Inflación sinvergüenza, especulación salvaje y el "permuta" (o el dólar de los hijos de puta)

El fenómeno de la inflación en Venezuela se debe –casi en su totalidad- a la especulación voraz del gran capital nacional, el cual ha sido parasitario e improductivo hasta el delirio. El “alto costo de la vida” -por lo general- se asocia a la teórica escasez de oferta y aumento de la demanda, por lo cual hay tendencia al incremento de los precios al consumidor. La inflación, dentro de la aberración sistémica capitalista, es el impuesto pagado por los más pobres para enriquecer a la plutocracia anquilosada y amorfa; en el marco de la lógica de la escalada de precios, la inflación endeuda al descamisado en un infinito espiral ascendente en el cual éste acaba por hipotecar su porvenir y el de sus hijos.

En los últimos cuatro años, la inflación en Venezuela se ha convertido en uno de los componentes de la conspiración económica imperial; a través de la manipulación al alza de los precios, la mayoría del sector privado nacional ha buscado el colapso del Estado revolucionario y el “ahorcamiento” presupuestario de las capas más desposeídas del país. El frustrado objetivo: desplegar sobre el tapete la supuesta ineficiencia del Gobierno Bolivariano en el manejo de las finanzas públicas y las políticas sociales.

Sin embargo, la inflación artificial en Venezuela ha sido un instrumento de chantaje de la esfera privada para torcerle el brazo a la Administración Pública y en la Cuarta República fue muy efectiva en la concreción de oscuros propósitos. Al final, siempre se lograba acorralar al binomio adeco-copeyano y éste cedía, ¿resignado?, a las draconianas peticiones de la iniciativa privada. La motivación principal de la “burbuja” del índice de precios al consumidor es disparar la plusvalía del capitalista, aplicando el menor esfuerzo. Así ha sido en Venezuela desde hace más de 25 años.

En cualquier recoveco del orbe, el margen ganancia promedio de un comerciante o empresario está entre 15 y 30%. A pesar de ello, Venezuela es un expediente inédito en el planeta: la franja de plusvalía criolla es hasta de 500% y más. Por tal razón, a cualquier venezolano que salga al exterior le parecerá más barato adquirir bienes y servicios en otras latitudes que aquí. Sin ir muy lejos, basta con darse un periplo cibernético por eBay o Amazon, para caer en cuenta del “atraco colectivo” del cual somos víctimas. Los cuervos vernaculares nos sacan los ojos, se burlan de nosotros y –encima- debemos darles las gracias. ¡No me jodas!

Aunado a la expoliación de los usureros-delincuentes locales que se hacen mentar “empresarios” y “comerciantes”, está la otra tragedia del venezolano: la ausencia de una conciencia crítica de consumidor responsable. En las capas altas y medias de nuestra sociedad, ha persistido la pose autosuficiente y altiva de la Venezuela Saudita. Así como en épocas pretéritas quemaban un billete de cien dólares para encender un cigarrillo, las clases acomodadas de nuestro país hacen un extraño y actual alarde: mientras más caro compran algo, más “categoría” les da y más prepotentes se sienten. De locos, ¿no? Incluso, esa abyecta conducta ha calado en vastos dominios de las clases más poseídas y se ha convertido en una realidad insoslayable. Lo esencial no es conseguir el bien o el servicio a un costo razonable, sino obtenerlo a como dé lugar y cueste lo que cueste.    

Las clases dominantes genuflexas al Imperio y a Europa por su desarrollo y organización, olvidan que en esas mismas coordenadas las masas están muy bien estructuradas y cohesionadas frente a los abusos que la oligarquía económica venezolana estimula dentro de sus propias fronteras.  

En Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, verbigracia, existe la figura del “boicot” hacia los productos o servicios cuyos costos aumentan de manera desmesurada e injustificada. En dicho escenario, los consumidores se ponen de acuerdo –a escala nacional o regional- y no adquieren el bien o el servicio en cuestión, por lo cual el especulador capitalista se ve obligado a retornar al precio anterior y sin derecho a pataleo. En nuestra Revolución Bolivariana deberían crearse los “Comités de Boicot Económico” para pulverizar las intenciones sediciosas de la derecha y su estratagema de sabotaje alimentario.

La tendencia inflacionaria especulativa en la Venezuela de hoy (25-30%), ni se asemeja a la hiperinflación que sufrieron países como México, Bolivia, Perú, Nicaragua y Argentina, en la década de 1980. El promedio de hiperinflación en tales territorios variaba entre 3.000 y 11.000%, en cuestión de meses. En 11 años de Revolución Bolivariana, el acumulado en ese renglón es de sólo 21,23% y con ajustes del salario mínimo de entre 20 y 30% anual; en el último decenio de la Cuarta República (1988-1998), el guarismo de la inflación se ubicó en 53% y con picos alarmantes en 1989 (80%), y 1996 (103%). Los agravantes durante el “Ancien Régime” puntofijista eran que, primero, no existían ni Mercal, ni PDVAL y, segundo, los aumentos del salario mínimo eran irrisorios al contrastarse con el galopante “costo de la vida”. 

