Destructores de nuestra economía

A veces pareciera que la permanencia de nuestro proceso se debiera a hechos fortuitos, a eventos casuales, alejados de las teorías materialistas y de toda planificación y previsión. Prueba de esto, son los sucesos de abril de 2002, nuestra revolución estuvo a un tris de ser borrada de la historia, a pocas horas de que se les abriera las puertas del infierno a nuestro pueblo, por muy poco se soltaban en nuestro país las jaurías pinochetistas, enaltecidas por sus amos del norte. Pero nunca va a faltar quienes expresen que lo ocurrido era parte de un plan. La depredación de un pueblo en la oscuridad, bajo la mirada complaciente de los organismos multilaterales, es el ejemplo que nos deja el Chile de Allende y la Honduras de Zelaya. Persistimos quizás, debido al dicho de nuestros viejos, que sostenía; que al inocente lo cuida Dios. Existe mucha tolerancia frente a las omisiones, a los errores, cierta apatía ante los desvíos y a lo corrupto. Pero esto, que es grave, no es lo peor. Lo es, el hecho de que por lo general, somos incapaces de percibir agresiones en contra de nuestro proceso y nuestro pueblo, aunque el agresor se encuentre frente a nuestras narices y sus fuerzas sean menores a las nuestras.

Nuestra economía, pareciera ser un campo de batalla. Donde diariamente sufrimos los embates de un enemigo que pareciera ser invisible, pero que existe y que tiene planes dirigidos a crear alteraciones y desfases en nuestra economía. Lamentablemente no disponemos del ejército de hombres necesarios en los puestos de decisiones importantes para identificar y hacer frente a las agresiones que son asestadas y que terminan teniendo incidencia determinante en la economía de los hogares venezolanos. La idea de que la política debe estar por encima de todo, sin un manejo adecuado de sus teorías revolucionarias, ni de los conceptos más elementales sobre la economía política, nos presenta indefensos ante las arremetidas de un enemigo no solo dispuesto y preparado, también muy experimentado en estas lides. Agentes “extraños” insertan venenos en las arterias de nuestra economía y en la mayoría de los casos no son percibidos. Aunque nos llamamos socialistas, digerimos la máxima de que el mercado lo controla todo, cuando en realidad el mercado es controlado por los agentes económicos de mayor musculatura en el sistema económico globalizado en el cual estamos inmersos. Si se mantiene la idea de que los técnicos no son necesarios para hacer la revolución, se va a continuar avanzando a una décima parte de lo posible. Y nos van a seguir aniquilando sin darnos cuenta. Ya que no son pocas las revoluciones que han sido destruidas a través de la desestabilización de sus economías.

En lo particular, me niego a creer que la desaparición de los productos de los anaqueles, los altos niveles de inflación que se presentan mensualmente y el alza creciente del dólar, sean resultado exclusivo de los altibajos del mercado. Todos estos elementos ocasionados, en muchas oportunidades por los sectores adversos a la revolución, terminan siendo achacados por el pueblo a malas gestiones gubernamentales. El cual es el resultado que se busca con ese accionar. No son pocos los allanamientos que han dado lugar a hallazgos de inmensos galpones con productos que faltan en el mercado. O el alza desmesurada de los precios de grupos de productos, con la sola intensión de presionar el alza de la inflación. Sin dejar de mencionar toda la política diseñada y en ejecución para disparar el precio del dólar y crear la apariencia de economía inestable que llena de temores a los ahorristas. Recientemente el estado nacional, pudo detectar casas de cambio y bolsas de valores, que se dedicaban a establecerle valores al dólar, superior a los fijados, sin ninguna justificación, que no fuese la desestabilización. Son prácticas sutiles como el suspiro de una anaconda, pero tan mortales como su abrazada. Un delincuente económico de este tipo hace más daño, que un extremista palestino, ya que el primero ocasiona daños a todo un país y muchas veces, andan caminando por la calle como si nada. Es preciso que eliminemos esa ceguera económica que nos está destrozando y que se empiecen a tomar medidas enérgicas contra estos sicarios económicos, ya que las lamentaciones no salvan.


PEDRO.G.FIGUEROA@GMAIL.COM


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Pedro Figueroa


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