Quinta columna y corrupción: Los mayores peligros de la revolución

Es preocupante en grado extremo que en cinco años no hayamos podido ver un solo preso de los centenares de miles de corruptos de la IV República y, por el contrario, tuvimos que calarnos en días recientes, el insólito hecho de que los delincuentes Lusinchi y compañía, resultaron absueltos por la “justicia” por aquella vagabundería de los "jeeps" para la campaña de CAP, debido a que la causa había prescrito. ¿Cómo les parece?.

Nos embarga aún más esa preocupación, al ver que los corruptos de este proceso, según parece, abundan como la yerba. Así como ocurría en la IV, el run run, el comentario persistente y muy variado que se escucha en las colectividades de aquí, de acuyá y de más allá. La echonería ramplona y el exhibicionismo descarado de algunos cuantos mostrando sus camionetas de último modelo costosísimas, así como sus modernas y nunca soñadas residencias, sus chalets playeros o de montaña, su concurrencia casi permanente a los comederos del mayor lujo de la ciudad, sus viajes periódicos al exterior y paremos de contar, son evidencias contundentes de que las cosas en eso de la corrupción, nuestra revolución no ha podido hacer mayor cosa, salvo la de mantener en la Presidencia a un líder que aboga por la moral pública, que exige constantemente transparencia a su equipo de gobierno y que jamás ha dejado de increpar, con palabras muy duras, las más de las veces, a quienes tienen la obligación de velar por el transparente manejo de los recursos y bienes públicos, para que estén alertas y vigilantes, como única garantía de que no se permita que se puedan producir ilícitos en su gobierno. Ha sido reiterativo, también el primer mandatario, en eso de pedirle a sus ministros y demás hombres del gobierno que no le oculten los hechos dolosos y menos aún a sus responsables, quienes deben ser sometidos a la justicia, sin importarles quienes sean y a que tolda política pertenecen. Pero, como vemos, pareciera que eso no basta. Hace falta más acción y más decisión.

Ciertamente, hay serias sospechas de que en materia de corrupción las cosas continúan como antes. La “coima” sigue muy campante... ¿Y los órganos del control público? No sabemos si efectivamente trabajan en la dirección de corregir esa situación, pues es muy poco lo que suelen comunicar, conducta paradójica esa en tiempos de revolución, así como porque nuestra Constitución Bolivariana hace obligante que este proceso transformador tiene que avanzar hacia la construcción de una sociedad participativa y protagónica. De manera que no hay excusa posible para no actuar contra ese terrible flagelo, pues el marco constitucional nos habilita mecanismos para que, de la mano del pueblo, podamos enfrentarlo. ¿Qué nos falta, entonces?, pues solamente la decisión de generar la inquietud por la participación y coadyuvar a la efectiva creación de las contralorías sociales. En esto el Presidente ha insistido mucho, pero su voz como que siempre se la lleva el viento. De manera que hay que invitarlo a que continúe machacando sobre el mismo tema e, inclusive, sugerirle la conveniencia de crear la Misión Transparencia o Manos Limpias o como quiera llamársele a una fuerza que con efectividad acometa la tarea de enfrentar de forma implacable a los corruptos. Lo importante es que esa misión, quizás la más necesaria en esta hora de consolidación de la revolución, comience su tarea de inmediato, sin más dilación. No es posible admitir más demoras. No se justificaría ante los ojos del pueblo que permitiéramos que esas mafias corruptas le continúen haciendo daño a este proceso de cambios que sólo aspira construir una patria grande, donde prevalezcan los más altos valores de la moral, de la justicia, de la igualdad y de la soberanía.

Entendemos que erradicar la corrupción es tarea nada fácil, pues la “quinta columna” está muy bien enquistada en los distintos estamentos del Estado y eso conspira en un interés por dar pasos afirmativos hacia el objetivo de reventarla. Hay que empezar por limpiar las gerencias en todos los niveles de la administración, de manera que no quede rastro alguno del puntofijismo, como única medida que nos pueda facilitar la reestructuración de los cuadros con gente honesta, comprometida con el proceso de cambios, porque, vamos a ser claros, sería un error funesto colocar en puestos claves de la administración, donde se toman decisiones sobre las políticas gubernamentales, sean del género que sean, a gente que lo adversa.

Hay sacar de la burocracia estatal, sin compasión alguna, a aquellos personajes que no solamente incumplan con sus obligaciones de servir a la República como lo juraron, sino que no den claras demostraciones de querer otorgarle a sus ejecutorias la mayor transparencia y sabemos que ello lo consiguen creando mecanismos expeditos de control interno, que sean abiertos no solamente hacia el interior de la Institución de que se trate, sino hacia la calle, por vía de coadyuvar a que se constituyan y operen las contralorías sociales, sin limitaciones de índole alguna.





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Iván Oliver Rugeles


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