Rupturas y secuencias

La nueva hoja de ruta del proceso revolucionario bolivariano

En la fase actual del proceso revolucionario bolivariano venezolano se impone la necesidad de concebir y ampliar mecanismos de institucionalización y legitimación del poder popular/comunal a través del ejercicio pleno de la democracia participativa y protagónica, sin que exista algún tipo de tutelaje de los entes oficiales que coarte y desnaturalice su esencia y logros. Esto implica extender los cambios estructurales en el aparato productivo que hagan efectiva la transición hacia el socialismo revolucionario en vez de darle continuidad a la lógica y a las relaciones de producción capitalistas. Más aún, hará falta promover y consolidar también un cambio cultural que se manifieste en la adopción de nuevos patrones de conductas individuales y colectivas que enfrenten y sustituyan a los tradicionalmente admitidos por la sociedad de consumo.

En este caso, es ineludible que las distintas formas organizativas asumidas por los sectores populares converjan en la formación de un autogobierno que sea capaz de tomar decisiones vinculantes en relación a la gestión de las instituciones públicas, lo mismo que en relación a sus propias necesidades y anhelos, pero sin la práctica ni las peculiaridades de la democracia representativa, dejando en manos de unos pocos la responsabilidad de construir nuevas relaciones de poder. Como lo refiere la propuesta presentada por el General Francisco Visconti sobre el Poder Popular Comunal, “se trata de otra relación con el Estado, en tanto el pueblo ya no lo asume como un aparato dador de recursos. Se trata de que el pueblo, en el marco de una real conciencia colectiva (lograda a través de la formación social y política del colectivo venezolano) asuma lo que otrora se le impidió. Se trata de impulsar un gran plan de contingencia para la edificación del poder popular comunal, que se vuelva luego un plan estructural en el que estén armónicamente articulados civiles, militares, religiosos, organizaciones de base y otras formas de organización social y política, entre muchas, para lograr los fines que persiguen el Estado y el pueblo: lograr la construcción, desarrollo y consolidación de nuestro bien común”.

Ello debiera complementarse, por supuesto, con el establecimiento de un nuevo modelo económico, distinto en todo al modelo capitalista existente, donde los trabajadores tengan un papel primordial sobre los procesos de producción, distribución y administración de bienes y servicios, mediante la propiedad social y/o colectiva de los medios de producción; incidiendo de esta manera en la dinámica social, política, económica y cultural que debe caracterizar al proceso revolucionario bolivariano venezolano. En el logro de este nuevo modelo económico, los trabajadores tienen que despojarse de esa conciencia subordinada al capital que limita enormemente sus luchas, reduciéndolas a lo meramente reivindicativo, sin plantearse ir más allá de ello. Por lo mismo, se requiere un cambio cultural a través del cual exista la convicción revolucionaria de construir una sociedad de nuevo tipo, desechando -por consiguiente- aquellos (anti)valores inculcados al pueblo por las clases dominantes, los cuales se tradujeron en una anomia casi absoluta por más de cuarenta años.

Con esta nueva hoja de ruta, el proceso revolucionario bolivariano tendría mayores posibilidades de profundizarse y consolidarse. Basta que así lo entiendan quienes conforman las diferentes estructuras del poder popular, de manera que sus acciones y propuestas orientadas a la construcción del socialismo bolivariano tengan un efecto práctico e inmediato entre aquellos que, por ahora, ejercen responsabilidades de Estado; incluso con un carácter constituyente que modifique sustantivamente la historia republicana del país.-

mandingacaribe@yahoo.es


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Homar Garcés


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