Trump y lo simbólico

"Trump no es apto para nada, y mucho

menos para ser presidente de EE.UU."

(Ryan Wesley Routh, el presunto autor

del segundo intento de asesinato de

Donald Trump).

Comencemos diciendo que el 18 enero de 2021 escribimos un artículo para el portal de la Red Angostura donde nos formulamos la siguiente pregunta: "¿Quién manda en EEUU?" y respondimos que allí manda una "constelación de fuerzas políticas, económicas, financieras, militares culturales, mediáticas, los lobbies, los think tank, las sociedades secretas, los mainstream, etc".

Hoy, a propósito de la asunción al gobierno del presidente No. 47 de Estados Unidos, estamos más convencidos que nunca de esa realidad.

A continuación, veamos, con hechos y símbolos, algunos intríngulis de este nuevo presidente.

Ontología de la política exterior de EEUU

Todos los frentes que ha abierto Donald Trump (Canadá, México, Panamá., Groenlandia, el tema de los inmigrantes, China, los BRICS y otros) confirman, al menos, dos premisas. Una, que Trump, el "patriota" y "nacionalista", es más globalista que muchos que se hacen llamar así y dos, que la política exterior de EEUU siempre ha operado con un enemigo, como lo dice el escritor de ese país, Morris Berman. Así que nada de extrañar. Nada nuevo bajo el sol. Eso parte de su ontología.

En su conducta (dixit el behaviorismo) en la sociedad de Estados, la primera potencia del mundo en la búsqueda histórica de su identidad, a partir de lo que no son (Identidad negativa en términos hegelianos), siempre tiene la necesidad de contar con un enemigo. Veamos.

Desde el final de la segunda guerra mundial y hasta 1990 ese enemigo tuvo nombre. Se llamó el comunismo al cual se le enfrentó en todos los terrenos (ideológico, político, económico, deportivo, militar, etc.) con la política de "contención" primero y, luego, con la de la "disociación". El rostro visible del mismo lo constituyó la URSS.

Luego, desde 2001, ha imperado el discurso de la seguritización que trasciende la noción de la excepcionalidad de la seguridad en los términos planteados por Carl Schmitt y levanta más bien su normatización bajo el dominio de la tecnología del poder, como lo sostienen los teóricos de la biopolítica. Se asume que el enemigo no es un enemigo real con quien es factible negociar luego de haberlo debilitado, sino postularlo como un enemigo absoluto, al que es necesario eliminar.

De allí que, las guerras de ahora no son "limitadas", como en la era Westfalia (dominio absoluto del Leviatán), sino "guerras de exterminio".

En los actuales momentos, Estados Unidos tiene enemigos para escoger. Pero lo simbólico también habla

Debemos recordar que el sociólogo francés Pierre Bourdieu, trabajó profusamente los diferentes aspectos del poder y sostuvo que éste logra imponer significados y así aumenta su fuerza. El poder simbólico se apropia de los capitales sociales simbólicos,

para reproducir sus principios dominantes como si fueran los principios de toda la sociedad. Ese poder simbólico desemboca en una violencia simbólica, que se ejerce sobre los agentes sociales con su complicidad. Bourdieu lo presenta como una realidad social, que se da en todos los campos no solo políticos, sino deportivo, religioso, artístico, lingüístico, cultural y hasta científico.

La violencia simbólica de Bourdieu constituye una forma de reproducción social para mantener el orden.

Plantea Bourdieu que los símbolos, son los instrumentos por excelencia de la integración social. En consecuencia, la dominación de una clase social sobre otra, o de una casta política sobre el resto de la sociedad por medio de los instrumentos de conocimiento y educación, constituyen la mejor forma de violencia simbólica. Este impulso contribuye de una manera decisiva a la "domesticación de los dominados", como la definió el alemán Max Weber.

El poder simbólico hace uso de los instrumentos de conocimiento y comunicación para construir una realidad que no es tan real, sino conveniente. De lo que se trata es más bien de un sentido inmediato del mundo social.

Para Bourdieu, el poder es como una presencia ineludible. Es como la fuerza de la gravedad que está siempre presente, aunque no la veamos. Esa presencia del poder se traduce en una relación de fuerzas que trata de imponer significados. Imposición que aparece como legítima "disimulando las relaciones de fuerza, en que se funda su propia fuerza". Es aquí donde se oculta el poder.

Y nos afirmó que "el poder simbólico tiene la ventaja en este siglo XXI, de constituirse por enunciación, no por la fuerza física. Se basa en el disimulo, en la ocultación, en los discursos aparentemente inofensivos, que buscan hacer ver y hacer creer en un mundo casi mágico. Es casi como la neo lengua de Orwell, que trata de cambiar la historia e identidad de un pueblo a través de las palabras. De esa manera se obtiene lo mismo, pero mucho más suavemente y sin trauma, que lo que se obtiene por la fuerza física o económica". Es una forma transformada e irreconocible, o sea transfigurada y legitimada, "sin gasto aparente de energía", de las otras formas de poder tradicionales.

Y siguiendo con Pierre Bourdieu, podemos afirmar: "El poder simbólico es capaz de producir efectos reales sin gasto aparente de energía"

Si alguien quiere confirmar lo simbólico de lo que nos habló Bourdieu, sólo debe decirse que Elon Musk, de Tesla, Mark Zuckerberg, de Meta, Jeff Bezos, de Amazon, y Sundar Pichai, de Google, cuatro de los hombres más ricos e influyentes del mundo tecnológico, ocuparon puestos en primera línea en la investidura del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, el lunes 20 de enero de 2025.

Y siguiendo con el simbolismo también estuvo presente el hombre fuerte de la empresa china, TikTok, el señor Shou Zi Chew.

Hay quienes dicen que estos "innovadores" están transformando el mundo, pero, lo real y concreto, es que su creciente influencia puede redefinir la política y la democracia en el mundo, al tener impacto a nivel global sin necesidad de intervención militar o diplomática.

En todo caso, ya se instaló Donald Trump y veremos hasta dónde llega su gobierno, en un mundo donde el pragmatismo está marcando la hora.

 



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Franklin González

Doctor en Ciencias Sociales, UCV. Sociólogo, Profesor Titular, Ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Profesor de Postgrado en la UCV, la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela y en el Instituto de Altos Estudios ?Pedro Gual? del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores. Fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.

 framongonzalez@gmail.com

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