una resolución que, en sus puntos principales, exige el respeto a la legalidad vigente en Venezuela.

Esta no es la única provocación que se produce. El 17 de diciembre un agente de Policía de Chacao (un municipio capitalino controlado por la oposición) sale a la luz pública para denunciar un plan para el viernes 20 según el cual la marcha opositora se desviaría hacia el palacio de Miraflores y se provocaría un incidente violento que justificara un golpe de estado contra Chávez.

El fracaso de la oposición

Hasta el momento todos los planes de la oposición han fracasado y eso además agudiza sus divisiones internas. La única excepción es la paralización petrolera que todavía se mantiene. Los esfuerzos de los trabajadores y la actuación del gobierno permiten ahora empezar las tareas de restablecimiento de la producción y el suministro. Además muchas de las medidas que la reacción trata de adoptar para paralizar el país se están volviendo en su contra. El lunes 16 y martes 17 los dos Carlos, a los que se une Juan Fernández (directivo saboteador de PDVSA) lanzan la consigna de un “trancazo” nacional, es decir cortar las calles y principales rutas en Caracas y en todo el país. El propio llamamiento demuestra la debilidad de la oposición ya que Carlos Ortega anuncia como uno de los objetivos del trancazo el garantizar el cierre de los centros comerciales, después de que él mismo había asegurado en incontables ruedas de prensa que ya existía una paralización total del comercio.

En Caracas se produce una situación tensa cuando grupos de bolivarianos acuden a enfrentarse con los opositores que han cortado algunas de las autopistas de acceso. En la mayoría de los casos los cortes de carretera opositores son dispersados por la propia gente, organizada o espontáneamente. Aquí se ve otra de las debilidades de la oposición. Una vez más se demuestra que la movilización del pueblo es capaz de derrotar a las masas de las capas medias enloquecidas. En Maracaibo, la dirigente local del Primero Justicia (la organización reaccionaria más popularmente conocida como Primero Golpismo o Primero Injusticia) decide tomar la iniciativa y cruza su carro delante de unas galerías comerciales. La propia gente que pasaba por el lugar le apartan físicamente el coche de en medio de la calle.

A pesar de las largas colas que tiene que hacer la gente para repostar gasolina, la mayoría identifican claramente quién es responsable: los gerentes y directivos saboteadores de PDVSA. En numerosas ocasiones se dan casos de gente que empieza a criticar a Chávez y a culparle de la escasez de combustible y la propia gente que hace cola les expulsan, abucheándoles o incluso sacándoles el carro de la fila. La propia oposición se da cuenta del ambiente y empieza a pasar de forma machacona un anuncio por televisión “explicando” que el culpable de la falta de gasolina es Chávez ¡por negarse a renunciar a su puesto!

Ya entrada la tercera semana de la protesta opositora se empieza a notar la falta de algunos productos básicos como harina pan y leche fresca. El gobierno anuncia que va a dedicar una partida importante del presupuesto a importar productos alimentarios básicos. Inmediatamente la compañía multinacional Parmalat que controla prácticamente la totalidad de la distribución de leche en el país, temiendo perder cuotas de mercado y beneficios, anuncia que se desmarca del paro y que van a empezar a distribuir rápidamente. Esto de paso demuestra que los que están en “paro” no son los pequeños productores de leche, sino las grandes cadenas de distribución. El caso de la harina es todavía más escandaloso. Su distribución y producción están controladas de forma casi monopolista por el Grupo Polar. Uno de los directivos de la empresa que está jugando con el hambre de millones de venezolanos anuncia ya entrada la cuarta semana del cierre patronal que ellos no son responsables de la falta de harina, sino que sus trabajadores se han sumado al paro voluntariamente. Inmediatamente los trabajadores responden que eso no es cierto. De hecho en varias empresas del grupo Polar, como Mavesa, Promasa, Chivacoa y Remavenca, la mayoría organizadas por el Bloque Sindical Clasista y Democrático, los trabajadores organizaron asambleas en las que se declararon contra el paro empresarial y se encontraron con las puertas cerradas. Además, como explicó el dirigente del Bloque, Orlando Chirinos, el 12 de Abril, el dueño de Mavesa envió una carta a todos los trabajadores felicitándose por el golpe de estado que había derrocado a Chávez.

