"...y llegó el Comandante y mandó a parar."

A Carlos Puebla,
maravilloso cantautor cubano, quién nos enseñó a amar más
a Fidel, al Ché y a todos los héroes de la Revolución Cubana,
a través de sus canciones.

Cuando Carlos Puebla compuso este canto revolucionario, Hugo Rafael Chávez Frías, tendría apenas 5 o 6 años... Cuarenta y cinco años después, el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, ratificado por voluntad popular, “mandó a parar”... Dijo: “saqué el látigo de la crítica y la autocrítica”. Este “látigo”, sacado desde el fondo del alma, es un instrumento revolucionario eterno para afinar la actitud y la aptitud revolucionarias, las cuales son algo más que una posición frente a la vida: ¡es una condición, una cualidad de vida! ¡Es cualitativo, compatriotas! Tanto, como para ser capaces de entregar nuestras vidas en función de nuestros iguales; es decir, cualquier ser humano. Y digo actitud-aptitud, porque no todo aquel que se comporta como revolucionario en algún instante, es apto para sufrir los rigores que acompañan sus propios actos. ¿Se acuerdan de Teodoro Petkoff o de Pompeyo Márquez? Son ejemplos paradigmáticos en este país en proceso de Revolución. Fueron actores de un momento político, pero no eran aptos para continuar la lucha popular. A cada uno le bastó un ministerio y se condujeron como ministros de un proceso político que nada tenía que ver con una Revolución, sino todo lo contrario. Hoy son sólo fichas de la oligarquía... ¡Qué vergüenza!
Ser revolucionario es algo que va mucho más allá de una actitud crítica y declaratoria sobre los “valores” inhumanos de un sistema económico, político y social que ha regido durante tanto tiempo nuestras vidas y las vidas de tanta gente durante siglos; vale decir: el racismo, la exclusión social, la explotación del hombre por el hombre, el colonialismo, el imperialismo, el capitalismo, el neoliberalismo... y pare de contar tantas adversidades que aquejan al ser humano desde tiempos inmemoriales. Hasta el Papa está en contra de todo eso, lo cual nos da una señal sobre lo terrible de tales plagas, porque el Papa no es un revolucionario y lo sabemos. Es, tan sólo, una referencia desde adentro del sistema, nada más. No somos Anti-Papa ni nada por el estilo: es una simple constatación. Aquí el único Anti-Papa y Anti-Cristiano es Baltasar Porras y su combo prevaricador y transgresor de su doctrina, aliados del imperialismo y de los explotadores.
“Aquí pensaban seguir...” -dice Carlos Puebla en su canto y lo sigo parafraseando-, siendo burócratas indignos: los heredados y los “nuestros”. Los indolentes y antipopulares; usufructuarios de las prácticas “gubernativas” de los adecos y copeyanos... ¡Pero sobre todo los que llamamos, no sé por qué, “nuestros”! En realidad, no son “nuestros”, sino de ellos, de la reacción, de la anti-revolución. Son los que se colaron, los que se cambiaron de chaqueta y que son “más chavistas” que Chávez cuando hablan, mientras estafan la fe del pueblo. De ellos, hemos sufrido sus vejámenes, sus dilaciones, sus contubernios con los personajes de la cuarta república; sus negocios inconfesables, su corrupción... Pero ahora, finalmente, apareció el “látigo” del comandante “y mandó a parar”. Cada día Chávez es más consistente, más consolidado, más profundo en el proyecto de país que él mismo nos ha proyectado en la mente y que tiene qué ver con nuestras necesidades y aspiraciones. Cada día, Chávez nos sorprende con la inmensidad de la acción y del pensamiento revolucionarios. Cada día, finalmente, nos hace más chavistas.
Estamos en una coyuntura excepcional, histórica, definitoria: ¡somos o no somos revolucionarios o qué somos! Toda Revolución verdadera pasa por muchas crisis como ésta: la de la vigilancia de la conducta de los funcionarios. Cada crisis, como toda lucha de contrarios, produce síntesis importantísimas. No toda crisis es mortal en los procesos históricos y a las cuales habría que temerles. No, por el contrario: son, en general, muy favorables y productivas; sobre todo, las organizadas por los mismos revolucionarios... ¡y mejor aún cuando es el máximo dirigente del proceso quién las inicia! Es una mirada hacia adentro. Es una introspección. Es la interiorización del acto y la aptitud revolucionaria. Estos son los espléndidos momentos de los esclarecimientos ideológicos, de las definiciones, de la sindéresis revolucionaria, de la profundización de los procesos.
CORPOANDES es una muestra inigualable de una de las pésimas actuaciones de “revolucionarios” en posiciones de gobierno. Hugo Moyer, presidente de esa Institución hasta el sabotaje petrolero de 2002-2003, de donde se fue, abandonando ilegalmente su cargo, para ir a PDVSA a “salvarla” y donde la remuneración es mayor, dado que él “perdía dinero” estando al frente de este organismo, según sus propias confesiones en distintas asambleas de empleados; pero no se daba cuenta de que las empresas de CORPOANDES se perdían. Profesor universitario, con no sé cuantos libros de texto escritos; con postgrados y diplomas coleccionados durante toda su vida académica en la Universidad del Zulia -hobby en la cuarta república de los no excluidos de las posibilidades de estudios universitarios-, pero sin probidad política o ideológica. Por eso, no hizo otra cosa que continuar, casi calcada, una gestión de la cuarta república y cuyo ego, irredento y reivindicado, le hizo publicar un libro personal, no institucional, titulado “Andinidad”, con dineros de CORPOANDES -Bs.10.000.000,00, según tengo entendido y lo cual constituye un delito de malversación-, que no es otra que una recopilación de “sus” artículos de prensa escrito a “cuatro manos” con el Dr. José “Cheo” González y a quién ni siquiera le dio créditos como co-autor. De lo que acabo de decir, me hago absolutamente responsable.
Muestras como ésta son los que hay que erradicar, perseguir, denunciar y exigir justicia. Eso es lo que el Presidente nos está pidiendo, nos está demandando, nos está ordenando. No bastan los diplomas atesorados, si no hay integridad política e ideológica, que es lo fundamental para dirigir el proceso. Los técnicos y los “sabios” teóricos no bastan. El Estado está lleno de ellos. Tienen más de 40 años asistiendo a cursos y acopiando diplomas. Diploma sin ideología es un fraude que atenta contra el proceso. Es el individualismo “exquisito”, la acumulación egoísta de adornos colgados en las paredes. El pueblo, quién, según nuestra Constitución, detenta el poder, no tiene diplomas ni es escribidor de libritos. Escribe la Historia, el Libro Grande, que es su historia eterna.
“Y llegó el comandante y mandó a parar”. Nos ordenó ser vigilantes del proceso, como quién cuida su vida... Porque, compatriotas, en realidad, la vida se nos debe ir en la defensa y cuido del proyecto de país que estamos construyendo bajo el liderazgo del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. No debemos dejarlo solo. No nos está permitido ser “indiferentes”, lo cual equivale a ser cómplices, de nuestros “amigos” o conocidos en funciones de gobierno. Estamos obligados a ser vigilantes de la gestión de cada funcionario... Si no, no vale la pena estar en este mundo, cargar una boina roja y decir “Chávez no se va”. ¡Por algo “llegó el comandante y mandó a parar”!




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