Pensar de otro modo: la Dignidad de Hugo

Al Camarada Hugo Cabezas,

"Mi riqueza son mis amigos."

Pensar de otro modo, hemos dicho, es un pensar distinto, es impulsar un nuevo estilo de reflexionar y de discutir. Pensar de otro modo, significa para nosotros avanzar en una reflexión que nos conduzca a redefinir los marcos teórico conceptuales que han acompañado los cambios y transformaciones que ha vivido la humanidad. Pensar de otro modo, al decir de Pablo González Casanova, “es el estudio de ese nosotros, incluyente y variable”; de ese nosotros, que como nos lo dice Lipovetsky, es superior al “narcisismo colectivo” el cual se alcanza a través de “los mismos objetivos existenciales”, ya que éste “no sólo se caracteriza por la auto absorción hedonista sino también por la necesidad de reagruparse con seres idénticos”; de ese nosotros que, como igualmente lo dice Lipovetsky, es superior “a la escatología revolucionaria, base de una revolución permanente de lo cotidiano y del propio individuo”.

En esta predica, sobre la necesidad de un reflexionar profundo, nos viene al recuerdo el caso del capitán Dreyfus, narrado por ese “privilegiado de la conciencia humana”, Emilio Zola, quien en su: Yo acuso. Carta a Monsieur Félix Faure, Presidente de la República de Francia en el año 1898, lanzó al mundo un grito de rescate de la Dignidad.

Dignidad “es el respeto que una persona tiene de sí misma”, ya que, “lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”, como sabiamente lo dijera Jean Paul Sartre. Dignidad, concepto que está tan distante de -y es tan despreciado por- algunos políticos que usan su antónimo, para desacreditar “al enemigo”; políticos que corren desesperadamente detrás del ventrílocuo, para ser su muñeco; políticos que ayer alababan y añoraban sentarse en la mesa con “el enemigo”, hoy lo maldicen. Conducta que nos recuerda aquella célebre anécdota popular del ladrón que, al sentirse descubierto, comenzó a correr gritando “allá va el ladrón, agarren al ladrón”. Políticos que por su estrechez mental, no han entendido que: “La política es, efectivamente, un requisito previo necesario para el arte de gobernar, pero en ningún modo es el arte de gobernar la culminación de la política”. Políticos que no han entendido que se puede (y se debe) ser críticos, de la manera como es interpretada la realidad política, pero sin dejar de ser justos. Políticos que -y aquí está lo lamentable del asunto- no han querido o tal vez no han podido entender que lo original de la Revolución Bolivariana, del proyecto que llamamos Socialismo del Siglo XXI, es que este debe ser profundamente democrático, humanista.

Hago mías las palabras del Vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, quien en su nombre y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), reconoció en Hugo Cabezas, cuando puso su candidatura a la gobernación de Trujillo a la orden del Presidente Chávez y del PSUV, "una conducta que demuestra humildad, capacidad de reflexión, disciplina, lealtad hacia el comandante Chávez y al pueblo de Trujillo"; cuando dijo, asimismo, que: “Realmente así deben ser los revolucionarios, porque nosotros no estamos en esta lucha por cargos, nosotros estamos en esta lucha, como bien lo dijo Cabezas, haciendo tareas y cumpliendo misiones que nos da el comandante Chávez o que nos coloca la vida para defender este proyecto de Patria”. Afirmaciones que, a mi modo de ver, le confieren a Hugo Cabezas una gran Dignidad, ya que, como dijera Abrahan Lincoln: “Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo” y, se es digno cuando se reconocen los defectos, insuficiencias, limitaciones y errores que cada uno de nosotros tiene y comete.

Solo los perversos, que ocultan su egoísmo bajo el sórdido manto de la mediocridad, se creen infalibles. No se dan cuenta que las victorias de hoy, pueden ser derrotas mañana; porque no saben que, como bien lo dijera Jorge Luis Borges: “La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”; a esos acróbatas de la política, les ha costado entender que dejamos de ser ángeles, desde el mismo momento en que comenzamos a vivir. “Quién esté libre de pecado que lance la primera piedra”.

 


El autor es profesor de la ULA
npinedaprada@gmail.com



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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