(Administremos mejor los “semáforos”)

El Anti Producto Interno Bruto (APIB)

Por definición, el Producto Interno Bruto (PIB) equivale al valor total de los medios de producción consumidos y desgastados con el concurso de los salarios y plusvalores creados durante un período económico, generalmente, un año, y dentro de las fronteras y costas de un país cualquiera.

Este es el caso: en las sociedades con baja organización social y laboral, principalmente con servicios públicos de tercera calidad, como el caso venezolano que es el que conocemos más de cerca, en estas sociedades, decimos, las personas suelen despilfarrar muchas horas por concepto de interminables “colas” de espera para recibir servicios sanitarios u hospitalarios; para cobrar sus miserables pensiones (hoy infladas con dinero megadevaluado); en largas colas para hacer efectivo sus cobros y depósitos ante la banca privada y pública, en las paradas de buses y busetas, etc. Colas para recibir atención pública en todas las dependencias ministeriales, estatales y municipales.

En la actualidad, las colas más sonadas por ahora en Venezuela son las que realizan los tributarios de rentas: para la obtención de una sencilla solvencia, para solicitar unos dolaritos ante Cadivi, y ni pasar por alto, las colas ante el majestuoso, infatuado y antipopular Banco Central de Venezuela.

También están muy de moda, son de alta resonancia y de vieja data las colas que se forman en Notarias y Registros públicos. Efectivamente, en estas oficinas sigue privando la figura del funcionario “habilitado” para que este pueda prestar sus servicios con menor tardanza.

Todas esas pérdidas se suman a las que en común acusan otros países mejor organizados, nos referimos a las famosas trancas vehiculares. Semáforos que son más los dañados que los que se hayan en buen estado, los mal ubicados, los mal programados, etc.

Valga esta digresión: Cuando los semáforos de todas partes están en verde, este color se trueca en amarillo, y este se lleva su tiempo para cambiar a rojo. Bien, hasta allí, pero cuando tenemos la luz roja, nada nos dice cuándo aparecerá la verde. Aquí ha habido una falla garrafal internacional sobre la graduación más racional y menos despilfarradora del tiempo de las personas en circulación.

A fin de reducir ese despilfarro de millones de horas-hombre invertidas antiproductiva y diariamente y todos los años con todos los gobiernos de turno, se ha dictado normas bien intencionadas que van, y normas que vienen, pero las colas siguen allí, y crecen en armonía y tal vez geométricamente con el crecimiento “aritmético demográfico” del país.

No hay manera de que exista por lo menos un gobierno que haya tomado en serio y eficazmente semejante pérdida humana en sentido económico. Algunos ministros, y posiblemente cargados de buena fe, han reducido o sugerido reducir el “papeleo” burocrático (eufemismo de pésima organización laboral).

Cuando esas medidas se han adoptado, lo que se ha reducido es el bolsillo de los usuarios porque semejantes reformas se han traducido en nuevas “matracas” o corruptelas de variopintas manifestaciones.

Venezuela es una sociedad despilfarradora por excelencia y con una educación no menos despilfarradora. Por ejemplo, jamás gobierno alguno ha podido “ponerse los pantalones” y auditar y realizar una sincera Contabilidad de Costes Universitarios. Los rendimientos que suministran los ministros, en “memorias y cuentas”, presentadas con bellos y tricoloridos lacitos y muy bien encuadernaditas, son una verdadera basura que no leen ni revisan los mismos editores.

Bien, entonces, si queremos darle un mayor grado de sinceridad al PIB nacional, debemos descontar el valor de lo que podría llamarse su Anti Producto Interno Bruto (APIB). Podríamos diseñar la elegante y académica fórmula siguiente:

El PIB = PIB’ – APIB, para PIB’ = Producto Interno Bruto Convencional no afectado por el gigantesco despilfarro de horas-hombre que nuestro país lanza al pipote de la basura de la ineptitud y desorganización social que nos caracteriza desde hace sus buenas multidécadas.


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Manuel C. Martínez M


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