Si alguien ha sufrido en esta patria los embates de la inseguridad, ese mismo soy yo. No porque alguna vez me hayan atracado para quitarme el blackberry o llevarse mi reloj, puesto que no cargo ni lo uno ni lo otro; sino porque, a cuenta del hampa desbordada en las calles, los amigos de mis hijos y los míos inclusive, se instalan desde el viernes en mi casa y no creo que exista vendaval en este mundo ni plaga de langosta por estas tierras capaz de causar un arraso tan espectacular como el que deja esta gente el domingo bien tarde en la noche cuando cada quien agarra por su lado, con la excepción de uno mas que otro a quien tengo que pedirle un taxi y pagarlo de paso, porque no se atreve a salir de la casa por la misma razón que entró: La delincuencia.
Por la misma razón anterior me siento autorizado para rendir testimonio ante el INE y el Banco Central si lo solicita, del incremento en el consumo de bebidas alcohólicas, carne asada y casabe, en los últimos 3 meses. Solo le pido a Dios que no se antoje el empadronador del censo de visitarme en un fin de semana de estos, porque, podría quedar mi casa anotada como la de una familia boyante, que no es la verdad, o en el peor de los casos y debido al drama que va a encontrar, en vez de colocarle la calcomanía del censo que indica “censado”, le coloque una del indepabis de esas que dicen “clausurado”.
Comen, beben y meriendan, y últimamente han adoptado la modalidad de llevar cada uno un saco de ropa sucia para aprovechar de lavarla mientras se divierten, con lo cual el recibo de luz me ha llegado con multa incluida por alto consumo, y lo peor es que no hay nadie que diga “ toma mi negro este fuerte”.
De vez en cuando se les acaba el hielo, o mejor dicho a mi; y no solo tengo que bajarme de la mula para reponerlo sino que debo llamar a un motorizado que hace el servicio a domicilio porque ni ellos se atreven a salir ni dejan que salga “el viejo”, como me dicen pa' remate de vaina. Y todo por la cantidad de malandros que andan esperando que justamente alguno de ellos asome la cabeza.
Al principio agarré la cosa a “chanza” y hasta me ponía con ellos pero terminé dando vergüenza porque, ni tengo estómago para comer cuánto ni resistencia para beber tanto; de maneras que la cosa empeora cada día mas porque ya no me está quedando aguante para seguirles el trote ni centavo que sacar del pote.
Como las desgracias no andan solas, no ha faltado un vecino que , encerrado en su casa por causa de la misma inseguridad, se asome por el paredón, no para quejarse de ningún alboroto sino mas bien para sumarse a la pachanga y hasta me han felicitado creyendo que es mi cumpleaños. Por supuesto tampoco ha faltado en el vecindario quienes me han retirado el saludo no se si por envidia o porque no los he invitado a ninguno de esos guateques.
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