Chávez al socorro del Cono Sur

El presidente venezolano vistó en dos días Uruguay, Argentina y Brasil. La importancia de los acuerdos comerciales y de integración dejó en segundo plano un aspecto fundamental de su gira: la afirmación de la perspectiva de convergencia suramericana en un momento en que Estados Unidos embiste contra ella.

Dos maneras hay de observar el raudo viaje del presidente venezolano Hugo Chávez, quien durante los pasados días 10 y 11 de agosto visitó Montevideo, Buenos Aires y Brasilia.

Una, es la que muestran los acuerdos económicos bilaterales con Uruguay y Argentina. Estos acuerdos son, a no dudarlo, de significativa importancia para el intercambio comercial y el fortalecimiento de un proyecto integrador para el hemisferio Sur del continente. Sin embargo, otro costado, de mayor gravitación inmediata y presumible trascendencia histórica, quedó soterrado y ajeno al interés de la noticia y el análisis: la acentuación de la pugna geopolítica entre el gobierno de Estados Unidos y un eje de convergencia regional -Caracas, Brasilia, Buenos Aires- cuya tensión pone en juego dos proyectos estratégicos para América Latina y el Caribe.

El peso de la economía

No cabría minimizar el peso específico de los acuerdos económicos firmados por Hugo Chávez, sobre todo en su escala uruguaya. El de mayor proyección es el que dio lugar a una alianza estratégica mediante la cual la empresa estatal venezolana Pdvsa extraerá petróleo pesado que Uruguay recibirá para refinar, procesar y comercializar a fin de cubrir la demanda de energía en este ámbito del continente. Basta tomar conciencia de la escasez que afronta Argentina en materia de producción petrolífera en un plazo alarmantemente breve, para comprender la significación de un centro de refinación y distribución a gran escala en el país vecino.

No menos significativos fueron los acuerdos para la producción de cemento y alcohol en asociación binacional y con sentido de complementariedad y beneficio mutuo. Sobresale además el convenio relativo al transporte aéreo, que no sólo tiene en vista la conexión directa Montevideo-Caracas a través de la naciente empresa estatal venezolana Conviasa, sino que apunta a una integración más abarcativa, con base en el hecho de que Chávez preside en este período la Comunidad Andina de Naciones y Uruguay se afirma como capital del Mercosur.

El presidente frenteamplista Tabaré Vázquez impulsó además una idea que de inmediato asumió Chávez: la creación de una Radio del Sur, que junto a Telesur (y a un proyecto aún no encarado pero ya enunciado como objetivo, la fundación de una Editorial del Sur), conforme un poderoso conjunto creador y emisor de ideas, noticias y análisis propios a partir de los intereses, necesidades y objetivos de los países latinoamericano-caribeños.

Otros memorando de entendimiento y cartas de intención proyectan acuerdos de cooperación turística, de explotación minera, de producción e intercambio agrícolo-ganadero, de colaboración y complementación científico-técnica para la producción y distribución de electricidad, así como numerosos ítems relativos a la producción de viviendas, intercambio tecnológico e intercambio en el área de la economía popular.

En su breve “visita de trabajo” a Argentina, Chávez firmó con el presidente Néstor Kirchner un nuevo contrato de suministro de fuel oil para el período 2005-2006 y otro por el cual se acordó la construcción de dos buques tanqueros entre PDV-Marina y Astilleros Río Santiago, en alianza estratégica con la empresa estatal venezolana Diques y Astilleros Nacionales (Dianca).

Igualmente se firmaron contratos entre las empresas argentinas Invap y Medix, y el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de Venezuela, para la provisión de equipos médico-hospitalario, además de otros negocios de intercambio comercial entre diferentes reparticiones del gobierno bolivariano y empresas locales. Un acuerdo de importancia fue el que dio lugar a la creación de un Fondo Binacional, destinado a apoyar el financiamiento de proyectos productivos, de infraestructura y salud, para cubrir necesidades de ambos países o de terceros que se encuentren en condiciones de extrema vulnerabilidad social.

Otro motor

El presidente Chávez acostumbra decir que “la política va delante”, para subrayar la primacía de la voluntad y la estrategia sobre la cuestión económica inmediata. En este viaje relámpago puede observarse, en paralelo con los acuerdos de intercambio comercial y científico-tecnológico, un costado político acaso más relevante que el resaltado por la prensa, que motorizó en verdad la gira por la región.

Este costado se hace más visible a la luz de lo ocurrido pocos días después: la gira del secretario de Estado estadounidense, Donald Rumsfeld por la misma área, aunque en diferentes países. El hombre de George Bush para la guerra aterrizó en Asunción el 16 de agosto y recaló en Lima dos días después. Su estada en Paraguay anuncia sin decirlo que Estados Unidos se instala en el corazón del Cono Sur con una base militar apuntada a Bolivia y con radio de acción sobre Brasil, Argentina y Uruguay. Y en Perú hace saber que el tambaleante gobierno de Alejandro Toledo cuenta con el respaldo de la Casa Blanca.