Otro ejemplo escandaloso de manipulación informativa se produce cuando la oposición anuncia que Chávez deliberadamente excluye del suministro de emergencia a las bombas de gasolina de los barrios que apoyan a la oposición. La situación real es más bien la contraria. En los barrios ricos de la capital, los propietarios de las bombas se niegan a abrirlas, y mientras que en los barrios populares es la propia gente la que les obliga a abrir, en los barrios opositores son los propios escuálidos los que les obligan a cerrar si acaso se les ocurre abrir.

El problema para la oposición es que una vez que en este intento de derrocar a Chávez pusieron toda la carne en el asador y no les va a ser fácil admitir una derrota. En el golpe de Abril ya se destaparon toda una serie de militares golpistas. La mayoría de ellos ya no están en servicio, y eso no porque el gobierno de Chávez haya organizado una depuración seria en las filas de las Fuerzas Armadas, sino más bien porque ellos se han ido declarando en rebeldía y agrupándose en la Plaza de Altamira. Ahora lo mismo va a suceder con los directivos saboteadores de PDVSA. Ellos ya se han destapado y ahora están siendo sustituidos por el gobierno. Esta es una medida por cierto que si se hubiera tomado después de la derrota del golpe de Abril hubiera quitado una palanca de poder a la oposición y hubiera impedido la actual paralización petrolera.

Pero precisamente por lo mucho que se juega la oligarquía en este proceso, las fuerzas revolucionarias no pueden confiarse ni caer en la auto-complacencia. Aunque éste intento de la contra-revolución parece ir perdiendo fuerza lo que es totalmente seguro es que van a intentarlo de nuevo en cuanto les parezca que las condiciones les son propicias.

La táctica del gobierno

Contrariamente a la impresión que se quiere transmitir en Venezuela y en el extranjero de que el gobierno de Chávez es dictatorial y autoritario, la verdad es precisamente lo contrario. La principal crítica que se puede hacer a Chávez y el gobierno que preside es precisamente la de haber tenido demasiado mano blando con la reacción, la de haberles permitido organizar su conspiración golpista sin dar una respuesta seria. Es sorprendente ver como después del golpe del 11 de Abril los únicos que siguen en la cárcel son cinco bolivarianos. Cuatro que utilizaron armas cortas para defenderse de la Policía Metropolitana y los francotiradores de la oposición en Puente Llaguno, cuando los golpistas avanzaban hacia el Palacio de Miraflores, y un locutor de Radio Perola, una radio comunitaria que llamó a la resistencia del pueblo contra el golpe. Algunos de los principales actores del golpe huyeron del arresto domiciliario hacia Colombia y todos los demás andan libres por las calles y plazas del país organizando una nueva conspiración.

Durante el actual cierre patronal el gobierno tardó casi tres semanas en tomar medidas legales contra los directivos de PDVSA y las tripulaciones de los barcos rebeldes. Los medios de comunicación privados se han convertido abiertamente en organizadores de la conspiración golpista y anti-democrática y el gobierno no toma ninguna medida seria contra ellos. Aquí el argumento de que eso no sería democrático no se tiene en pie: lo que es a todas luces anti-democrático es que los cuatro dueños de los medios puedan expresarse libremente y la mayoría de la población no tenga acceso a ningún medio para difundir noticias veraces. Las empresas del grupo Polar deliberadamente están privando al pueblo de productos de primera necesidad y el gobierno no interviene.

Algunos tratan de justificar o explicar la actitud del gobierno diciendo que si éste tomase medidas duras contra los golpistas esto provocaría una reacción internacional en contra y en el peor de los casos que si el gobierno avanzara por la senda de la nacionalización de los bancos y las grandes empresas privadas eso llevaría a una intervención directa del imperialismo. Este argumento, en nuestra opinión es falso por dos motivos. En primer lugar porque la oligarquía local y el imperialismo ya están en contra del proceso revolucionario en Venezuela. El motivo es que las medidas adoptadas por el gobierno de Chávez (particularmente la ley de tierras, la de pesca y la de hidrocarburos), a pesar de que son leyes que se mantienen dentro del marco del sistema capitalista, a la vez atentan contra los intereses fundamentales de los capitalistas nacionales y extranjeros. Además el propio proceso de auto-organización y movilización de las masas que se ha abierto en Venezuela con la revolución bolivariana es, por sí mismo es una amenaza mortal para los intereses de los ricos y poderosos. Por lo tanto, la única manera que tendría Chávez de “no provocar” o “no dar excusas” a la reacción sería precisamente anular las leyes habilitantes y desmovilizar al pueblo. Es decir la única manera de no provocar al imperialismo y a sus agentes locales es poner fin al proceso revolucionario.

