Atención INDEPABIS

Precios Especulativos y Productividad

Un determinista prejuicio popular señala que los pueblos

se dan los comerciantes, productores, banqueros

y gobernantes que se merecen.

Concretamente, nuestros comerciantes, fabricantes y banqueros son agentes especulativos per se, tal como lo son en todas las sociedades burguesas; se trata de un desagradable calificativo que se los da la propia naturaleza del comercio capitalista, pero, ese no es punto determinante en la fijación de los precios de mercado. En este tienen pesos específicos el precio de compra de los inventarios e insumos involucrados provenientes del exterior, asimismo la paridad monetaria, la actuación financiera del Banco Central nacional, el comportamiento de la red financiera de la banca privada, pero la mayor relevancia la ostenta la calidad de la mano de obra nacional y extranjera en su condición de coprotagonistas ejecutivos de ese comercio, de esa fabricación, de esa financiación. Obviamente, la mano de obra incluye de paso a los gobernantes del caso.

Los márgenes de ganancia de los comerciantes fabricantes y banqueros, así como el monto de la carga impositiva estatal y municipal no pueden ser juzgados como altos ni medianos ni bajos, ni mucho menos especulativos, sin antes conocerse el comportamiento de sus causas y fuentes. Como causas y fuentes rigen, entre otras variables independientes, en primer lugar como relación directa, los rendimientos o “productividad” individual de la población activa en ejercicio de sus funciones económicas según sus variopintas formas, unas más simples que otras, unas menos calificadas que las demás. Cada sociedad, cada región y cada empresa responde a valores medios, pero la sociedad opera según una productividad media porque cada empresa contrata necesariamente a trabajadores de diferentes rendimientos individuales, pero en conjunto, responden con una productividad media derivada de la acción mancomunada de todos los trabajadores, aunque sus pagas anden por un lado y esa productividad colectiva lo haga por otro2.

Además, las ganancias y sus tasas están determinadas en función indirecta del capital constante que en las empresas con alta composición orgánica se convierte en una pesada tara que obliga al empresario afectado a iniciar sin parar un competitivo y reiterativo proceso de trasiego de ganancias, de las empresa con menor composición hasta otras de mayor, en una incesante migración e inmigración de capitales y de plusvalía hasta alcanzarse cierta nivelación de las tasas que individualmente logran y deslogran todos los capitales en juego.

También, las ganancias y sus tasas dependen del volumen de oferta y demanda: a mayores mercados, mayores capitales, mayor contrata de mano de obra, pero se trata de una producción de ganancias muy relativas. Si la mano de obra no se halla debidamente armonizada con los medios de producción, si es pobre el promedio de la calidad de la plantilla productiva asalariada, pobre será la plusvalía y por defecto la ganancia así lo será-recordemos que la gerencia y afines cuentan, aunque poco en materia de productividad; por el contrario, es una personal que invariablemente hace descender la tasa de ganancia por cuanto no crea valor, pero insume buena parte del capital constante, particularmente en las grandes empresas transnacionales.

Ahora bien, la productividad de los trabajadores, salvo para quienes niegan la explotación en régimen burgués, es determinante en la creación de toda riqueza sin lugar a dudas. En todos lo regímenes, a mayor productividad, menor tiempo de trabajo necesario, mayor plusvalía, mayor grado de explotación y mayor guanacia, en consecuencia. Pero eso es teórico nada más; en una sociedad como la venezolana, por ejemplo, débese mirar más de cerca el problema de la productividad porque esta es derivada de formación cultural de cada sociedad, más allá de la formación académica, más allá de los incentivos salariales más allá del grado organizativo de los recursos de la empresa, y más allá de las excelentes funciones gerenciales que pudieran estar presentes en las empresas de la muestra que tomemos con fines investigativos, modulares o sancionatorios.

La industrialización de elevada tecnología, por ejemplo, incrementa ad infinitum los rendimientos, pero estos siempre se hallan complementariamente acotados por el rendimiento de los trabajadores que operen los medios de producción. En estas operaciones manuales juega un papel plusdeterminante la calidad del personal en cuanto a sus hábitos de trabajo tanto adquiridos a través del tiempo como los inducidos por incentivos patronales, por regulaciones y protecciones estatales y por el grado de impulso familiar que mueva al trabajo.