LA CATÁSTROFE ECONÓMICA DE 1983: ESPECULACIÓN CAMBIARIA E INFLACIONARIA

Hasta el 18 de febrero de 1983, el bolívar había sido una de las monedas más estables del mundo. Desde el desenlace de la Segunda Guerra Mundial -en 1945- nuestro signo monetario sólo había tenido una variación, con respecto al dólar, de 22%. La extraordinaria renta petrolera permitía que el bolívar tuviese un régimen de cambio fijo, el cual era de Bs. 4,30 en 1983. La caída estrepitosa de los precios del crudo, la fuga de capitales y la onerosa deuda externa contraída –innecesariamente- con organismos multilaterales, provocó la primera depreciación severa del bolívar en más de una centuria de existencia. A partir de ese instante, los capitalistas venezolanos descubrirían los dos negocios del siglo para sus rastreras maquinaciones: la especulación cambiaria y la inflación artificial coercitiva.

A través de una dupla parasitaria e improductiva, la especulación cambiaria e inflacionaria, la burguesía nacional cayó en cuenta de que podía sacar el máximo beneficio en liquidez contra el menor esfuerzo de inversión. En el mercado cambiario la oligarquía compraba dólares masivamente, después de la devaluación, el control de cambio y la consecuente “banda de flotación”, y hacía bajar el precio. Después ésta (la oligarquía) “desaparecía” los billetes verdes del espectro financiero local y forzaba una devaluación, lo cual la hacía recuperar su “capitalización” hasta cinco veces más. Más tarde, repetía la centrífuga monetaria y así suscitaba otra devaluación, y otra, y otra. Mientras las clases populares se empobrecían más y más, los parásitos de la burguesía nacional se hacían más y más multimillonarios. Era el “robo perfecto”, ya que los que especulaban con los “Benjamines” eran los mismos que eran Presidentes de la República, ministros, directores generales, legisladores, magistrados, banqueros, o -en el más modesto de los contextos- los delincuentes financieros tenían conexión directa con personalidades ligadas al gobierno de turno. ¿El modus operandi? Sencillísimo: se levantaba un auricular y se avisaba cuándo sería la siguiente devaluación. De esta manera, los especuladores redoblaban sus adquisiciones en divisa extranjera y aguardaban por otra quintuplicación de sus ingresos parasitarios. ¡No producían ni un clavo y no daban empleo a nadie! Es la cruda historia de nuestro “productivo” sector privado en los últimos 30 años. Un nido de proxenetas que vivía del Estado, sus créditos blandos (que nunca honraban) y sus dólares petroleros.

La otra táctica de la oligarquía fue la de la inflación artificial: propiciar devaluaciones súbitas, fuertes y crónicas, para catapultar la cotización de los bienes y servicios y generar así mayores “utilidades”. Igualmente, la inflación servía como elemento de coerción a las masas y colectivos sociales, ya que los desmovilizaba y los hacía presa de la angustia cotidiana de “llevar el pan a la mesa”. Tal proceder “despolitizaba” al ciudadano y lo degradaba a bestia de supervivencia individualista. Como podrá verse, era el negocio redondo, porque los especuladores se beneficiaban tanto del mercado cambiario como del aumento de precios de sus “baratijas”.

 En un período de 15 años, desde 1983 y hasta 1998, la Cuarta República devaluó nuestro signo monetario en más de 50.000%. ¿Con qué moral los “viudos” del puntofijismo pontifican ahora de devaluación en la Quinta República? El culto al dólar no era casual en “la guanábana”, ya que integraba una muy afinada estrategia del Consenso de Washington que perseguía la destrucción de nuestra identidad cultural y nacional. La nuez del proyecto yanqui era engullirse, una a una, las repúblicas de América Latina, en el marco de un mamotreto jurídico y transaccional –ya fenecido- denominado ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA, LA CRISIS CAPITALISTA Y EL DÓLAR DE LOS HIJOS DE PUTA

Cualquier ser analítico y pensante sabría que el dólar es la más descarada estafa a la Humanidad. Obtener un billete verde es contraer deuda y más deuda; así lo indica la Reserva Federal en cada George o Benjamín: “This note is legal tender for all debts public and private” (Este billete es moneda de curso legal para todas las deudas públicas y privadas). Desde 1971 y debido al déficit provocado por la Guerra de Vietnam, Estados Unidos no respalda su moneda con metales preciosos como el oro y la plata, con lo cual emite dinero inorgánico y desechable al resto del planeta. Miles de millones de dólares inundan el sistema financiero global sin un sustento legítimo (*). Si construimos una analogía en lo personal, sería como que alguien anduviese con un enorme talonario y haciendo cheques a diestra y siniestra, sin soporte de liquidez en su cuenta corriente. Al final, cuando las “víctimas” traten de hacer efectivo el pago nominal, serán rebotados hasta la galaxia más cercana. Lógico, ¿no? Eso es una ESTAFA acá y en la China. Evidentemente, el timador, al ser detectado e identificado, será puesto tras las rejas. Sin embargo, estamos ante una superpotencia que ha obrado en ídem dirección por más de 40 años y sigue actuando impunemente. Claro, su poderío militar y tecnológico –a unos cuantos-  intimida, manipula y vence.

