Huele a gas

Además de hacer el ridículo acostumbrado, el mexicano común no sabe que otra cosa fue a hacer el señor Fox a Bolivia. Por lo difundido por la prensa local fue a solazarse entre sus colegas declarándose orgullosamente empresario más que político (cosa que los políticos habrían de agradecerle por disminuir ligeramente su desprestigio generalizado) seguramente en respuesta a la severa y atinada invectiva lanzada por Fidel Castro, quien la semana anterior calificó de locura que el gobierno de un país estuviese a cargo de un exempleado de la cocacola. También puede inferirse que acudió a visitar al hermano país andino para agradecerle su voto en la frustrada aventura por la Secretaría General de la OEA, suponiendo que éste lo hizo en atención a las excepcionales cualidades diplomáticas y políticas del señor Derbez, y no por el ancestral conflicto entre Bolivia y Chile por el acceso al mar. Otra explicación plausible se refiere a la necesidad (¿o necedad?) patológica de desconectarse de la agobiante responsabilidad de intentar gobernar, como puede concluir cualquier observador de su agenda cotidiana plena de inauguraciones de actos de cuarto o quinto nivel, o de sus constantes giras al interior de la república.

La realidad es que, además de estos motivos accidentales, Fox fue a Bolivia a colocar un nardo más en la corona fúnebre de la tradicional política mexicana de no intervención en los asuntos internos de otros países. Justo en los momentos más álgidos de la lucha popular por la recuperación de la soberanía nacional sobre los recursos naturales, en este caso del gas, Fox fue a respaldar a sus patrones de la gasocracia internacional (diría Jaliffe) que ya instalan plantas regasificadoras en la costa de Baja California para recibir el gas boliviano para surtir del combustible a los mercados del suroeste de USA y al noroeste de México, a despecho de su inconstitucionalidad y de la oposición de la sociedad civil bajacaliforniana. Sin mayor recato descalificó a los necios que, en aras de reivindicaciones sociales y nacionales, se movilizan para exigir una legislación que satisfaga el interés de los bolivianos en la materia. Vale aclarar que tampoco sería válido que fuese a apoyar la posición contraria; simplemente no tiene por que intervenir en los asuntos internos de Bolivia ni de ningún otro país.

Confieso que siento una enorme vergüenza por el papel que el “gobierno de Fox” (que no el de México) ha jugado en el ámbito latinoamericano. El antaño respetable hermano mayor defeccionó de la causa de su raza, silenció a su espíritu y se convirtió en el esquirol al servicio del patrón yanqui. Mientras los sudamericanos se alzan y luchan por la segunda independencia, Fox se sume y se entrega sin cortapisas a los intereses imperiales.

No es gratuito que se observe, cada vez más, que avanza la integración “sudamericana” olvidando los viejos afanes de la integración “latinoamericana”, no es más que el interés de cerrar la puerta al hermano esquirol. No es cosa de simple nomenclatura; es la confirmación del repudio hemisférico a la reacción panista incrustada en el gobierno de México.

En diciembre pasado tuve la oportunidad personal de manifestarme en este sentido ante el Presidente de Venezuela (ver La Jornada 05/12/2004) reclamando la solidaridad para con el pueblo de México, asegurando que en Julio del 2006 nuestro pueblo tomará el poder para reincorporarnos a la lucha que iniciaron Morelos, Bolívar, San Martín y José Martí.

El régimen se asfixia y huele a gases, no sólo al de uso doméstico.


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Gerardo Fernández


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