Obviamente, una dirección revolucionaria tiene que tener una estrategia inteligente y no debe caer en ninguna provocación de la reacción. Sin embargo la mejor forma de garantizar un proceso lo más estrictamente democrático es tomando medidas severas contra la reacción que ya ha demostrado sobradamente que no está dispuesta a respetar la voluntad del pueblo expresada mayoritariamente en siete procesos electorales. El principal peligro es que la falta de decisión del gobierno están provocando ya una sensación de impotencia entre las masas del pueblo que apoyan el proceso revolucionario. La semana pasada hubo discusiones muy fuertes entre las organizaciones populares de Caracas que querían organizar una movilización que significara pasar a la ofensiva y los dirigentes locales del MVR y PPT que insistieron en que la movilización fuera solamente a PDVSA Campiña que lleva ya semanas protegida por los bolivarianos. La táctica de moderación del gobierno no amansa en absoluto a la oposición reaccionaria y sin embargo corre el riesgo de desmovilizar, desorientar y desalentar a los revolucionarios.

En segundo lugar, una intervención directa del imperialismo de EEUU en Venezuela es harto improbable, y de producirse no sería un paseo militar. Después de la caída del estalinismo en la Unión Soviética muchos sacaron la conclusión de que ahora el imperialismo ianqui es todopoderoso y puede intervenir con éxito en cualquier parte del mundo. Pero, aunque es cierto que la fuerza militar de Washington es inmensa, no lo es su capacidad de intervenir contra el movimiento revolucionario de las masas en cualquier país, ya que esa ecuación no se resuelve desde un punto de vista meramente militar sino sobretodo político. La principal debilidad del imperialismo en estos momentos es precisamente la propia crisis del sistema capitalista a nivel internacional que empuja a las masas en todo el mundo a la lucha. En América Latina no hay un solo régimen burgués estable. Una intervención militar directa de los EEUU en Venezuela para sofocar un proceso revolucionario se encontraría con una resistencia feroz y además provocaría levantamientos revolucionarios de masas en todo el continente y también se encontraría con una oposición en los propios EEUU, dónde los latinos representan ya la primera minoría étnica.

En este sentido es importante que la revolución bolivariana haga un llamamiento claro a la solidaridad internacionalista. Durante el actual cierre patronal se han producido ya importantes muestras de apoyo, desde manifestaciones en Argentina y Chile, a mensajes de solidaridad de organizaciones obreras y populares de Ecuador, Argentina, Europa, Estados Unidos, e incluso más importante, el ofrecimiento de los trabajadores petroleros colombianos a colaborar en el restablecimiento de la producción y refinado de petroleo sin remuneración económica.

El proceso revolucionario en Venezuela se ha convertido en un punto de referencia para el movimiento obrero y de los pueblos en toda América Latina. El sueño de Bolívar de una América unida se expresa hoy en la consigna de una Federación Socialista de América Latina, y la lucha por conseguirla es la forma más eficaz de prevenir y derrotar cualquier intento de intervención imperialista.

La cuestión de las Fuerzas Armadas

Una de las peculiaridades del proceso que se ha abierto en Venezuela es que un sector importante de las fuerzas armadas se identifica abiertamente con la revolución, y en el caso del propio Chávez, incluso ha tomado la iniciativa. Sin embargo, a pesar de que muchos militares golpistas ya han salido del ejercicio en activo, eso no nos tiene que hacer pensar que la cuestión del poder militar ya está resuelta. Sin ninguna duda quedan todavía militares reaccionarios dentro de las fuerzas armadas y también otros que aunque por el momento defiende la institucionalidad vigente pueden pasarse al bando de la reacción si las circunstancias son propicias. La estructura del ejército no ha cambiado en lo fundamental. Independientemente de las simpatías de muchos oficiales, la cadena de mando, la composición social del alto mando, etc. hacen que este sea todavía un ejército burgués, que en última instancia no puede mantenerse neutral ante un proceso revolucionario. La experiencia de Chile en la que un militar constitucionalista, Pinochet, fue el que dio el golpe de estado contra el gobierno de Allende debería servir de advertencia de los peligros de mantener intactas las fuerzas armadas en un proceso revolucionario.

