Cualquier revolución se mueve, se desarrolla y avanza. Las revoluciones sociales, precisamente porque son sociales, tienen un carácter histórico y no ocurren de manera aislada, no son islas, sino están intervinculadas con otros procesos globales. Definitivamente esto también es el caso con la Revolución Bolivariana de Venezuela.
Esto también implica –porque se profundiza y se revoluciona desde adentro– que obedece a las leyes y la ciencia del movimiento, es decir, a la dialéctica. De acuerda con esto, una revolución social es una contradicción, es una unidad y contradicción de opuestos, en otras palabras, aparece con su propia negación, con la contrarrevolución, con lo obsoleto que resiste a morir.
Hasta ahora, a través de los últimos años, a pesar de muchos retrocesos, fue precisamente este "látigo de la contrarrevolución", liderado por la obsoleta "oposición" y el imperialismo corporativo estadounidense en agonía histórica, que de manera dialéctica y con grandes saltos llevó la Revolución Bolivariana hacia nuevas y desconocidas alturas, hacia magnitudes globales, hacia las aspiraciones de sus trabajadores militantes y hacia una optimista solidaridad internacional.
Dentro de las garras capitalista-imperialistas, en esos tiempos de una severa crisis mundial, generada por una virulenta depresión, una bárbara recesión y una represión salvaje, el orden mundial reinante revela su verdadera quintaesencia fascista, su despiadada explotación económica, su horrenda dominación política, su discriminación social racista, su militarismo genocida brutal y su alienación inhumana sin fin. Dentro de este contexto histórico nació, vive y sobrevive la Revolución Bolivariana.
Por cierto, es original, auténtica y nueva y es creada por fuerzas latinoamericanas anti- capitalistas y anti-imperialistas, pero también es la creación trans-histórica de todas las revoluciones sociales anteriores a nivel global y es la vanguardia de las venideras luchas emancipatorias internacionales. Incluso si muchos de nosotros no estamos conscientes de esos dramáticos eventos, pues el imperialismo corporativo estadounidense y europeo, incluyendo sus futuros potenciales competidores definitivamente lo están, están plenamente conscientes de este peligroso paradigma revolucionario y anti-capitalista.
Por esas razones, el hecho de hacer una "revolución dentro de la revolución", profundizar la revolución, el intento de materializar una "democracia revolucionaria", desarrollar una "ideología" y adquirir un "Poder Ciudadano", todos son tareas muy serias y responsables, todos son asuntos de vida preciosa y de muerte heroica.
Los peligros de la contrarrevolución nos asechan en cualquier parte y a veces, donde menos se esperan, comenzando en nuestras camas, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros misiones y proyectos, en los altos rangos militares, en la iglesia y en nuestros propios ministerios. Justamente aquí en Venezuela, a través de los últimos 5 años, ya hemos experimentado todos esos casos simples, y todavía faltan por venir muchas variaciones más complejas de la contrarrevolución.
Ciertamente sería bastante imprudente de lavar nuestra ropa sucia en los lavaderos del enemigo. Es nuestra tarea sagrada y revolucionaria de purificar nuestra propia praxis y teoría nosotros mismos. Es de nuestro propio interés de clase de no caer en los innumerables y odiosos "rumores", en los viles asesinatos de carácter de los compatriotas Bolivarianos, en las eternas campañas de desestabilización, los actos dañinos de sabotaje y las guerras globales de desinformación.
Sin embargo, la dialéctica nos enseña que cada revolución social posee una negación inherente que es su fuerza motor, una contrarrevolución interna y externa y vice versa. De hecho, ambas contrarrevoluciones son relacionadas, cuando la contrarrevolución externa es más poderosa, por ejemplo en los recientes ataques de la "oposición" y de los EE.UU., entonces la contrarrevolución interna no tiene tanta fuerza y el movimiento revolucionario es más consolidado. Cuando la presión externa se reduce de una u otra manera para un tiempo, entonces las contradicciones internas de los movimientos de liberación se profundizan y la "revolución dentro de la revolución" va ganando impulso.
Esto es lo que actualmente pasa con la Revolución Bolivariana en Venezuela, esto es el momento cuando la revolución social tiene que demostrar su verdadera naturaleza, su anti-reformismo y su carácter de clase, revelar su lucha de clases, nutrir su conciencia de clase, concretizar su verdadera latencia nacional anti-capitalista y globalizar su verdadera tendencia internacional anti- imperialista. Cualquier otra cosa menos que esto, disminuiría la velocidad de la revolución, sería suicidio.
Actualmente la Revolución Bolivariana en Venezuela ha entrado en su etapa decisiva; se encuentra en un cruce dialéctico, justamente antes de pasar el punto del no regreso emancipatorio, hacia la posible emancipación incondicional anti-capitalista y anti-imperialista. Ahora más que nunca, igual que durante la situación crítica del golpe de estado y del sabotaje petrolero del 2002, tenemos que ser alertos y estar listos para batallar.
A pesar de "diálogos" y "reconciliación" entre "el Capital y el Trabajo", no queda más tiempo para la demora política, para el triunfalismo barato y para las celebraciones temerarias.
En este momento la contrarrevolución es más viril que nunca, tomando su máximo impulso. Científico y filosóficamente, tenemos que nosotros mismos dirigir la correlación dialéctica y revolucionaria de las fuerzas sociales, tenemos que introducir el Poder Ciudadano armado contra todas las maquinaciones contrarrevolucionarias violentas nacionales e internacionales.
Franz J. T. Lee es profesor de filosofía y ciencias políticas en la Universidad de Los Andes (ULA) de Mérida, Venezuela.
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