Nueva Orleans, Waterloo del neoliberalismo

Las dimensiones, repercusiones económicas y sociales de la catástrofe telúrica ocurrida en Nueva Orleáns pudiera convertirse en el waterloo del neoliberalismo. Se dice que la cadena revienta por el eslabón más débil. Las contradicciones de naturaleza geográfica, económicas y sociales acumuladas en Nueva Orleáns, la convierten en el eslabón más débil de la pirámide social estadounidense. Desde su fundación por los franceses en 1718, quedó flanqueada como en una fortaleza de agua: por el brazo principal del delta del río Misisipí, el lago Pontchartrain y la costa del golfo de México. Desde su nacimiento Nueva Orleáns creció amenazada por el desbordamiento de las aguas. Creció bajo la amenaza de una inundación anunciada.

Por su ubicación geográfica, es el puerto de entrada a la gran red fluvial del Misisipi con sus afluentes, el Arkansas, el Ohio, el Missouri y otros grandes ríos; red fluvial por medio de la cual se realiza el intercambio desde el interior de EE.UU. y con el resto del mundo. Por su ubicación geográfica Nueva Orleáns constituye el punto de arranque que sirvió para planificar redes ferroviarias y autopistas hacia las principales ciudades del interior; redes terrestres que en parte sustituyeron la fluvial para el intercambio comercial, el transporte de petroleo y gas que se produce en el golfo de México, así como la gasolina de sus ocho refinerías. En el trajinar de siglos, se transforma en el principal puerto fluvial y marítimo de EE.UU. y quinto del mundo, por donde se trasiega comercio, industria, desarrollo y cultura. A Nueva Orleáns llegaban de Africa los barcos con el cargamento de esclavos que van a crear riqueza en la plantaciones de algodón y tabaco de los estados racistas del Sur. La cultura francesa de su arquitectura sirve de escenario a la cultura afro descendiente que marca para siempre su idiosincrasia, como cuna del jazz, el blue y capital del budú. Como ciudad puerto, es ciudad libre, abierta a todas las influencias, de allí su inconfundible cultura. Puede haber dos o tres Paris, Roma o Buenos Aires, pero, Nueva Orleáns, sólo hay una. Se dice que era una de las ciudades más bellas de los EE.UU. y el verbo lo conjugamos en pasado, porque la destrucción causada por Katrina sella su futuro de reconstrucción modernista por la desaparición de la arquitectura francesa, que podrá ser imitada, mas no tendrá el calor y color añejo que da el tiempo. El 70% de la población es afro descendiente, lo cual en un país racista, convierte a Nueva Orleáns en el eslabón más débil de la cadena de profundas contradicciones creadas por el capital y agudizadas por el neoliberalismo.

Valga esta breve introducción para tratar de señalar porque Katrina, como fenómeno telúrico que periódicamente se presenta en Centro América, islas del Caribe o la Florida; en Nueva Orleáns adquiere dimensiones catastróficas, a pesar de ser un desastre anunciado, no sólo por la amenaza de las aguas que la circundan; sino además, por ser zona de huracanes que al desatar su furia deja tras de sí viviendas y edificaciones demolidas; plazas y avenidas inundadas; muros de contención de las aguas que por los cuatro costados flanquean la ciudad, rotos; y destapa esa caja de sorpresas que guarda la podredumbre de un sistema económico vestido con el disfraz de la opulencia, que le ofrece el poderío militar y económico; pero, carcomido por el cáncer de la deshumanización.

La fuerza demoledora de Katrina, fenómeno natural, es muy similar a la fuerza destructiva del poderío militar, fenómeno humano, que el imperialismo descarga sin motivo o con inventados pretextos, sobre pueblos y naciones (Vietnam, Panamá, Granada, Nicaragua, Yugoslavia, Afganistán, Irak); guerras con bombardeos tan demoledores como Katrina. Por lo ocurrido en Nueva Orleáns, vale preguntar ¿Será que en la naturaleza existe la ley de la compensación?

