Es difícil no caer en la tentación de narrar los sucesos del golpe de Estado de abril de 2002, desde el anecdotario personal. Lamento no haber hecho lo que me dijo un experimentado periodista español en esos días: “escribe lo que me cuentas, se te va a olvidar y te vas a arrepentir después”. Y he olvidado muchas cosas. Y también ya hace tiempo me arrepentí. Y vaya, como es tan fácil ceder a esa tentación, ahí va lo que recuerdo.
El 11 de abril de 2002 yo estaba eso que llaman cesante. Es decir, desempleada. Cuando me enteré de que la marcha de la oposición fue “desviada” para Miraflores temí lo peor. Traté de llegar a mi casa con mi hija en mente y lo logré: primer error. Me encerré a ver al mago de vidrio, cuando afuera estaba lo más preciado de mis querencias. Las imágenes fueron “elocuentes”. Hombres armados, luego bautizados como los “pistoleros de Llaguno”, “disparaban” a la multitud. A esa le hice swing. Por horas (afortunadamente pocas) las imágenes me convencieron de que la “tiranía” había llegado. “Le salió el gorila al Comandante”.
Los hechos cuantificables: 20 personas muertas y más de cien heridas. Chávez intentó explicar y no pudimos oírle. Televisión fuera del aire. Y comí “cable”.
Pero muy pronto la catarata empezó a descorrerse. Muy pronto las querencias hablaron y reclamaron desde la desesperación, la tristeza y el miedo, que debíamos “activarnos”. En épocas estudiantiles los llamábamos comités por la libertad de los presos políticos. Contar con Internet fue una preciosa herramienta.
Cientos denunciamos la persecución. Estaba invisible para la incipiente dictadura.
La “certificación” de la renuncia, “la cual aceptó”, se oyó en la madrugada del 12, Depresión. Impacto. Desolación. Incertidumbre.Esperanza perdida.
Ya en la mañana las querencias hablaron incontenibles.“Yo estaba en Puente Llaguno y los disparos empezaron de abajo hacia arriba. Nos tiramos al piso para protegernos.
A mi lado cayó un señor”. Andan buscando al diputado cual, al ministro tal. Las imágenes mostraron la calaña del nuevo gobierno. La catarata estaba seca y surgió la miseria humana.
Luego las alternativas brotaron diversas: “Miquilena será el Presidente de la Junta de Gobierno”. “Están llamando a una reunión en Miraflores”. Y sobrevino aquella cadena: Yo, Pedro, juro.Y los poderes suprimidos, los gobernadores suprimidos.
Democracia suprimida. Justo es decir que una pesada y mediática voz de la oposición, se pronunció aquella noche en contra de la barbarie: Mal empezó Carmona.
El día 13 vivimos el principio del final de un capítulo de nuestra democracia: Ni Miquilena, ni Carmona, ni nadie. Una llamada desde Maracay lo confirmó: La gente quiere que vuelva el Presidente. Y me madrugó el pueblo. Nos madrugó el pueblo. Cogí línea otra vez. Un helicóptero pasó en la madrugada del 14 sobre mi casa. Saber que Chávez lo ocupaba, fue sólo eso. Un anuncio. Ver al Presidente otra vez en Miraflores un ejercicio perfecto de democracia. De la democracia de las mayorías.
No verlo así es una opción que se parece a un suicidio político.En estos días los suicidas pululan con sus voces tristes, haciendo coro. Haciendo, otra vez, un ejercicio también democrático, pero muy imperfecto, porque sigue llenó de mentiras, de zancadillas, de traiciones. Únanse a nosotros y tendrán un chance, les dijo el ministro Moncada en estos días. No lo harán.
Esta nota ha sido leída aproximadamente 10760 veces.