Existen ya organizaciones bolivarianas dentro de las fuerzas armadas, aunque por ahora actúan en condiciones de semi-clandestinidad, y se ha avanzado bastante en la confraternización entre los soldados y los oficiales bolivarianos y el pueblo movilizado ante las refinerías, pozos petrolíferos, edificios de PDVSA, etc. El inicio de la organización de los reservistas también es otro aspecto muy importante. Estos han sido llamados de forma voluntaria y cumplen misiones de trabajo social en las comunidades. Estas tareas se realizan de forma democrática e implicando a la propia comunidad en el proceso de decisión y ejecución de los proyectos (construcción de escuelas, carreteras y calles, etc.). Esto es muy importante ya que los reservistas que se han presentado son particularmente aquellos que han estado más implicados en el proceso revolucionario, en organizaciones de círculos bolivarianos, en sindicatos clasistas, etc. De esta manera se pueden reforzar los lazos existentes entre los trabajadores y el pueblo y los soldados y oficiales revolucionarios.

Sin embargo esto por sí mismo no es suficiente. Ante el peligro de un golpe de estado reaccionario hay que hacer entrar la democracia dentro de los cuarteles. Que los soldados puedan organizarse libremente y discutir su participación en el proceso. Que los oficiales sean también sujetos a elección y a referendos revocatorios. Los oficiales revolucionarios no tendrían nada que temer de un proceso de este tipo que no haría sino reforzar su autoridad ante la tropa y ante el pueblo.

Además, para que las fuerzas armadas se fundan con el pueblo es necesario que estas organizaciones bolivarianas de soldados envíen delegados a las asambleas populares y viceversa. Finalmente, ante la oleada de atentados contra dirigentes populares, contra organizaciones bolivarianas y la evidencia creciente de que la reacción está armada, es necesario que los círculos bolivarianos y las organizaciones obreras y populares discutan seriamente el problema de su seguridad. En cada barrio, en cada fábrica y en cada comunidad las organizaciones y asambleas deberían elegir a un grupo de compañeros de confianza que bajo la dirección de la asamblea empiecen a tomar medidas defensivas, a hacer un recuento de qué armas se disponen, de que conocimientos técnicos se disponen, con qué sectores de las fuerzas armadas se está en contacto y qué planes de contingencia se deben establecer.

Los revolucionarios estamos en contra del derramamiento de sangre y de la violencia sin sentido. Sin embargo, visto que la oposición está fuertemente armada (en la Plaza Altamira hay gran cantidad de armas largas, controlan diferentes fuerzas de policía en el país, se hace acopio de armas en los barrios escuálidos), la mejor manera de minimizar el derramamiento de sangre es organizarse para desarmar al enemigo que ya ha demostrado que está dispuesto a provocar un baño de sangre para ahogar a la revolución. Los mismos que ahora exigen contarse mediante la celebración de elecciones anticipadas, son los mismos que organizaron el golpe de estado del 11 de Abril. Durante las 36 horas del golpe estos “demócratas” se presentaron en los barrios populares con listas de dirigentes populares y revolucionarios a los que había que eliminar.

La necesidad de la organización del proceso revolucionario

La revolución bolivariana ha abierto un proceso de politización y de organización de las más amplias masas de los oprimidos. Los trabajadores, pero particularmente los sectores más pobres de los barrios populares que nunca participaron en política, a los que se excluyo deliberadamente de todo proceso de toma de decisiones, por primera vez en su vida han tomado su propio futuro en sus manos. En este proceso han surgido miles y quizás decenas de miles de organizaciones en los barrios, las parroquias, las comunidades, las fábricas, los puestos de trabajo, etc. Círculos bolivarianos, juntas parroquiales, corrientes clasistas dentro de los sindicatos que se han fortalecido, comités de tierra urbana, comités de campesinos, organizaciones de estudiantes, etc. La capacidad de iniciativa del pueblo no tiene límites. Además la formación de organizaciones revolucionarias de base se aceleró a raíz del golpe del 11 de Abril y su derrota por parte del pueblo. Esos acontecimientos hicieron más candente ante los ojos de los trabajadores y los pobres del campo y la ciudad la necesidad de organizarse para defender y profundizar la revolución.