La Revolución Bolivariana ha desafiado la hegemonía “verde” imperial y ha propuesto el intercambio comercial sin la intermediación del dólar estadounidense. La actitud de Venezuela ha exasperado los ánimos en la guarida de los “halcones”, quienes avistan un peligro latente para la omnipresencia de su signo monetario, la cual ya se ha visto vapuleada por la Segunda Depresión capitalista que se desató a mediados de 2007 (**).

 El reciente ataque especulativo de Estados Unidos en contra del Bolívar Fuerte, al utilizar el “permuta” como tope de facto y desdeñar las regulaciones oficiales existentes, tiene como última instancia la desestabilización del Estado y el desplome financiero de la nación. Al referirnos a los “hijos de puta”, los artífices del dólar permuta, estamos hablando de los grandes especuladores que negocian con sumas multimillonarias y estimulan una cotización ficticia de un dólar que no vale ni el papel donde está impreso. No platicamos de aquel ciudadano “de a pie” que por alguna u otra razón debe vender o comprar una pequeña cantidad de “Benjamines”. Ellos son también víctimas de los mafiosos de las altas esferas de la oligarquía criolla y sus desviaciones.

 La iniciativa privada parásita e improductiva cuya codicia aquilató riquezas a la sombra de la Cuarta República y a partir del nefasto “Viernes Negro” cabalgó sobre la especulación financiera e inflacionaria, anhela regresar a las jornadas de las devaluaciones “express” y al dantesco contubernio con los factores del poder establecido. Critican el control de cambio y esgrimen: “Los controles son malos, generan corrupción (¡!)”. Vaya mensajito, ¿no? ¿Cómo que los controles son malos? ¿Acaso la empresa privada no aplica controles? Ya nos gustaría ver a algunos de estos idiotas eliminar, de un plumazo, los controles en sus fábricas y compañías. ¿Verdad? Que cada quien vaya a laborar a la hora que le dé la gana, que no se use el uniforme reglamentario, que se homologue el salario del obrero con el del patrón explotador y que la masa proletaria produzca lo que considere necesario. ¿Cierto que los controles son dañinos, señores capitalistas? ¿Cómo no controlar algo tan serio como la economía y el espejismo del “permuta”?

 Las medidas del Estado revolucionario con respecto a la administración de divisas y el mercado paralelo, son las más acertadas (***). Está en juego el proceso bolivariano y no se deben permitir argucias especulativas encaminadas a dar al traste con la construcción del novel paradigma igualitario. Las casas de bolsa no tienen nada que ver con la democracia directa y obrera, así como tampoco las loterías, el 5 y 6, los casinos y las apuestas. La radicalización de la vía venezolana al socialismo debe pasar por la erradicación de taras capitalistas como la inflación artificial y la especulación obscena con las divisas extranjeras. Debemos ser implacables con los hijos de puta.

 

(*) Más de un baboso pro yanqui espetará: “¿No es respaldo suficiente el complejo tecnológico-industrial: Microsoft y Apple, por ejemplo”? Si bien es cierto que en Estados Unidos hay muchas empresas dedicadas –entre otras áreas- a las nuevas tecnologías, no es menos verdad que cada día son menos las compañías con fábricas ubicadas en el territorio continental de Estados Unidos. Para muestra un botón. Tome cualquiera de esos “gadgets” de la Microsoft o de la Apple y vea dónde está manufacturado. El tour por Asia es alucinante: “Made in China”, “Made in Indonesia”, “Made in Taiwan”. Haga lo mismo con un par de Levi’s o unos zapatos Nike: Filipinas, Guatemala, México, El Salvador, Indonesia. Para abaratar costos y evadir impuestos, las empresas más emblemáticas del capitalismo estadounidense se han ido a las “periferias” del mundo. Otra contradicción prevista por el genio Marx. Tal coyuntura conduce al desmontaje del parque industrial gringo y a la cada vez más creciente tasa de desempleo. El American Way of Life es un fiasco.


(**) El Grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) está trabajando en la implementación de una nueva moneda de reserva a escala mundial o, en su defecto, de una cesta de divisas fuertes. Todo ello con la finalidad de sustituir al dólar estadounidense en las transacciones del comercio internacional y en las reservas depositadas en los Bancos Centrales del orbe. Es decir, en cualquier momento el BRIC le dará una sorpresita a Estados Unidos.

 

(***) El Estado revolucionario debe presionar a la OPEP para que ésta logre un consenso entre sus miembros, se elimine la cotización del crudo en dólares y se instaure un sistema de “canasta de monedas” como el auspiciado por el Grupo BRIC. La acción más avasallante para sepultar el mercado paralelo criollo y su usura, es restarle terreno al dólar a escala internacional. Al perder la supremacía en el mercado del oro negro, el dólar se hundiría en un abrir y cerrar de ojos.

 

Adan gonzalez <elinodoro@yahoo.com>
 


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Adán González Liendo

Traductor, corrector de estilo y locutor

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