El efecto talanquera

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En el concurso permanente de momentos indignos de nuestra televisión, el seguro ganador es la aparición de Luis Miquilena el 11 de abril para vender un tercio de la fracción parlamentaria elegida con votos bolivarianos, meta la mano, meta la mano, dos por el precio de uno, y nadie le hizo caso. Una vez que la oferta y la demanda fijaron el precio de mercado de los legisladores subastados, vale decir, cero, éstos decidieron aceptarlo y saltaron de todos modos la talanquera por parejería, dejando con un palmo de narices a los bolivarianos que hicieron cola para elegirlos y llevaron plomo por mantener abierta la Asamblea Nacional para que practicaran garrocha. Una cosa piensa el votante y otro el que salta la talanquera.


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Pero, ¿cómo garantizar que el elegido se burle del elector? Existen varios recursos para lograrlo. El infalible consiste en que no pierda nada con ello. Haga memoria el lector sobre los tránsfugas de abril. No podrá hacerla. Ni trayectoria, ni obra, ni nombre. Ni una iniciativa. Ni una idea. Ni un compromiso. Ni un sacrificio.

Ni un gesto. Ni un mérito. Ni una posición.

Ni una rebeldía. Nada. Pero nada de nada. Ni leyendo las listas se aviva el recuerdo.

Ni colocándolos en orden alfabético, ni barajándolos, ni leyéndolos del revés al derecho inspiran algo. Surgidos del procerato de la nulidad, sin solución de continuidad se precipitaron en el marasmo del anonimato. Lo mismo hubiera dado elegir uno solo para que alzara la mano por todos.

Parecía la célebre película italiana: Audaz golpe de los desconocidos de siempre. Nadie se explica cómo llegaron a candidatos de una revolución bolivariana personajes con huellas digitales, rostros y cerebros unánimemente lisos.

Así cualquiera se atreve a lo que sea. Los personajes de un cuento de García Márquez hacían sus necesidades en la calle usando máscaras para que no los reconocieran.

Los saltarines no las necesitaban: sin ellas, tampoco los hubieran reconocido.

En cambio, nadie se imagina a Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco ni Juan Pablo Pérez Alfonso saltando una talanquera.

Con ella hubieran destruido una reputación.

En Cuba el Poder Legislativo es apretado compendio de lo más brillante, competente y conocido de la sociedad. En Venezuela una fracción parlamentaria anónima sobrevoló la talanquera a la primera algarada. Cuba lleva cuarenta y ocho años resistiendo, y los que faltan.


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Si el anonimato no basta para provocar la cabriola, urge seleccionar al volantín que lleva la talanquera bajo el brazo por su falta de contacto con las bases sociales. Mientras menos dependa la curul del pueblo, menos se considerará obligado a respetarlo su ocupante. Parlamentario que debe su postulación a obreros, campesinos, artesanos, camaradas, gremios, células, públicos, masas, audiencias, comités, brigadas, unidades, cerros, calles, barrios, cooperativas, círculos y cofrades ni de broma se arriesga a una voltereta que dejará carente de base su carrera política. Congresista sin piso social propio, ya está en el aire.


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Para ahorrarle a los atareados congresistas fatigarse con tanta brincadera, es imprescindible elegir con los votos propios a quienes de una vez ya están del otro lado. La oligarquía jamás dará nada al pueblo, pero el pueblo sí puede dar su voto para que un injerto de neoliberal con secesionista promueva una ley para privatizar ríos, lagos y lagunas de Venezuela.

Y de ñapa reelegirlo a ver si ahora privatiza el aire. En lugar de mandar un equipo de la Sanidad a fumigar la dependencia de la Asamblea donde se engendró algo llamado Ley de Casinos, y de encerrar en cuarentena indefinida a quienes alzaron, no digo el brazo, aunque fuera el meñique por un texto que convierte a la República en garito, conviene reciclarlos a ver si ahora sancionan una Ley de Promoción y Protección de la Prostitución Infantil o un Estatuto Orgánico de Fumaderos de Opio. O una Ley de Estupefacientes que legaliza de nuevo la publicidad televisiva del alcohol. Bolívar jamás hubiera promulgado tales leyes. Así se empollan escándalos parlamentarios como el que derribó a De La Rúa y el que está minando la reelección de Lula. Quien duerme con el enemigo amanece orinado. La revolución cubana acabó con los casinos. Esperemos que los casinos no acaben con la bolivariana.


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Sentenció Marx que quien no vive como piensa, termina pensando como vive. Si tras técnicas tan contundentes todavía queda alguien fiel a sus principios, cámbiale la vida: el nivel de vida. Se juzga tolerable el salario mínimo cuando el sueldo propio lo supera 30 veces. Facilita aceptar la inflación, el cobrar en unidades tributarias invulnerables a ella. Nadie encuentra injusta la informalidad cuando sus prestaciones equivalen a seis meses de salario. Nada tan atractivo como privatizar las aguas mientras siga privatizado el whisky de 18 años. Nada bueno tiene la miseria, pero se la ve bien desde lejos.

En Cuba la elección para el Poder Legislativo no trae consigo prebendas: es comisión de servicio que conserva el sueldo anterior. Filtro infalible para separar a los interesados en la paga de los interesados en la función.


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Con tan sanos principios fueron designados durante cuarenta años los congresantes de la Cuarta República, salvo las honrosas excepciones del caso.

Todos las conocemos. Pero una institución y una revolución no pueden vivir de excepciones. Así empiezan a salir leyes que a los pocos meses hay que mandar a recoger, como cauchos o camionetas defectuosas, hasta que el pueblo manda a recoger la fábrica. De tanto saltar la talanquera desde las filas populares hacia el cuánto hay pa’ eso, terminaron los tribunos de la Cuarta brincando las rejas del difunto Congreso Nacional entre la generalizada burla de sus electores. Cuando se elige representante, hay que preguntarse qué representa, si nos representa o si está representando. Vienen tiempos difíciles; no podemos enfrentarlos con parlamentarios fáciles.


“Mientras menos dependa la curul del pueblo, menos se considerará obligado a respetarlo su ocupante”


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Luis Britto / Ultimas Noticias

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. http://luisbrittogarcia.blogspot.com

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