Menos evidente pero de mayor impacto ha sido no obstante el accionar estadounidense en las otras tres capitales del Mercosur. La inexcusable conducta de la cúpula partidaria y gobernante en Brasil, que ha colocado a Luiz Inácio da Silva al borde del precipicio, no habilita a soslayar el papel de Washington y un sector del establishment brasileño en las revelaciones sobre corrupción y sobornos, así como en el manejo mediático de las explosivas denuncias. Las declaraciones de Valdemar Costa Neto, presidente del Partido Liberal (PL) al que pertenece José Alencar, el vicepresidente de Brasil, según las cuales el Partido de los Trabajadores pagó más de 4 millones de dólares para comprar la alianza, no debieran oscurecer las ligazones de esa estructura con una iglesia de gran expansión en Brasil (y ahora también en Argentina), cuyos orígenes se remontan a la operación estratégica del Departamento de Estado, ya desde los años ’70, consistente en sembrar sectas pseudoreligiosas como instrumento de penetración y accionar político en toda América Latina.

Dicho de otro modo: si bien una parte de la dirección del PT creía estar obrando con extraordinaria habilidad y sin vetustas rigideces principistas al realizar estas maniobras, en realidad no hacía sino ingresar a un territorio previamente minado por sus enemigos. En el momento preciso, estos no hicieron más que tirar de la cuerda y la trampa cayó sobre la cúpula del gobierno brasileño.
Las concesiones programáticas del gobierno Lula en prácticamente todos los terrenos no llegaron al punto que más preocupa a Estados Unidos en este período histórico: la construcción de una instancia política de unidad hemisférica: la Unión Suramericana de Naciones. Y, más aún, su alianza estratégica con Venezuela.

En Uruguay a su vez el gobierno de Tabaré Vázquez fue conminado al extremo para que aprobase formalmente el Tratado Bilateral de Inversiones y presionado sin miramientos para que no llevase a cabo los acuerdos ya reseñados. Mientras tanto en Argentina se multiplicaron las operaciones desde diversos ángulos y centros de poder internacional para lograr el mismo objetivo: paralizar los proyectos de integración energética y convergencia política suramericana.
Una de las tácticas de esta contraofensiva estadounidense consiste en el recrudecimiento de las denuncias respecto de la supuesta financiación al terrorismo internacional desde la Triple Frontera, para lo cual viajó a Buenos Aires el subsecretario adjunto del Tesoro, Daniel Glaser, que en su cruzada antiterrorista tuvo gran repercusión de prensa y se reunió altas autoridades del Banco Central, del ministerio de Justicia, la Cancillería y el ministro de Economía Roberto Lavagna.

Con métodos y resultados diferentes en cada país, el Departamento de Estado agudizó su accionar tras objetivos precisos: revertir la tendencia que en los últimos años dio lugar a la aparición de un eje geoestratégico Caracas-Brasilia-Buenos Aires; retomar la iniciativa política perdida; impedir nuevas victorias de fuerzas políticas que sumen países (Bolivia, Perú y Ecuador están en esa situación) al bloque suramericano objetivamente contrapuesto a la estrategia económica, política y militar de Estados Unidos para la región.
El arribo de Chávez a la Granja do Torto (la residencia de Lula) ya entrada la noche del 11 de agosto, justo en el momento en el que arreciaba la crisis del gobierno brasileño es la imagen plástica de un combate desigual y desdibujado que, sin embargo, está librándose entre dos perspectivas históricas.

¿Qué respondieron Vázquez, Kirchner y Lula al gesto de Chávez?

La postergación de la cumbre presidencial del Grupo de Río, que debía llevarse a cabo en Bariloche en la última semana de agosto, es una aproximación a esa incógnita (la decisión de la cancillería argentina cayó como un rayo en el gobierno de Brasil). Otra aproximación puede contabilizarse a partir del deslucido desempeño de la reunión de cancilleres de la Comunidad Suramericana de Naciones en Guayaquil, a comienzos de agosto. El canciller Rafael Bielsa, ahora candidato a diputado, no se muestra a la vanguardia de la perspectiva que contrapone al bloque del Sur con la estrategia estadounidense, sobre todo después de su definición a favor del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). En septiembre habrá un signo más, cuando se reúnan en Brasilia los presidentes de los países integrantes de la Comunidad Suramericana de Naciones. Por último, en la cumbre de las Américas, que debe tener lugar en noviembre en Mar del Plata -con la asistencia de Bush- dará una señal más clara del estado en que se encuentra una batalla de cuyo desenlace depende el destino de América Latina.


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Luis Bilbao

Escritor. Director de la revista América XXI

 luisbilbao@fibertel.com.ar      @BilbaoL

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