Venezuela y su petróleo gringo o los designios de una guerra

La frase trillada, pero poderosamente utilizada para certificar situaciones encajonadamente predichas por la lógica: alea jacta est, o "la suerte está echada". El ejército de Julio César atravesando la muralidad de un río, teniéndolo como cortafugas en la retaguardia, y teniendo al frente, en el porvenir, las tropas mismas coterráneas a combatir. Demasiada gloria militar alcanzada en las aventuras andantes como para ser tolerada por el resto de los mortales, sus mismos paisanos, prestos a la intranquila imaginación de tener que soportar en trato y vista a un ciudadano romano apenas ayer por debajo de la dignidad de cualquier senador, y hoy encumbrado. Mejor resultaba satanizarlo y no dejarlo entrar en su propio país, corriendo la especie de que aplastaría la institucionalidad y la tranquila paz de los que duermen entre los privilegios. César presentado como el enemigo del pueblo precisamente cuando el fervor del pueblo lo ensalzaba.

La misma situación se presenta para Venezuela (o Suramérica) en este otro año crucial para las revoluciones del mundo, o para la izquierda, de mayor arraigo en esta parte del mundo, América Latina. Pero en cuanto a humanos personalismos, sino en cuanto a hechos inexorables. El río Rubicón de la revolución ha sido atravesado y no deja posibilidad de retorno, encontrando en el porvenir, en el frente, un panorama de supervivencia política y de lucha enconada contra las fuerzas del pasado que no puede compadecerse ni siquiera con el análisis de la humana razón cuando trata de racionalizar o escapar de la guerra. Es un hecho y ya. Las huestes del pasado están al frente, con su propuesta de permanencia eterna y de no dejarse desalojar, de hacerse futuro infinito, de retornar para siempre o lo que sea, custodios de los milenarios privilegios de la perversión política humana; las huestes del cambio están sobre el terreno también, únicamente con la opción de avance, con un peligroso abismo como cortafugas en la retaguardia, con un "vencer o morir" como eslogan, con un predeterminado José Félix Ribas en el recuerdo (y la sangre de tantos otros próceres), huestes necesariamente dispuestas no para el combate, sino para el triunfo. Es un año de coyunturas, de determinantes políticas para América Latina y, de lo que en ella se derive, como en un efecto dominó, para el mundo. Alea jacta est.

El crecimiento de la izquierda en América Latina se ha hecho intolerable para quienes extranjeros nos educan para la explotación y el dominio, y para quienes connacionales utilizan tal paternalismo para ejercer también sus pequeños imperios. No existe peor plaga que la misma especie, lo cual no es otro modo de decir que quien mejor te conoce puede llegar a ser tu peor enemigo. La izquierda es promulgación de criterios visualizantes, herramienta desenmascarante; conciencia en el oído y luz en los ojos. La derecha, de la mano con la doctrina político-económica afín a su naturaleza (el neoliberalismo), es propalación de discursos de falsas libertades individuales, de mentiras para el dominio; es engaño en las mentes. Es discurso institucional para el dominio, como fue la religión el opio de las masas en otro tiempo. El libertadurismo como excusa para utilizar los Estados al servicio de unos pocos tras bastidores: el pueblo es perraje a quien se le tiran huesos consumistas o comunicaciones para su entretenimiento. Es efecto placebo de la libertad al servicio de élites.

El continente se ha hecho adulto, vive una fase de su desarrollo, se sabe en dominio de recursos propios y capacidades para ejercer su individualidad en el mundo. Presenta una propuesta de independencia intolerable para los EEUU. Ha visto cómo en medio de un mundo mermado en sus recursos naturales se brilla como un descomunal reservorio de riquezas, de vida, de agua, de aire, de una Amazonia vivificante. América Latina es la propuesta de juventud y de renovación mundiales. Es el próximo bloque potencia. Ha visto también, como parte de su crecimiento y conciencia, que indefectiblemente es pergeñada para la jugarreta y el engaño, como botín de bucaneros, moneda que enriquece el bolsillo ajeno, infinito dispensador de bienes sin rédito propio. En otras palabras, es hoy una voz de alto que se ha desperdigado por el continente. Se yergue y propone un trato digno que no quiere ser oído por quienes se presumen sus dueños y propugnan el tráfico de la desigualdad. Ello constituye un modo de lanzar ciertas cartas sobre la mesa y asumir sus consecuencias.

América Latina ha concienciado cómo los EEUU se han convertido en una plaga en nombre de la libertad y la democracia hasta para el más pequeño de sus terruños. Con claridad sabe que el nuevo cuento del narcotráfico y el terrorismo es el viejo del comunismo, argumento feliz en el pasado para la invasión, el exterminio y el terrorismo de Estado. La Guerra Fría de las Ideas es hoy la piedra inequívoca de la guerra, de la provocación de las acciones directas dentro del terreno, igual que ayer. El mismo viejo cerebro con nueva dentadura en la boca y otras palabras pronunciadas, pero de igual significado que anteriores connotaciones. La certificación de madurez, de crecimiento sostenido, de independencia y criterio propio, se traduce en una propuesta de guerra de los EEUU. Como cuando el viejo y colonial padre se opone a la hombría de su "muchacho". Se alzaron las neocolonias; vendrá la guerra. Es una voz, tal vez de oráculo. No hay otra lectura; las cartas están sobre la mesa.

Cuando Simón Bolívar lanza, preclaramente, sus alertas de que "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad", le faltó nomás la mención de una fecha, de un año, quitar la palabra "parecen", para inundar el suelo de fatalismo, tan tremendamente cierto. Porque este año luce fundamental, como dijimos, pero no porque querramos o no, sino por el concierto histórico de elementos para la argumentación racional y especular. Las flotas norteñas ya se pasean por el mar Caribe; el secesionismo se propaga por América Latina como nueva receta operativa; el terrorismo y el narcotráfico son las argumentaciones a la mano para intentar la toma de Venezuela; Colombia es el neomalinchismo de los tiempos de conquista que se viven, adecuación neocolonial de la traición: vendedora de una conciencia y soldado armado hasta los dientes a una vez. Los idus de marzo ahora son de mayo, el mes escogido para las reuniones y conspiraciones; un mes romano de las bendiciones y un mes gregoriano de las floraciones y primaveras. Pero ambos obligados a parir maldiciones por los personeros de la historia anquilosados. "¡Cuídate de los Idus de marzo!" se le había dicho a César; el mes de mayo ha transcurrido como el de mayor conspiración continental: referendos secesionistas, flotas armadas, reuniones en islas caribeñas, embajadores y diferentes funcionarios de gobiernos locales reunidos en diferentes lugares.

La gota que desbordó el cáliz fue el descubrimiento de una reunión secreta entre funcionarios del gobierno colombiano y estadounidenses; léase Uribe, Santos y el embajador norteamericano en ese país, William Brownfield. La declaración del embajador es lapidaria: se ha tenido ya mucho tiempo trabajando el asunto de la secesión del Zulia, se ha venido planificando el modo de entubar a Venezuela hacia una guerra. Pero más que este signo local, está el grosso modo internacional: (1) EEUU está liviano, se ha desprendido un poco de su locura en el Medio Oriente, sus manos están más libre para "su" América Latina; (2) George Bush se va sin tener nada que perder en la actualidad: es un bate quebrado, el presidente más impopular de todos los tiempos en los EEUU, el mayor peligro de guerra, por consiguiente, para el continente al no tener nada que salvar ni en lo personal o gestional; (3) un negro "dialogante" amenaza con tomar el poder en su país, en opinión de muchos oportunidad para "echarle el muerto político" de las desgracias actuales estadounidenses: recesión económica y el desenmascaramiento argumental de sus guerras: o la mentira de la democracia, el terrorismo y ahora el narcotráfico; (4) la Colombia institucional se cae a pedazos por su problema narcoparapolítico y se juega su supervivencia montado sobre las espaldas de su protector político, cual enano que señala desde arriba las desgracias, los terrenos a pisar, el águila que aguza su vista sobre la presa, resollando sobre el oído imperial. A menos que ocurra un fenómeno de conmoción global, una hecatombe planetaria, como una declaración de guerra entre las potencias, un ataque ovni o una inesperada declaración de alianza militar entre Rusia, China y Venezuela, el camino hacia la intervención militar de los EEUU en Suramérica está allanado. Un quinto punto (5) sería la madurez que presentan las oligarquías internas al servicio de la penetración de sus propios países.

