El despecho de Uribe

Álvaro Uribe Vélez no es-como dicen los llaneros del Arauca - “un tipo agarrao de lazo”. No; es un viejo zorro, un antioqueño curtido en la escuela de Pablo Escobar Gaviria que fue capaz de levantar un imperio con el negocio de la droga hasta convertirse en el hombre más temible de Colombia. Guardando la distancia, porque Escobar se metió en el sentimiento popular llegando, incluso, a construir barrios enteros en Medellín frente a la inadecuada respuesta del Gobierno de su país,  Álvaro Uribe me hace recordar al “inquieto Anacobero” y aquella melodía: “Yo no he visto a Linda…” que hasta “el Gabo” cantaría en medio de un despecho al lado de una rockola, en su amada Colombia. Ese despecho le corroe el alma a Uribe. Desde que la Corte Suprema de la nación vecina le negó la reelección para un tercer mandato, presumo que al profesor de la Universidad de Georgetown se le apagaron las luces y al verse fuera del poder que manoseó durante ocho años, no le quedó otra opción que manifestar que Juan Manuel Santos era el candidato para sucederlo y que le entregaría el mandato a su ex ministro de la Defensa. En el epílogo de su gobierno,  Uribe cual mago sacó de su sombrero la última carta para lanzarla al rostro del presidente Hugo Chávez e interpuso una querella en la Corte Penal Internacional, como si Chávez fuese el culpable de los quince mil muertos-entre ellos 500 sindicalistas asesinados- y los doscientos mil desaparecidos durante su mandato. 

Hace menos de dos meses, Uribe recibió un reconocimiento de una institución española por su afán en combatir lo que ellos denominan “el terrorismo”. Y mientras el jurado de la madre patria, donde pareciera que quien manda todavía es José María Aznar con su Partido Popular y no José Luis Rodríguez Zapatero, entregaba el galardón “Puerta del Recuerdo” a ex mandatario colombiano, en las calles de Madrid un grupo de manifestantes protestaban la presencia de Uribe por los centenares de muertos, miles de desaparecidos, la violación de los derechos humanos, las fosas comunes, los falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales, la parapolítica y la firma del acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos para instalar siete bases militares en su país que Santos decidió archivar para evitar que la comunidad internacional le eche dedo por la complicidad con su antecesor. “Se lo juro por esto…” dijo Sandro. A Uribe le dio en la madre y se la juró a Santos y a todo aquel que osara en poner en duda sus buenas intenciones cuando suscribió este documento que no era otra cosa que un  contrato de adhesión para entregar la soberanía de Colombia al Gobierno estadounidense.

El ex presidente colombiano no ha ocultado sus aspiraciones en volver al poder en el país vecino y probablemente se lanzará como candidato a la Alcaldía de Bogotá. Recientemente se le preguntó si aspiraría a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA) y desestimó su interés por ese cargo o por otro semejante. No, el doctor Varito ha confesado ser un combatiente y en ese objetivo se jugará la vida, aunque siempre rehuirá la lucha cuerpo a cuerpo; el prefiere apoyarse en los aviones estadounidenses e isralíes con sus bombardeos para pelear frente a una población civil indefensa, víctima en sus dos mandatos de sus afanes belicistas y desprecio por el acuerdo humanitario que permitiera el proceso de paz en Colombia. Uribe anda en campaña por el exterior y aterrizó en Honduras, donde su presidente legítimo Manuel Zelaya fue derrocado el 28 de junio de 2009, por las fuerzas afectas al Gobierno estadounidense, entre cuyos personeros se cuenta el actual mandatario Porfirio Lobo, quien ganó unas elecciones avaladas por el Gobierno de Facto de Roberto Micheletti.

Oro para Uribe ha dicho Lobo como un reconocimiento a su talante democrático, ¿lo duda?. Pregúntele a los 2 millones de desplazados que huyeron-durante su mandato- por temor fundado a perder la vida, de los cuatro millones que hay en Colombia por el conflicto armado interno. Sólo falta que de los 237 candidatos nominados al premio Nobel de la Paz 2010, el jurado del comité noruego se ponga en los ojos nuevamente una venda,- como la justicia es ciega-, se hagan “los suecos” , aunque estén en Oslo, y otorguen a Álvaro Uribe –por sus buenas intenciones- como ocurrió con Barack Obama en el 2009, el premio Nobel de la Paz con lo cual el ex mandatario se embolsillaría 10 millones de coronas suecas, equivalentes a 1.4 millones de dólares, y se perfilaría como candidato a cualquier cosa. Con ello, Uribe se sacaría el despecho: ¿No creen ustedes?

marinsjournalist@hotmail.com

(*)  CNP N° 7275



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1990 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter