La unidad revolucionaria debe trascender el marco electoral

La nueva institucionalidad y el compromiso revolucionario




De la mano del Presidente Hugo Chávez el proceso revolucionario bolivariano alcanzó hitos bastante importantes y determinantes en el cambio democrático que se busca edificar en el país. Sin embargo, aún hay mucho trecho por transitar. Hace falta brindarle a los venezolanos la oportunidad de contar con una nueva institucionalidad, un nuevo Estado, acorde con las demandas populares y con el cambio estructural insertado en todo lo que significa la revolución bolivariana; además de lo establecido en el texto constitucional.

Mucho insiste el Presidente en este tema. Para él, “el Estado debe funcionar como un todo, (siendo) necesario que las instituciones del Estado se fortalezcan y puedan cumplir con la tarea que la Constitución les ha encomendado”. En otro momento se referirá al hecho de que “este gobierno no llegó aquí para traicionar a un pueblo, sino para comprometerse cada día más con la esperanza popular”. Por tal motivo, quienes están al frente de las distintas instancias del Estado deben comprender que, más allá de sus funciones específicas, se halla el compromiso de adelantar y consolidar la construcción de un nuevo poder al servicio de los intereses de las grandes mayorías en sustitución del que existiera por más de cuarenta años al servicio de una minoría antisocial y excluyente. No pueden, por consiguiente, pensar que basta cumplir con una buena gestión institucional sin preocuparse para nada de lo que implica el fortalecimiento y avance revolucionario, asumiendo una actitud abiertamente reformista y contrarrevolucionaria.

En función de lo anterior, cada uno de quienes integran el poder público y se dicen identificados con este proyecto bolivariano; todos, sin excepción, deben trabajar para que se logre este cometido y se abran espacios efectivos a la participación popular. Es más: deben asumir con desprendimiento, audacia y riesgos el desmantelamiento integral de todas las instituciones creadas y sostenidas por la democracia representativa y patrocinar decididamente aquellas que pudieran nacer bajo el cobijo de la democracia participativa. De ese modo, sin timidez ni acomodos, contribuirían a extirpar los tantos males que afectan todavía el desarrollo democrático de la sociedad venezolana.

El Presidente Chávez, en una clara muestra de convicción y visión revolucionarias, implementó la serie de Misiones que le permitieron a las grandes mayorías excluidas tener la oportunidad de ser tomados en cuenta como ciudadanos de una Patria verdadera. Ésa es la dirección que debieran seguir todos los gobernantes regionales y municipales, sin esperar que sean únicamente las leyes las que amolden las cosas. Si ello no ocurre, por la pesada carga ideológica del pasado adeco-copeyano que les impide convertirse en auténticos líderes revolucionarios, le tocará, entonces, al pueblo emprender, exigir y protagonizar los cambios económicos, sociales, políticos, culturales y morales que comprenden la revolución. Si ello no ocurre, por la miopía política y el interés económico que roe las entrañas de algunos de estos gobernantes y sus satélites, nada extrañará que sea el mismo pueblo quien inicie diversas formas de lucha y de organización para beneficiarse de esta realidad prometida. Si a esto añadimos el nivel de conciencia adquirido por éste en el duro batallar que le han opuesto los sectores tradicionales, podríamos anticipar una conflictividad social dirigida, no a destruir ni a desviar, sino a profundizar el proceso revolucionario.

Esta nueva etapa que le toca cubrir al proceso bolivariano en los dos años por venir demanda un compromiso más sostenido y eficaz de parte de los revolucionarios. En el camino, algunos desertarán, producto, quizás, de sus apetencias egoístas. Otros se mantendrán incólumes. Pero lo cumbre será el surgimiento de nuevos liderazgos, realmente revolucionarios y emprendedores. Para prefigurarlo, hace falta entender que la unidad de los distintos factores de la revolución bolivariana tiene que trascender el limitado y predecible marco electoral. Hay que alimentar al pueblo ideológicamente, sin esto, será muy dificultosa la consolidación de este proceso porque sin teoría revolucionaria –como se ha repetido indefinidamente- no habrá revolución posible.-



*Miembro de la Dirección Ejecutiva Estadal del Movimiento por la Democracia Directa (MDD) en el Estado Portuguesa.



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Homar Garcés*


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