Palabreo

Mala leche la tuya, señorito

Con tus antecedentes parecía que todo apuntaba a que en cualquier momento te sentaras en la silla de Miraflores. Ponte a ver, señorito, tuviste en la niñez los juguetes que se te antojaban, la juventud la viviste de pinga, de bonche en bonche, sin participar en una manifestación que pusieran a riesgo de un peinillazo tus nalgas. Te fuiste a estudiar al exterior, no por ser el "cerebrito" de tu generación, sino porque tus padres le han sacado los suficientes centavos a este país. Tenías a mano hasta la ropa interior de tu gusto para ir a la universidad o a las bacanales normales en la juventud, en especial a esa juventud proveniente de buenas familias.

Cuando quisiste meterte en el embrollo de la política no tuviste que andar pegando afiches, ni darle vivas al viejo Caldera, menos a ese ordinario de Herrera Campins, ni te viste obligado a asistir a reuniones fastidiosas de comités de base; a lo mejor ni siquiera tuviste necesidad de convencer a un amigo de que votara por Copei. No, sólo te antojaste de ser diputado y volvió a funcionar la billetera del viejo. Ah, ¿cuánto es eso? Y chinchín se pagó lo acordado para que tuvieses tu curul. Lo más probable es que los ingresos por la dieta parlamentaria los usaras en bagatelas o en noche locas. Los centavos duros venían de la familia o, para decirlo un poco a lo marxista, de la plusvalía, o en términos más a lo horda chavista, del sudor y la sangre de los trabajadores al servicio de ustedes.

Me permito citar a una dirigente adeca de entonces, quien se refería a tí como caprilito. Ella te escribió (o, describió, para ser precisos) en enero del 2000: "¡Demasiada televisión y poco conocimiento jurídico, jovencito! Usted es expresión pura de lo peor que hicimos en la Cuarta República: encaramar gente sin méritos, privilegiar el poder económico sobre la trayectoria humana, irrespetar el liderazgo regional importando diputados, encumbrar nulidades engreídas y pensar que a realazos se podía comprar todo".

Bueno, el billete siempre adelante, señorito. Por esa vía fuiste alcalde para convertiste en perseguidor oficial de chavistas los días 12 y 13 de abril del 2002, asaltaste una Embajada y participaste de forma pública y notoria en un Golpe de Estado, pero no hubo juez que te encanara. Billete mata justicia. Ni siquiera la más leve amonestación porque siendo una autoridad dentro del Estado te pusiste a derrocar ese mismo Estado.
Poco después usaste tu condición de Alcalde para formar parte de un paro nacional que tenía un objetivo: tumbar al Presidente Chávez, democráticamente electo. Nadie te llevó a prisión por semejante violación al Estado de derecho.

Más tarde te lanzaste cual delincuente desatado a armar guarimbas contra el orden, con la misma idea: acabar con el gobierno. Se repitió la historia: billete mata justicia. Un caprichito más para el señorito de buena familia.

Pero eso sí, no te funciona lo de billete compra al pueblo; al menos, no con la mayoría del pueblo, pues se han visto casos.

Viste tu gran oportunidad en la enfermedad del Presidente Hugo Chávez. "Listo, te dijiste, ese hombre todo tatareto no va a ganarme en la campaña". Tan cerca del triunfo te sentías que hasta prometiste que te casarías. El Comandante Eterno te barrió, aunque estuviese mal herido. Por varios meses dejaste de hablar del temita del matrimonio.

Casi que bailas de la contentura el fatídico 05 de marzo del 2013. Apenas se terminaban de sembrar los huesos del Comandante Supremo, le quitaste el poldo del olvido a la promesa matrimonial. Es que te viste entrando triunfal a Miraflores. Bien atildado, acompañado por las mejores familias del país, sin chusma. Pero tampoco pudiste.

Entonces, te dio por creerte Presidente, acusando al camarada Nicolás Maduro de tramposo. Mandaste a la gente a la calle a buscar sangre. Pero ya todo el mundo en el país y en el exterior ha reconocido como Primer Mandatario al dirigente obrero, y eso te carga de lo más arrecho, pues hasta los empresarios y universitarios que te apoyan, el gobierno gringo y otros de tus aliados le han tendido la alfombra a nuestro Presidente electo.
A pesar del billete de la familia, qué mala leche la tuya, te envainó un obrero, aunque la plusvalía te la sigues gozando.



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Pedro Salima


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