De cómo los costes ilícitos esconden la plusvalía[i]

Cuando el Estado prohíba estos costes de producción, la explotación capitalista quedará al descubierto, porque sólo así se justifica la fabricación de mercancías en lugar de su compraventa a secas.

Recordemos que primero fue el Capitalismo Comercial, cuyo crecimiento impulsó la fabricación directa de las mercancías, por parte de los mercaderes, que hasta el siglo XVI las comparaba a los artesanos. La ganancia implícita en esas mercancías y aportada por los fabricantes artesanales y preindustriales era compartida con el comerciante en su condición de intermediario. Del capitalismo mercantil se pasó al capitalismo fabril o industrial.

Veamos ahora cómo opera la contabilidad burguesa y con ello logra disfrazar de costo de producción la plusvalía creada durante el trabajo excedentario e impago del asalariado.

Está claro que la riqueza creada por el trabajador burgués no le pertenece a este porque sencillamente él no invierte nada en materias primas ni en los demás costes productivos. Él fue expropiado desde hace siglos y sigue siéndolo. Él limita su aporte al empleo de su fuerza de trabajo a cambio de la cual recibe un salario. La literatura marxista ha luchado por hacer valer el criterio, según el cual    el trabajador se excede en la entrega de trabajo, más allá del valor del salario.

Los análisis marxistas dan cuenta de cómo el salario apenas retribuye la parte del trabajo creado por el trabajador durante una parte de la jornada, mientras que el valor trabajo adicional realizado y entregado durante el resto de la jornada, conocido como plusvalía, le sale gratis al capitalista contratante. La Economía Burguesa y Vulgar no admite esta explicación; ella traslada la ganancia al mercado y concilia su contabilidad cuando asienta como parte de los costos de producción el valor de la plusvalía.

Hasta ahora nos hemos limitado a considerar como regulares e ilícitos los cargos que realiza el fabricante por concepto de los medios de trabajo, alquileres, personal administrativo, gerencial, de vigilancia, asesoría y afines. Hemos considerado que, por ejemplo, las depreciaciones de maquinarias y herramientas en general no pueden imputarse como parte del valor de las mercancías fabricadas con la ayuda que brindan a la productividad de la mano de obra. Defendemos la tesis de que el consumo productivo de los medios de trabajo, por ejemplo, no añade una pizca de valor de uso ni de v. de cambio al producto en proceso; que tales inversiones son requisito sine qua non para que el capitalista pueda extraer plusvalía en la contrata de trabajadores; que tales inversiones representan un capital económico pero no se integran técnicamente al proceso de trabajo. Si el capitalista fabricante no consumiera y repusiera constantemente su capital económico sería un proletario más.

Los asientos contables que reflejan este mecanismo de coste son como sigue:

El capitalista posee en propiedad privada, pongamos por caso, un capital de partida = 100; este es aplicado a la compra de mano de obra y medios de producción concomitantes, según la siguiente distribución de costes:

1/100 2/80 3/20, para 1= Capital Inicial, 2 = medios de producción, y 3= mano de obra. Los 80 de medios de producción contienen 20 por concepto de medios de trabajo, alquileres y personal no productivo, gerencial, contable, alquileres y afines. Estos 20 son destruidos durante el proceso productivo, si consideramos una depreciación = 100%

Bien, para una tasa de plusvalía = 100%, el costo real de producción asumido por la contabilidad burguesa ascendería a:

202 + 602 + 203 = 100. En lugar de plusvalía = 20, esa contabilidad imputa aquellos 202, con lo cual los numeritos cuadran. La ganancia se prevé, estima y relega al mercado, y por los momentos no necesitamos contabilizarla.

Obviamente, como el capitalista no admite tal plusvalía, el cargo ilícito montante a 20 por concepto de medios de producción, diferentes a materias primas, lo asimila a un coste lícito por concepto de depreciaciones y demás costes de medios de producción, con lo cual repondría dos (2) veces parte del capital inicial (202, en el ejemplo que venimos manejando). Recordemos que las depreciaciones son deducidas de la ganancia antes del reparto de dividendos. La ganancia restante la atribuye al mercado.

Hemos igualado las hipótesis de la plusvalía = 20, e = al capital económico y constante que nos ocupa, y por esta razón, en esos términos, desparece la ganancia de fábrica de tal manera que resulta lógico atribuirla al mercado; ésta aparecería tan pronto la tasa de ganancia supere aquel 100% del valor del salario y plusvalía considerados., o cuando los cargos indebidos sean superiores a 20, y este es el frecuente caso de hiperganancias especulativas. Como fuere, estamos ante un interesante y valioso artilugio contable capaz de presentar la plusvalía como costes de producción, aunque estos estén representados por unos medios de producción que no son imputables al precio de venta, como racionalmente sí lo son los salarios y las materias primas.

Cuando la tasa de plusvalía supere 100%, la fórmula de costos sería la siguiente:

Para una tasa de pl = 150% de 203, pl sería = 30, que se manifestaría con una mayor volumen de oferta. La fórmula de costes sería la siguiente:

202 + 602 +203 + 10pl = 110, monto este representativo del costo real al cual se vendería la producción. Los 10pl ,como parte de la ganancia estimada al lado de los anteriores 202   que en suma  reemplazan contablemente y con creces el coste ilícito (202).

Por supuesto, tan pronto algún estado moderno opte por prohibir estos costes ilícitos, el capitalista tendría que suponer que él anticipa estimadamente la ganancia que posiblemente (según él) le rendiría el mercado, pero, entonces, ¿cómo pretendería justificar la venta con sobreprecio de una mercancías que cuestan menos? Y si así fuera, habría que preguntarle: ¿qué sentido tiene fabricar mercancías si estas podrían ser compradas a un precio y revendidas a otro superior?



[i] http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com     marmac@cantv.net

 


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Manuel C. Martínez M.


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