Paradojas idiomáticas

En Filosofía y Matemática hay varios ejemplos de paradojas, antinomias y afines que tanto sirven para matarle el tiempo a muchos, así como para hacernos dudar con razón acerca de la universalización y completitud de muchos axiomas y asertos lingüísticos que tanto han enriquecido el currículum de muchos connotados filósofos y matemáticos de vieja y reciente data.

El idioma castellano alberga algunas otras contradicciones que perfectamente son calificables como paradójicas. Tal es el caso de la alumna/o a quien la maestra de Educación temprana invita a conjugar correctamente el verbo comer, en su modo indicativo afirmativo presente, y nuestra/o aprovechada/o e ingenua/o estudiante arranca diciéndole: Yo como, tú comes, él come, nosotros comemos, ustedes y ellos comen.

Que también se puede hablar en modo negativo no desvalida la paradoja en cuestión porque cuando la conjugación corra a cargo de quienes siempre comen en este sistema, estos mentirán al decir: *Yo no como*. Pero esa/e aprovechada/o alumna/o, más temprano que tarde, caerá en la cuenta de su tamaña mentira, cuando sus tripitas le entonan las consabidas contracciones intestinales y estomacales por falta de alimentación oportuna. (Obsérvese lo *pichacosa de esta disposición constitucional venezolana acerca del asexsualismo idiomático, mientras nuestra propia Constitución hace mutis ante la más bochornosa promiscuidad de nuestras niñas y nuestros niños en sus tempranos y bisexuales centros de estudio.

Paradojas y contradicciones de esas abundan en toda sociedad clasista, donde los idiomas son diseñados haciendo la más absoluta abstracción de la existencia de grupos o clases sociales donde, por supuesto, no todas ni todos comen, y la conjugación en negativo siempre adopta visos de afirmatividad.

Otra paradojita no menos llamativa es esta: A Fulanita, una rebelde cualquiera que aprendió a leer en este *improductivo* lenguaje castellano, le impusieron que los nombres o sustantivos propios *deben* comenzar su escritura con mayúscula. Pero Fulanita decide escribir su propio nombre con minúscula, y a partir de ese momento para todos suscribe *fulanita*, y cuado le dicen que está incorrectamente escrito les dice que hasta su modo de escribir su nombre es propio, suyo y de ella, y como tal lo puede escribir como le venga en ganas, y hasta así: Phulanita, phulanita, Fulanita, fulanita, cosas así.



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Manuel C. Martínez C.


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