Rosita es hija de Granier, Camero o Cisneros

Los medios, como el diablo, son ingratos con quien bien les sirve. Cuando los libretistas del humor y la comicidad empezaron a escasear, fueron sustituidos por nalgas, tetas, botox, silicón y biopolímeros. El rating ya no dependía del ingenio de un Menéndez Bardó o un Tito Martínez del Box, sino de la tentación de la carne sin el perdón de los pecados. Frente a los programas cómicos, el televidente ya no reía, jadeaba, sin importar el parlamento. En verdad, en esos sketches no había diálogo y ni siquiera monólogo, sino desfiles voluptuosos de glúteos infinitos, como la noche.

En el siglo XXI, sin darse cuenta, la televisión volvía al cine mudo. “La elocuencia de un culo hace inútil la palabra”, se quejaba un libretista despedido con un argumento que no está en la novísima Ley del Trabajo: “Mientras haya Rositas, todo guión es un desperdicio”. Lo audiovisual quedaba reducido a lo visual, desde que la televisión abortó un nuevo verbo: morbosear, y a otro lo volvió polisémico al agregarle significados más excitantes: bucear.

Tú puedes ser reportero estrella, ancla estrella, locutor estrella, pero cuando no le sirves al medio, te estrellan sin compasión. Así, la televisión echó al mismísimo que ayer no más dijera: “Buenos días, tenemos nuevo Presidente”. Igual ruta siguieron Orlando Urdaneta, Mingo, Marta Colomina y otros tan, menos o más célebres que los citados. Desde que Rosita se vio involucrada en una historia enrevesada de pranes, bonches carcelarios y una red de silicón. botox y biopolímeros que enloquecía a los “privados de libertad” –ni tanto, diría yo- la televisión le hizo la señal de la cruz, se la sacudió y si te he visto no me acuerdo.

Pero Rosita es un acabado producto de esa televisión. Para muchas niñas es el ejemplo a seguir. La industria “cultural” paga muy bien, pero a unos pocos. Otras y otros, para llevar una vida de televisión, tienen que recurrir a distintas fuentes, mucho más expeditas. En México se hizo una encuesta en Tijuana entre muchachas de secundaría. Un porcentaje alarmante confesó que quisiera casarse o tener de pareja a un capo de la droga. En la telenovela “Las muñecas de la mafia” y otros seriados, los capos se rodean de bella mujeres a las que les regalan viajes, avionetas, joyas y yates.

Rosita es modelo y paradigma de muchas jóvenes que la televisión aliena, o dicho sin tanta teoría, envenena y emboba. Es hija legítima de esa televisión que a este país le dieron, le dan y ofrecen Granier, Camero, Zuloaga y Cisneros: ese es su producto, hija legítima de sus entrañas mercantiles. Globovisión convierte a los pranes en “héroes” y el chico que quiera tener a sus pies a una Rosita, la televisión le señala el camino. Ya sabes lo que tiene que hacer. Los padres de la criatura, si esta cae, se lavan las manos. Pero Rosita no es huérfana, tiene sus papás y no están en Tocorón.

earlejh@hotmail.com



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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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