Nicolás Maduro, ante una nueva etapa del socialismo

Cuentan que, cuando Carlos Marx se encerraba por mucho tiempo en su habitación a escribir, a veces hasta se le olvidaba alimentarse. En una de las salidas de su cuarto de estudio, su padre le preguntó: “Hijo, en qué nuevo libro estás trabajando ahora?” y Carlos le respondió: “El capital, papá, se llama el capital” “¿El capital?”, preguntó el viejo –¡Pero hijo! ¿En vez de escribirlo, porqué no te dedicas a amasarlo?”

Esta curiosa anécdota explica muy bien las miradas antagónicas arrojadas a un mismo tema. En una, se desea amasar dinero y concentrarlo; en otra, reflexionar sobre el fenómeno. Con El Capital, Marx no sólo fundó la Economía Política moderna, sino que creó una Escuela, el Marxismo, que entre otras cosas explicó las principales aberraciones y desviaciones de la economía capitalista en la sociedad industrial y, con éstas, el concepto de alienación. Al mismo tiempo, propuso un modo más justo y sensato de implementar ese capital, producto de la fuerza del trabajo humano en la sociedad industrial avanzada: el socialismo. A partir de esta obra, se abrió un compás conceptual para observar el funcionamiento de ese capital, manejado con un sentido comunitario de justicia. Cuando a este modo de vida comunal se le comenzó a llamar comunismo para contrastarlo al de capitalismo, de inmediato la propaganda adversa lo intentó identificar con la imagen de un Estado todopoderoso que pretendía controlar las ganancias o ingresos de empresas o personas, expropiando a las instituciones para apropiarse de todo, y tener así un dominio absoluto del poder.

Esta idea totalitaria --surgida del estalinismo y del burocratismo soviético-- se acuñó en la cultura de masas y se la manejó en lo sucesivo acudiendo a la imagen de un Estado insaciable y devorador que se adueña de propiedades personales, viviendas, autos, tierras, --y hasta de los jóvenes para lavarles el cerebro-- y chantajea acudiendo a la manipulación ideológica, para mantenerse todo el tiempo detentando ese poder. Por su parte, el capitalismo manejó siempre la idea de ostentar una democracia en estado puro, y la de una libertad de empresa y de expresión como garantes del progreso y el éxito personal, el disfrute y el goce sin cortapisas ni límites, sin mayores obstáculos para lograr los objetivos individuales que serían modelos a seguir: realización personal a través de la acumulación de dinero, la riqueza pecuniaria como meta última para lograr felicidad.

Pero esta construcción del capital personal se hacía a costa de la injusticia e infelicidad de otros, esto es, de una mayoría, de las grandes masas trabajadoras que nunca tendrían la opción de realizarse ni personal ni comunitariamente anestesiadas por una ideología, es decir, por formas de enmascaramiento de la realidad fundamental económica: falsas ideas, supersticiones, atavismos religiosos, símbolos manipulados por el capitalismo de estado y la publicidad. En este caso, la clase dominante oculta sus verdaderos propósitos por medio de ésta. La ideología es otra idea acuñada y desarrollada por Marx.

Es inevitable que una tendencia política, estética, económica, social o filosófica se acuñe mediante una palabra-concepto (y el sufijo ismo) dentro de la corriente de una tradición o de la historia. Cualquier “ismo”: nacionalismo, patriotismo, fundamentalismo, maoísmo, socialismo, capitalismo, nazismo, liberalismo, militarismo, humanismo, bolivarianismo, patriotismo o chavismo son tendencias de alta carga semántica, por cuanto ellas expresan en cada época o contexto conexiones vitales de la mente humana cuando ésta desea construir ritos, eventos, mitos, figuras simbólicas. Pensadores, teóricos, líderes o filósofos han pensado y expuesto las necesidades espirituales y materiales de sociedades cuando éstas, por una razón u otra, debaten entre ellas para interpretar las voluntades colectivas de los pueblos, cuando éstos desean construir sus realidades valiéndose de ideas, sueños o utopías.

El Utopismo, que nació en el Renacimiento europeo, constituyó una de las mejores maneras de imaginar las sociedades futuras. La tierra en ninguna parte, la Utopía de Tomás Moro, fue descrita por este gran escritor inglés pensando en América, el paraíso de las Indias. Y es ahora, en estas tierras de América, donde están germinando los sueños del socialismo, renovados. Cuba ha resistido, por más de 40 años, el bloqueo económico por parte de Estados Unidos y ha salido victoriosa, gracias a la acertada conducción política que Fidel Castro ha hecho en ese país, apoyado por la voluntad popular, atravesando épocas terribles y períodos muy críticos.

Después le tocó a Venezuela, bajo la conducción de Hugo Chávez Frías, asumir ese reto, que afrontó con un cabal sentido ético e histórico, resistiendo todo tipo de ataques arteros de la derecha nacional e internacional y la anuencia de poderosos medios de comunicación. Lo más irónico de todo es que buena parte de países europeos están viviendo ahora la peor de sus crisis económicas, justamente debido a la quiebra irreversible del modelo capitalista neoliberal.

Con la desaparición física del gran líder venezolano, lejos de debilitarse el chavismo, esta tendencia del socialismo latinoamericano se ha fortalecido. Chávez afrontó una campaña electoral intensa en medio de una terrible enfermedad, que finalmente le causó la muerte. El impresionante impacto emocional de su fallecimiento en el pueblo venezolano y latinoamericano ha tenido, a la postre, unas consecuencias positivas, pues su legado político ha marcado la conciencia social de nuestros países a principios de este siglo XXI.

Ahora Nicolás Maduro --obrero de temple, político honesto, parlamentario serio, extraordinario canciller y, sobre todo, revolucionario probado— tiene (tenemos todos) el reto de llevar adelante este proyecto socialista en Venezuela que apenas está naciendo, ahora se enfrenta a una nueva etapa, haciendo una transición oportuna para llevar a cabo una corta pero intensa campaña electoral, que debe reflejar otra vez un triunfo efectivo del proyecto socialista que nos permita ir en busca del Estado Comunal. Es algo alentador y esperanzador que un proyecto de esta naturaleza se esté construyendo en nuestra Venezuela.



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Gabriel Jiménez Emán

Poeta, novelista, compilador, ensayista, investigador, traductor, antologista

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