Urge una coalición continental contra el terrorismo estadounidense

Terrorismo en Venezuela

Con el asesinato del Fiscal Danilo Anderson, la oposición golpista completa una demostración difícil de admitir hasta ahora para la de la opinión pública en América Latina y el mundo, e incluso en Venezuela: desde marzo de 2002, antes de lanzar el golpe desesperado del 11 de abril contra el presidente Hugo Chávez, ese sector tiene conciencia de su condición minoritaria, asume su irreversible fragmentación y realiza sus planes a partir de una certeza: no tendrá ya jamás la posibilidad de recuperar el poder mediante recursos siquiera camuflados por formas democráticas.

En consecuencia, se lanza por el único camino que le resta: el terrorismo.

América Latina y el mundo deben ahora tomar nota de este dato incontrastable: quienes desde el Departamento de Estado, con base operativa en Fort Langley y Miami, conducen al sector golpista de la oposición en Venezuela, han iniciado ya su plan de operaciones. Caracas es sólo una cabecera de playa.

Esta acusación directa al imperialismo estadounidense no es antojadiza. Horas después de conocido el resultado de las elecciones estadounidenses del 2 de noviembre, George W Bush declaró con su habitual sutilidad: “hemos acumulado capital político durante la campaña; ahora lo gastaremos”.

Uno de sus agentes, Otto Reich, declaró horas después a la prensa que “no querría estar en los zapatos de Chávez”. Más aún: minutos antes de que en el atardecer del 18 de noviembre, en pleno centro de Caracas, dos bombas hicieran volar el automóvil del fiscal que enjuició a los golpistas y en particular al ex alcalde y fascista desembozado Capriles Radonsky, otro funcionario estadounidense, en sintonía con esta escalada mundial imperialista, declaró en Santiago con motivo de la reunión de la APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico): "El mensaje de la APEC a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay es claro. En el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) hubo socios no ambiciosos y debimos conformarnos sólo con un acuerdo base que no fue prolífero". Se trata de Robert Zoellick representante comercial de Washington, quien a la vez admite el estrepitoso fracaso de la estrategia imperialista y asume, como única alternativa, la conducta de matón, amenazando descaradamente a los cuatro componentes originarios del Mercosur.

Sembrar el miedo, alentar el caos y buscar represalias que justifiquen condenas internacionales por parte de ONGs generosamente financiadas desde Washington es un objetivo obvio de este excecrable asesinato. Pero en las declaraciones de Zoellick está la clave y el verdadero alcance de esta conducta: "el ALCA se frenó (...) el segundo mandato de George Bush planteará una voz clara. Llevaremos el libre comercio a todo el mundo, abriremos mercados, en especial tras nuestra victoria en estas elecciones".

El atentado en Caracas, por tanto, no es sólo contra el gobierno del presidente Chávez y la Revolución Bolivariana. Es una declaración de guerra a Suramérica.

Frente a la evidencia, sólo cabe redoblar los esfuerzos por llevar la verdad de los
acontecimientos en curso a millones de personas intoxicadas por los medios de incomunicación de masas. Y reafirmar la necesidad de que el próximo 9 de diciembre, aniversario de la gloriosa batalla de Ayacucho, se ratifique la creación de una Comunidad Suramericana de Naciones, umbral para que con la audacia que reclaman estos tiempos, venga a luz una nueva nación de naciones, una entidad política que cambie las relaciones de fuerza a escala planetaria y ponga freno a la demencia imperialista hoy gobernante en Estados Unidos. La crisis mundial que se muestra sin tapujos en los horrores de Faluya, aparece ya en nuestra región. No hay espacio para la omisión.

(*) Luis Bilbao es director de América XXI





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Luis Bilbao(*)

Escritor. Director de la revista América XXI

 luisbilbao@fibertel.com.ar      @BilbaoL

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