Efectivamente, la pobreza de hábitos de responsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones contractualmente coadmitidas y preconvenidas, vicios y atavismos preindustriales, la cooperación o descooperación espontánea con los compañeros de trabajo, la delicadeza, torpeza o rudeza en la manipulación de las materias y materiales de trabajo, de las máquinas y herramientas; en el acabado de las mercancías procesadas, en fin, que esa productividad que influye con alto peso en la creación de las ganancias siempre será gobernada autónomamente por cada trabajador. Por obligado que sea el trabajo, por necesario e imprescindible que le resulte el trabajo en tal o cual empresa y por atractiva que sea la paga, el trabajador se comportará según lo que habitualmente da su propensión al trabajo, y esta dependerá en mucho de sus antecedentes históricos y culturales.

Así, como la mano de obra es sacrificada, la menor cantidad de capital variable ofrece un mínimo de plusvalía, y como esta es la fuente última de toda ganancia, tales máquinas solo insumen vorazmente materias primas y desgaste técnicos que no pueden dejar ganancias, sino, todo lo contrario, y hasta pérdidas pueden llevar consigo.

Asimismo, si analizamos nuestra historia de atropellos, de muertos y sangre de gente nativa, derramada a borbotones durante varios siglos desde que Colón pisó esta “tierra de gracia”, la evolucion socioeconómica se halla presente en una mano de obra poco diestra e ineficaz en materia de responsabilidad laboral en razón de ese largo y centenario estancamiento evolutivo. Veamos que es ahora cuando este trabajador original empieza a incorporase con plenos derechos al progreso medio de toda la población nacional.

Como mestizos, mal puede pedir una excelente responsabilidad laboral a unos trabajadores cuyo segundo componente étnico ancestral fue cazado a lazos en las costas africanas y vendidos por toneladas, una caza y comercio practicadas y comandadas por ingleses, belgas, portugueses y españoles. A ese mestizo con escasa formación laboral moderna se le suma un tercer elemento genético nacional que tiene semilleros en aquella tripulación de un personal inmigrante de tercera calidad industriosa como lo fueron los acompañantes expedicionarios de Colón y los primeros habitantes extranjeros que España usó en semejante aventura de conquista y penetración.

Por lo general, las empresas acusan sobrecargas de costes por concepto de personal improductivo, pero supervisor, como única manera de minimizar las constantes pérdidas de tiempo y los cuantiosos daños que inconscientemente causan y ocasionan unos trabajadores con tan baja formación y proclividad industriosa. En todos los países esa productividad y responsabilidad laboral tienen sus particularidades, razón por la cual la comparación de precios y costes no es tan expedito.

Débese reconocer ex ante, antes de evaluar la sinceridad de costes y precios, que la industrialización llegó al país con máquinas de tercera, con chatarras adquiridas por empresarios pioneros con bajo capital, que débese tomar en cuenta que hasta contra la Agricultura, la Renta Petrolera ha representado un fuerte desestímulo al trabajo creativo y responsable, una irresponsabilidad alimentada, inducida y convenientemente fermentada por gobiernos inescrupulosos, mismos que han llenado la historia de lun país durante todas las décadas del siglo XX.

Como eso es así, cuando INDEPABIS visite a las empresas deberá detenerse y cuantificar como pesados costes y poderosos reductores de la ganancias, las frecuentes perdidas que sufren los fabricantes y comerciantes por el maltrato consuetudinario que ocasionan sus trabajadores al inventario fabril y comercial. Un sobrecoste venezolano que es perfectamente trasladable a la las oficinas burocráticas locales, regionales y nacionales.

Estos trabajadores tienen muy arraigado el hábito inconsciente de romper empaques, deterioran sus contenidos; de arrojar los productos sin delicadeza alguna. Los colocan como caigan sin respetar sus posturas ni estibas convenientes: hacia arriba, h. abajo, verticales u horizontales, de dos en dos, de tres en t. En fin, que la forma cómo los repartidores de las bombonas de gas las manipulan: lanzadas contra el macadam de nuestras calles y con sus infernales y derivados ruidos, puede perfectamente servir de módulo conductual para juzgar y justipreciar los verdaderos costes de mano de obra de fabricación y comercio de las demás empresas muestreadas a tales efectos.

Así las cosas y los hechos históricos, mal puede INDEPABIS pedir reducción de los márgenes de ganancias sin antes considerar esos factores de costes y sobrecostes asociados a los precios especulativos venezolanos.

1 http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com marmac@cantv.net

2 http://www.aporrea.org/actualidad/a141078.html


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Manuel C. Martínez M.


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