De manera que el alarmismo no lo dictan los agüeros de estas líneas, sino lo que han lanzado sobre el tapete la razón y el análisis de las evidencias, el comportamiento perverso mismo de quienes se sujetan a modelos de vidas humanamente denigrantes. En cielo encapotado per se es un hecho natural, inocente en su fenomenología de humores o humanos estados; pero mata con sus tormentas o con la interpretación de se haga de ella: la lluvia, como se la mire, es bendición para unos y maldición para otros. Se encapota América Latina y ella debe ser capaz de leer el mensaje. Es parte de su nueva madurez adquirida. El ejército de la revolución y la independencia, de frente al pasado, y con el pasado como plaga de modelo propuesto para el futuro, no tiene más opción que afrontar el reto y diseñar su pervivencia. No se tendría que concebir a una América Latina como la esperanza desvanecida. Sus nuevas ideas, sus propuestas de un socialismo adecuado al espacio de las naciones y peculiares necesidades, llamado socialismo del siglo XXI, desprovisto del yerro histórico conocido de las inoculaciones extrañas, tendrían que superar la carga misma de su humanismo doctrinario para sortear el nuevo reto de guerra que se le plantea.

En algún momento se verá precisada la llamada Patria Grande a decir “¡Basta!”, en su conciencia humanística y socialista, en su creciente ejercicio de la izquierda política y de la integración. En algún momento se verá compelida hacia las acciones de fuerza con el objeto de la supervivencia, cambiando el ideario de "vivir o vivir" por el de "matar o morir", como lo plantea la selva neoliberalista del mundo. El asunto es cuando precisamente, un asunto de interpretación. Año 2008, extendido hasta el 2009, hasta tanto no tome posesión el nuevo presidente estadounidense, a quien se le habrá de servir una bandeja política obligantemente predeterminada. La historia viene al auxilio en estos casos de la acción o la reflexión. Se puede no hacer nada o se puede guerrear. Se puede decretar una "no violencia activa" y que salga el pueblo a que lo maten con los brazos cruzados en la calle, como en la vieja India de Gandhi; se puede tomar el fusil y darle gusto a los factores que atenazan: la guerra directa, la excusa esperada. Es una cuestión de tino político, de criterio, hasta de iluminismo, cuando no de providencialismo; es un asunto de oráculos al parecer, de interpretación y lecturas. ¿Cómo?, ¿exactamente cuándo? Pero lo clave es la comprensión de que hay una configuración de guerra al frente y que mucho de la experiencia de otros países no es propicia para América Latina. El río Rubicón de la revolución está en la retaguardia; al frente está el porvenir, barajado designio y consecuencia de la naturaleza humana. Las fuerzas del pasado (en un sentido de progreso, porque siempre han estado ahí) vienen por lo que consideran suyo: recursos y combustibles para seguir pergeñando la explotación de los mundos. El asunto es que no siempre se queden con nuestros países y bienes de cualquier modo.

Y este considerar de que la suerte está echada traduce en concreto una severidad contra Venezuela, puntal geoestratégico de América Latina: EEUU, junto a Colombia, Perú y otros soportes militares de sus tropas, han encontrado en la tesis de que el presidente venezolnao es cooperante de la guerrilla (terrorismo en su jerga) y el narcotráfico. Vienen por él, como una vez se vino aquí el Perú por Montesinos, violando fronteras; como una vez lo hizo EEUU con Noriega y como lo hace todos los días el gobierno colombiano cuando se mete en Venezuela con sus fuerzas paramilitares y hasta ejército. Es un corolario pesimista, aunque alertador, del anterior discurso de estas palabras.

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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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