Sin embargo, hasta el momento, la principal debilidad del movimiento revolucionario ha sido la falta de coordinación, la inexistencia de foros u organismos de unificación de todas estas organizaciones a nivel de parroquia, municipio, estado y sobretodo nacional. Se han hecho algunos esfuerzos en esta dirección con la formación de Alianzas Populares, Coordinadoras Populares, y también la celebración del Encuentro Nacional de Organizaciones Populares y el Encuentro Nacional de Trabajadores a finales de Agosto principios de Setiembre.

Sin embargo sigue faltando una estructura organizada que permita al movimiento popular compartir y generalizar la experiencia de lucha a todos los niveles, coordinar sus actividades y sobretodo que permita que el pueblo dirija el proceso de forma democrática a través de sus representantes elegidos y revocables. Los partidos políticos que forman la base del gobierno de Chávez han demostrado ser incapaces de poder canalizar y organizar a las amplias masas que se movilizan en las calles y darles un cauce organizativo. El MVR y el PPT, entre otros, son principalmente maquinarias electorales que no responden de manera directa al sentir del pueblo. La ausencia de este control por parte de la base ha sido uno de los factores que ha permitido que todo tipo de carreristas y oportunistas se sumaran al porta-aviones Chávez para luego traicionar el proceso por un plato de lentejas. Aunque algunos de los peores arribistas ya se han pasado a la oposición no hay ninguna duda de que todavía hay muchos parlamentarios y dirigentes nacionales y estatales de estos partidos que siguen apoyando el proceso por su propia conveniencia.

Es absolutamente vital fortalecer las organizaciones populares y coordinar y centralizar su trabajo a través de la celebración de asambleas populares en todas las parroquias, fábricas, puestos de trabajo y cuarteles, que elijan representantes a coordinadoras locales, estatales y nacionales. Estos representantes deberían de ser elegidos por las propias asambleas populares y revocables en cualquier momento, de tal manera que representen fielmente el sentir de los trabajadores y el pueblo movilizado. Como medida inmediata debería convocarse un plenario nacional de emergencia de representantes de todas las organizaciones obreras y populares. La consolidación de una estructura de este tipo garantizaría que son los propios trabajadores y el pueblo los que tienen la dirección de la revolución y que esta no se negocia ni se concede en mesas de negociación en las que el pueblo no está representado.

El movimiento obrero y la necesidad de una organización marxista

Hasta el momento, los trabajadores no habían jugado un papel independiente en el proceso revolucionario, sino que habían participado en él como parte del pueblo en general. Sin embargo durante el actual paro patronal se ha puesto de relevancia la importancia del movimiento obrero organizado para la victoria de la revolución. Al fin y al cabo son los trabajadores los que hacen funcionar la economía del país. Los trabajadores de las industrias básicas han decidido conscientemente seguir trabajando e incluso han tomado medidas de lucha directa contra el sabotaje del suministro de gas. Un gran parte de los trabajadores petroleros de base han jugado un papel clave a la hora de empezar a restablecer el suministro de combustible. Finalmente en la empresa privada la mayoría de trabajadores se han opuesto al paro, pero salvo en contadas excepciones no han tomado todavía la iniciativa de abrir las fábricas bajo control de los trabajadores. Lo que sí ha quedado claro es que la cúpula burocrática de la CTV, “elegida” en un proceso electoral totalmente fraudulento, no representa los intereses de la mayoría de trabajadores organizados.

Sin embargo Fuerza Bolivariana de Trabajadores, que se organiza como una corriente dentro de la CTV, es todavía muy débil en sus estructuras y fuerza organizada. La tarea de todas las corrientes clasistas y democráticas dentro del movimiento sindical es la de coordinar sus esfuerzos a nivel nacional para arrebatar las organizaciones de los trabajadores a los burócratas corruptos que las han venido secuestrando desde hace años. Que esto se puede hacer queda claramente demostrado por las victorias y avances de tendencias clasistas como La Jornada entre los trabajadores petroleros en el oriente y otras organizaciones de petroleros en otras partes del país, del Bloque Sindical Clasista y Democrático en Carabobo, de los compañeros de El Topo Obrero en Lara, de los sindicalistas de las industrias básicas en Guyana, y muchos otros ejemplos en todo el país de sindicatos y sindicalistas individuales que están siguiendo una línea clara de independencia de clase y sindicalismo combativo. A partir de la experiencia de la lucha contra el actual cierre patronal es necesario pasar a la ofensiva con una lucha decida y organizada para arrebatar la CTV a la burocracia golpista de Carlos Ortega. Esta es una lucha con posibilidades de victoria, pero aún en el caso de que las maniobras y artimañas anti-democráticas de la cúpula burocrática y golpista de la CTV consiguiera mantener el control formal de la CTV, la propia lucha contra la burocracia crearía las condiciones para la refundación de una central unificada de trabajadores con un carácter de clase.

