¡Corríjanme!

Créeme. Esa fue la primera palabra que usó Movistar para “posicionarse”. Para hacernos olvidar la marca que introdujo en Venezuela, uno de los inventos más ¿útiles? de la cotidianidad contemporánea: la telefonía móvil. No era una tarea fácil. Y como tal la asumieron los creativos publicitarios al servicio de la Movistar Telefonica… Apreciado corrector déjeme, por ahora, así, sin acento, la palabra telefónica. Siga corrigiendo.

Lo cierto es que Movistar la emprendió contra cualquier espacio fijo o rodante susceptible de llenar, con esas humanidades de cero grasa, de ombligos al aire, sonrisas contagiosas y felices de poseer el nuevo (viejo) teléfono móvil que llena sus vidas paz y amor. Tengo un celular, luego existo.

Es así como los estrategas se atrevieron a “comprar”, nada menos que el espacio redaccional de algunos periódicos. La protesta silenciosa de algunos fablistanes consistió en suprimir sus nombres, perdidos en el fondo verde de esa eme gordita que me recuerda a goma de mascar.

Pero no sólo eso. También la eme nació en vallas, árboles, puertas de establecimientos comerciales (esos hálame y empújeme lograron desestabilizarme). Convengamos que si la eme me atormenta vía TV o radio tengo la opción de no ver y no oír, ¿pero que hacía para no ver esas gigantografías que tomaron literalmente la ciudad?

El día del lanzamiento en Latinoamérica, sendos conciertos acompañaron a la eme gordita que me recuerda a goma de mascar. De España, Estados Unidos y México, vinieron a darle soporte musical. No escatimaron. Enterrar a Telcel no era cualquier cosa.

De tal despliegue publicitario quedan algunas interrogantes. ¿No se violó alguna ordenanza? ¿Pueden ser invadidos los espacios públicos de esa forma, sin que alguna autoridad reaccione? ¿La contaminación visual a las que nos sometió la compañía de marras es inofensiva? Y por último ¿Telefónica es una palabra aguda, grave o esdrújula?

Yo no había visto un error ortográfico tantas veces impreso, pavoneándose alegremente por Latinoamérica. Me cuenta un buen amigo que en su momento, en España, Telefónica sin acento se impuso y la esdrújula polémica fue ganada por la publicidad. Ese acentito es un fastidio, me imagino, fue la conclusión.

Pero no es un fastidio. Es un error ortográfico. Cuando le dije a mi hija de nueve años que faltaba el acento en la palabra, me dijo que Movistar necesitaba un corrector y que le provocaba salir con un gran marcador a corregir cuanta valla o afiche tenga la esdrújula palabrita convertida en nada, gracias a la comodidad publicitaria. No está nada mal la idea.

Llámame, quiéreme, píllame, ámame, estrújame, entiéndeme, acompáñame, mírame. Sería interesante que nos expliquen por qué estas palabras sí están correctamente escritas. ¿Qué los hizo no obviar del todo la ortografía? Que alguien me explique. Y otra vez se nos ocurren preguntas para las autoridades competentes. ¿Qué hay de los niños? ¿Y qué hay de los adultos? ¡Corríjanme!

mechacin@cantv.net


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Mercedes Chacín


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