Menos mal que fue rapidito



Me levanté tempranito. Prendí la tele y me desconcerté.
No había operativos especiales, trasmitían comiquitas en casi todos, excepto en el canal del Estado y en el de noticias del número repetido. “Están mal”, pensé.
Enseguida comencé a prepararme. Un koala me pareció muy chiquito, vista la última experiencia. Así que decidí llevar un morral. Allí metí un radio walkman, un libro (el último de Saramago, no podía elegir otro), un paraguas y un pote de agua.

Luego fui al kiosco del Chino y compré un diario estándar, un tabloide y, por primera vez en mi vida, un semanario dominguero. También compré una bolsita de mi chuchería (salada) preferida: chicharrón picante. Un “kit electoral” perfecto.

Mientras manejaba, le eché una ojeada rápida a las primeras páginas de publicaciones adquiridas, pues “más tarde estaré aburrida y habrá tiempo para leer”. Me llamó la atención el titular del diario estándar: “A votar contra viento y marea”. “Están mal”, me dije otra vez. Y pensé qué hubiese pasado si la oposición asume con dignidad su derrota. Era tan fácil decir: “perdimos, compañeros, pero preparémonos para las regionales y para mantener nuestros liderazgos”.

Pero se enfrascaron en demostrar lo indemostrable, en no ver la realidad.
Hicieron el ridículo, intentando “probar” el fraude con argumentos filosóficos y con base en la presunción de que algunos rectores del CNE son delincuentes.

Luego intentaron desandar o “recoger” los pasos, lo cual, según mi mamá, es complicadísimo. Desandar es algo así como caminar hacia atrás y eso es muy peligroso. Y “recoger” los pasos necesita un nivel de abstracción muy depurado, muy fino, del que carece el movimiento opositor. Recordé entonces los patéticos llamados a votar de los líderes de oposición, realizados en la última semana. El candidato de la gorra pa´tras casi llora cuando imploró a sus seguidores que ejercieran su derecho al voto.

No sé que decidieron los compatriotas de oposición, pues escribo esto antes de saber resultados de las elecciones regionales, pero, ya lo he dicho, si yo fuera opositora me costaría mucho seguir a unos líderes con posturas díscolas, incongruentes, desacertadas, inoportunas, erráticas e improductivas en cuanto a la obtención de saldos políticos positivos se refiere.

A estas alturas de mis “reflexiones domingueras” ya mi carrito estaba estacionado y me dirigí con mi cargamento rumbo al colegio La Salle (el de los pobres, le dicen). No iba por esos lados desde hace 75 días, cuando para ejercer mi derecho al voto, tuve que hacer una cola de 11 horas. Esa vez me llevé un koala, en el que el único libro que cupo fue la Constitución azulita. Cero chicharrón, cero agua, cero libro de literatura. El radio walk man sí lo llevé y fue lo que impidió que me volviera loca, en medio de la espera.

Pero esta vez fue todo muy diferente.

Cuando llegué al centro de votación observé que no había cola y un efectivo militar me dice que con ese morral no puedo pasar (estaba tan cargado que el tipo pensaría que llevaba un cañón). Me deshice en explicaciones y logré que el militar me dejara entrar. Una vez dentro del colegio todo pasó en pocos minutos. Cazahuella, firma del cuaderno de votación, explicación de la presidenta de mesa, voto automatizado y pinturita en el meñique. El “kit electoral” ya me resultaba pesado, menos mal que fue rapidito.




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Mercedes Chacín *


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