Ya la tristeza pasó. Tan solo por el hecho de que una de las cosas que siempre Fanny me enseñó es mirar hacia adelante como el elefante.
El viernes fue un día gris, llegue a una Caracas congestionada y lluviosa donde todos apurabamos los pasos por llegar a nuestro destino, aunque mi destino no era La Hoyada decidí pasar por el edificio Josefa Camejo (Metro de Caracas) para averiguar el status de mi liquidación.
Fue gracias a una llamada de que me dan la buena o mala noticias - tómela como mejor le guste- de que mi pago no saldría hasta que no me apersonara a la oficina de Tesorería, lo cual no me pareció incorrecto, sin embargo me atrevo a preguntar si manejan de cuanto dinero estamos hablando...y el analista con tono de gracia me dice: "son seiscientos mil bolívares, no seiscientos millones, es más, te explico eso no te alcanza ni para un pan campesino".
Creo que al momento me reí, ya ni recuerdo, le doy las gracias y le digo que no se preocupe que dudo mucho que me vean la cara por esa oficina.
Sin embargo al llegar a planta baja, bromeo con las patriomoniales (argot Metro) y me siento en los banquitos a reflexionar de la llamada y de mi paso por una empresa a la que le dedique tres años de mi carrera profesional como periodista . No me quedé con el pan campesino, transformé mi pago a una chupeta, quizá para endulzar el amargo momento.
Pensar que en este país ningún esfuerzo vale la pena mientras estemos en un sistema que se carcome con la ineficiencia, la burocracia, el amiguismo y el corruptelismo.
Esto demuestra la hiperinflación de la que no escapa ni el más pintudo, la que todavía niegan los grandes cabecillas de este gobierno, queriendo así tapar el sol con un dedo.
Me fui del Josefa Camejo a comprar la chupeta y darle sentido a lo que en ese momento me pasó, estoy segura que no es el único caso injusto y deplorable que vivimos a diario, solo que cuando el golpe llega de frente es inevitable no alzar la voz.