En Nueva Orleans el neoliberalismo muestra su incuria ante situaciones en donde el humanismo es el verdadero motor para enfrentar la catástrofe, y no el neoliberalismo por su vil interés económico. En Nueva Orleáns, Katrina descargó su furia telúrica; pero el neoliberalismo descarga su odio racista y su incompetencia para resolver problemas relacionados con la seguridad de las poblaciones; la atención de las victimas; el apoyo a los damnificados; la evacuación; el salvamento; la salud, el alimento, el consuelo y la vivienda. Transcurren los días y aquel caos social de organizada desorganización, nunca visto en situaciones similares en otras latitudes, en Nueva Orleáns y poblaciones periféricas, no encuentra salida

El neoliberalismo invierte grandes presupuestos en bases militares en todo el planeta (más de 700); pero, no invierte en la construcción de unos muros o diques de contención de las aguas para garantizar la seguridad de la ciudad, puerto de entrada al interior de los Estados Unidos y sede de la cultura musical más aplaudida en el mundo.

El neoliberalismo ante el desastre provocado por Katrina, se queda de manos atadas para responder con medidas acertadas a la tragedia. No tiene ojos para ver a los cientos y miles de damnificados, salvar sus vidas, protegerlos, suministrarles las necesidades elementales de salud y alimentación. Pero si tiene ojos para ver la “bendita” propiedad privada. Y para protegerla moviliza tropas y policías con la orden de disparar contra la población hambrienta que deambula proscrita y desahuciada en busca de un pan o de refugio para guarecerse. En lugar de salvar vidas, recoger a los muertos, ayudar a los damnificados, el único y mayor interés es protege la “bendita” propiedad privada.

Al neoliberalismo, Katrina le quitó la careta de la tan mentada seguridad nacional.¿Cuál seguridad? La seguridad comienza por casa. La seguridad no está en agredir pueblos en otras latitudes con el pretexto del terrorismo o de inexistentes armas de destrucción masiva . La seguridad en el caso de Nueva Orleáns estaba en la construcción de unos diques para contener las aguas del lago, del río o del mar; pero el presupuesto destinado a tales fines, fue desviado al financiamiento de la guerra en Irak o el mantenimiento de bases militares en las fronteras de Rusia o China, el Paraguay, Bolivia o Colombia,.para la agresión y el amedrantamiento. El presupuesto militar gringo esta tan comprometido en la agresión contra los pueblos del mundo, cuyo subsuelo guarde alguna riqueza, que olvidaron velar por las cuestiones más elementales de la población estadounidense.

Katrina le quitó la careta al neoliberalismo y a la seguridad social. El 40% de la población del país más poderoso, carece de asistencia hospitalaria. La pobreza manifiesta en la población afro descendiente de Nueva Orleáns, es similar a la existente en Níger, Sudán o Etiopía. Allá por la inclemencia del desierto, en Estados Unidos por la inclemencia del neoliberalismo.

El “sueño americano” ¿dónde quedó? ¿En que aventura guerrerista se esfumó? Como dijera el poeta “¿qué fue de tanto galán, que fue de tanta invención? ¿Cómo trujeron?”

La derrota del neoliberalismo por Katrina en el campo de batalla de Nueva Orleáns, es una nueva Waterloo. Y detrás de Waterloo hay una Santa Elena esperando. Desde hace tiempo, la isla perdida en el atlántico Sur, reclama a Bush y sus halcones-gallina, con sendas dosis de estricnina, por sus agresiones contra Irak, Afganistán, Colombia, los pueblos del mundo y contra su propio pueblo.

Ante la catástrofe de Nueva Orleáns, el sentimiento de solidaridad hacia los damnificados recorre el planeta. Llueven las ayudas en gesto de fraternidad hacia el país cuya geopolítica se fundamenta en la agresión y la guerra. Vale preguntarse ¿hay justificación en ese gesto noble de ayuda, hacia el país que con su poderío militar amenaza la estabilidad de los gobiernos, la seguridad de las naciones y realiza la rapiña sobre las riquezas? Vale preguntarse ¿El gesto es de solidaridad hacia la ciudad de Nueva Orleáns o de servilismo ante el Imperio? Los ofrecimientos de 1500 médicos por el pueblo de Cuba y las ayudas del pueblo bolivariano de Venezuela, cuyos gobiernos no pueden ser señalados de serviles ni de lacayos, no ha sido aceptado. ¿Por qué la discriminación? ¿Qué es lo que se acepta, la solidaridad o el lacayismo?

Las consecuencias económicas, sociales y políticas que deja Katrina, unido a la crisis de energía y la derrota militar del Imperio en Irak, Afganistán y Colombia, nos trae a la memoria la frase de Mao Tse Tung, “El imperialismo es un tigre de papel”.

En Nueva Orleáns el neoliberalismo encontró su Waterloo.

leonmoraria@cantv.net


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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