Guillo con ese acuerdo Brownfield-Uribe

Wilde como que tenía razón cuando dijo, que la Historia del mundo es una sucesión de noticias de policía. Notable evidencia de esto se produce hoy, cuando leo que fue el Embajador de Estados Unidos en Bogotá, quien dio la información sobre los acuerdos relacionados con la instalación de las siete bases militares en territorio, (no digamos de Santander) sino de Nariño. Acción digna de que la policía debería haber hecho presencia para recobrar un orden publico agredido.

Que sea Brownfield, precisamente, quien públicamente lo haga conocer, antes que algún representante del gobierno de Uribe, no hace sino demostrar lo afrentoso y dramático de este bambuco. Aún por concluir. Repelente evidencia que demuestra hasta que punto tienen penetrado y desmoralizado al Estado colombiano. Lo hacen por que la tramoya montada a espaldas del país con los contenidos de la transacción, fue de tal calibre, por su horror y falta de nobleza, que al ver el resultado, a ellos mismos, les debió producir escalofrío, repulsión y lagrimas.

El comunicado, en voz del patético personaje Brownfield, perfora y viola con su grandilocuencia, la poca moralidad que le queda a los lideres de ese país. Es un alarde que pone en evidencia, que de aquí en adelante, serán las Fuerzas Armadas, con la licencia de los norteamericanos y sus dos mil quinientos asesores, quienes tendrán la manija del poder en el país. Este histórico desaguisado, es el punto de inicio para convertir a los militares en la fuerza choque de todas las trapacerías que al Tiempo de Bogota se le ocurran, al interior o al exterior del país. Será la santificación de aquello que expresó un Diputado gringo: “por fin los halcones tienen una cabeza de playa en Latinoamérica”.

Reseñar las tonterías que contiene el acuerdo, no produce sino tristeza, por tanta imbecilidad insinuada, como: “desde las bases militares de Colombia no se podrá realizar ningún ataque a países vecinos”. Parece aconsejar este articulo, a los venezolanos, ecuatorianos, bolivianos, nicaragüenses, que pueden dormir tranquilos. Cuando a vox populi se grita, que Brownfield, desde Manta, monitoreó a Colombia en su bombardeo al mismo Ecuador. Solo añoro que este jubilo inmortal que producen estas horrendas señas del terror no caven mas surcos de dolor en nuestros países.

Otro articulo del acuerdo, le otorga a los militares ocupantes, la condición de diplomáticos. Vaya, vaya. Es como para gritar: coño ¡¡. Que se sepa, la célebre Convención de Ginebra de 1949, solo regula la protección de prisioneros de guerra y protege la población civil durante los conflictos armados, en Colombia, es lo contrario. La protección no será para las victimas de esa guerra, -que ya dura 60 años- nada de eso. Se apadrina a los ocupantes indeseables y probadamente peligrosos y acusados por muchos delitos. Ninguna sanción.

La Convención de Ginebra habla de la compasión hacia las víctimas, el respeto a la dignidad de cada ser humano, sin ningún tipo de discriminación y busca la solidaridad que impulsa el respeto a la persona y su decoro. En este negociado de Bogotá ¿quienes son los agredidos? los militares gringos o los colombianos que ellos atropellan, violan, y mangonean, por indios, negros o mestizos.

El acuerdo Brownfield-Uribe establece, no sabemos, si en broma, que: “todas las operaciones que se realicen allí deberán contar con la autorización de un comandante colombiano de la respectiva base”, cómo declaró un senador colombiano, ¿quién ha visto a un Pérez o Jaramillo mandando a un Johnson”, sin duda, es un chiste, es un esguince onírico de los negociadores y otra mamadera de gallo de los chistosos e incógnitos redactores del acuerdo.

Por ultimo, dice el documento: “los militares estadounidenses y colombianos compartirán datos de Inteligencia en tiempo real”, parece copia del texto del Diario de la Guerra del Cerdo; novela de Adolfo Bioy Casares, que cuenta una acción bélica adonde nadie quiere recordar el pasado, aceptar el presente y menos participar del futuro. Los que están allí, lo hacen por que su sino los obliga. Ellos no tienen nada que buscar con un ahora que otros dirigen, y con un próximo o porvenir, que para nada les pertenece. ¿Para que quieren estos personajes manejarse en el tiempo real, si no es suyo?. Solo tienen presente, y este les demuestra todos los días, que lo único seguro para ellos es la muerte.

Como muerte son, esos epitafios de la historia colombiana que llaman bases militares. Chichones ingratos que hoy entregan como franquicia por 25 veinticinco años, pero que la memoria del oprobio jamás podrá borrar.

Sabido es, que solo con el control de Palanquero, una de las pistas aéreas mas largas del mundo, les bastaría para sus fines. Desde allí, en 10 minutos, podrían bombardear cualquiera de las 6 capitales de los países vecinos o hacer llegar a ellas, en 6 horas, en los aerotransportados aviones Galaxy, una avanzada de 10.000 hombres, poderosamente armados. Esto no les bastó sino que impusieron con sevicia y brutalidad un atropello a la dignidad del país y terminaron por ocupar siete bases. Siete tumores en la tierra.

Conclusión: que solo con la base de Palanquero bastaría para desempeñar su papel militar imperial desde la Guajira, Uribia, hasta Puerto Leticia, Puerto Nariño y Tabatinga. No olvidar que otro de sus frentes es la Amazonía. Sin desdeñar que eventualmente, el petróleo los atrae tal y como lo demuestran en casos muy claros como Irak , Irán y en General del Medio Oriente, también en posiciones cerca a Rusia, en Europa del Este, ahora, lamentablemente, nos toca a nosotros estar en la mira de este acuerdo o ¿ llamar la policía?

Moraleja: Cuidado, pues como dicen en el campo colombiano, cuidado: “cuando hay tormenta se corta la leche”.

¿Que esperamos¿: creer en que: “el bien germina ya” o decir este verso: Y si la plata se acaba / Por eso no me caduco / Si esta noche pierdo al truco / Mañana gano a la taba.

tuliomon@gmail.com


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Tulio Monsalve


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