Pero además de esta unidad y centralización necesarias del movimiento revolucionario y el avance del sindicalismo combativo y democrático, es necesaria la creación dentro del propio movimiento de una tendencia marxista claramente definida y con objetivos claros. Para nosotros, como marxistas, está claro que el proceso revolucionario, para poder defenderse contra la reacción, necesita profundizarse en la dirección de la toma de los medios de producción por parte de los trabajadores, el control obrero democrático de las industrias estatales, el control democrático de los medios de comunicación por parte de los trabajadores de los medios y las organizaciones populares, y un llamamiento internacionalista a defender y extender la revolución en toda América Latina. En una palabra el proceso revolucionario en Venezuela sólo puede triunfar si avanza en una dirección socialista e internacionalista.

Chávez en algunas declaraciones se ha pronunciado por un “capitalismo humanista” y ciertamente su proyecto político es nacionalista y contra el imperialismo, pero no va más allá de los límites del sistema capitalista. Sin embargo el problema es que en la época de dominación del imperialismo, la posibilidad de desarrollo nacional del capitalismo es extremadamente limitada por no decir inexistente. La única manera de defender la soberanía nacional y de utilizar las enormes riquezas del país en beneficio de la mayoría de la población es expropiando a la minoría de oligarcas parásitos que las controlan y empezando una lucha internacional por librarse del yugo del imperialismo. Es decir, mediante la lucha por el socialismo internacional. És esta contradicción unida a la presión del pueblo movilizado la que podría incluso forzar a Chávez a ir más allá de sus propias intenciones.

El ejemplo de la revolución sandinista en Nicaragua debería servirnos de ejemplo. Cuando el FSLN llega al poder en 1979 se plantea una revolución solamente nacional y deja en manos de un puñado de empresarios la mayor parte de los medios de producción. De esta manera las fuerzas de la reacción pueden combatir a los sandinistas no sólo mediante la organización de las fuerzas paramilitares de la contra (armada y financiada por los EEUU) sino también mediante el sabotaje y la desorganización de la economía desde dentro. Esta situación provoca un desgaste enorme del proceso revolucionario hasta que al final la contra- revolución triunfa a través de un proceso electoral.

Habrá seguramente compañeros dentro del movimiento revolucionario que todavía no vean claramente la necesidad de adoptar una perspectiva socialista. Los marxistas revolucionarios deben de participar activamente dentro del proceso y ser los más enérgicos luchadores contra la reacción, explicando al mismo tiempo la necesidad de empujar el proceso de transformaciones hacia adelante. Estamos convencidos que la propia experiencia de la lucha conjunta por la defensa y la profundización de la revolución les hará comprender la corrección de nuestros planteamientos. Pero para eso es necesario organizar una organización marxista que participe en la revolución con ideas abiertamente socialistas y que se enraíce en el movimiento popular y particularmente dentro del movimiento obrero. Una tendencia de este tipo conectaría muy rápidamente con el sentir de las masas que exigen mano dura y la profundización del proceso como única manera de defenderlo y alcanzaría en un corto periodo de tiempo un eco masivo.

El movimiento revolucionario en Venezuela tiene enormes reservas de apoyo entre las masas de los trabajadores y los más oprimidos en Venezuela que representan la inmensa mayoría de la población. Este es un proceso que les ha despertado a la vida política por primera vez, que les ha dado dignidad y una visión de un futuro mejor por el que luchar, la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida, de participar en la gestión de su destino. Si esta magnífica energía revolucionaria se dota de una organización nacional disciplinada y de la única teoría revolucionaria que puede llevarla a la victoria, el marxismo, no habrá fuerza que pueda detenerla.

La revolución no se negocia, se defiende y se profundiza
Por el control democrático por parte de los trabajadores de la economía y los medios de comunicación
Por la Federación Socialista de América Latina


Jorge Martín
Caracas/Barcelona
Diciembre 2002

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