A propósito de la Revolución Económica Comunal IV

Del Diagnóstico a la Construcción

En los artículos anteriores establecimos la distinción fundamental entre la Economía en la Comunidad y la Economía Comunal. Quedó claro que mientras la primera activa económicamente el territorio, la segunda transforma y crea las bases materiales de la sociedad comunal, es decir, de la Nación-Estado Comunal. Sin embargo, reconocer esta diferencia es solo el primer paso. El verdadero desafío —y la tarea urgente del Poder Comunal— es construir la viabilidad práctica del modelo asociativo comunal.

El proceso de la Cooperativa Comunal de Servicios Funerarios, usado como ejemplo en el artículo anterior, no es solo un acto productivo; es un ejercicio de soberanía económica. Pero para que este modelo trascienda la declaración de principios y se consolide como alternativa real, es fundamental abordar estratégicamente los desafíos de su puesta en práctica. Aquí presentamos tres vectores fundamentales para esta construcción.

Vector 1: La economía política comunal: de la escala a la eficiencia a través del Sistema Económico Asociativo Comunal (SEAC).

El gran desafío que implica para la Entidad Local/Comunal "Ciudad Ecológica y Patrimonial AlbaCaribe" la gestión de un proyecto que involucra a 8.000 núcleos familiares requiere estructuras ágiles y transparentes. La solución no está en replicar la burocracia estatal o empresarial privada, sino en fortalecer y crear un hito de eficiencia en la gestión comunal. Para ello, es fundamental construir un sistema multiescalar de contraloría y salvaguarda de los bienes comunes —articulado territorialmente desde el Hogar Común hasta la Ciudad Comunal— que genere el activo fundamental para su desempeño: la CONFIANZA.

Este sistema se materializa mediante una instancia de control de la ciudadanía comunal, que audite en tiempo real el desempeño operativo y financiero de las cooperativas comunales de base y las cooperativas comunales de integración, garantizando una gestión transparente que prevenga la corrupción. La sostenibilidad del modelo se asegura con el diseño de programas de formación permanente, financiados con un pequeño porcentaje de los excedentes del sistema, para capacitar técnicamente a los sujetos económicos comunales. El objetivo es claro: construir capacidades de gestión sin perder el horizonte comunal. Para lograrlo, se deben diseñar instrumentos de control con protocolos ágiles que deleguen la microgestión operativa, mientras la ciudadanía comunal se reserva la vigilancia estratégica y la rendición de cuentas, implementando software de gestión de código abierto y plataformas digitales que permitan, por ejemplo: la legitimación comunal de la gestión, las votaciones electrónicas para decisiones clave y la comunicación fluida con todas las comunidades familiares asociadas, transformando la escala de un problema en una ventaja participativa.

Vector 2: Sostenibilidad Integral

Como hemos sostenido, el fin último de la Economía Comunal es la máxima felicidad social. Sin embargo, este objetivo se alcanza a través de proyectos viables y sostenibles. La clave de esta sostenibilidad radica en comprender una distinción fundamental: generar excedentes no equivale a buscar la ganancia capitalista. La diferencia esencial está en el destino de esos recursos.

Tal como ejemplificamos en el artículo anterior, los excedentes generados por una cooperativa comunal de base se reinvierten según prioridades definidas democráticamente por la ciudadanía comunal. Este proceso sigue un orden lógico de impacto social:

La retribución justa a los asociados trabajadores, un concepto diferenciado del salario público o privado, que reconoce su doble rol como productores y copropietariios.

La mejora y expansión del servicio principal (en este caso, el funerario), garantizando su calidad y accesibilidad.

El financiamiento de proyectos socioeconómicos complementarios, como subsidios para comunidades familiares en estado de vulnerabilidad o la creación de cooperativas comunales de servicios médicos o de transporte.

La constitución de un Fondo de Reserva Común, que actúa como colchón de resiliencia para garantizar la continuidad del servicio en tiempos de crisis, transformando al proyecto en un pilar de estabilidad comunitaria y no en una fuente de incertidumbre.

De este modo, la sostenibilidad integral se consolida: el éxito económico se mide por la capacidad de generar bienestar concreto, reinvertir en la comunidad y garantizar permanencia, haciendo de la felicidad social un logro duradero y no un enunciado abstracto.

Vector 3: Coexistencia Estratégica

La pregunta no es si los modelos (Economía en la Comunidad – Economía Comunal) deben coexistir, sino cómo deben hacerlo. El objetivo no es eliminar de inmediato toda iniciativa privada en la comunidad, sino construir una hegemonía donde la lógica comunal predomine. Esto se logra mediante la construcción de una arquitectura jurídica propia, que defina la soberanía de la ciudadanía comunal sobre su autodeterminación económica en la resolución de sus problemas, la satisfacción de sus necesidades y el desarrollo o puesta en valor de los bienes comunes materiales e inmateriales.

La Entidad Local/Comunal puede establecer que, para servicios esenciales (funerarios, alimentación, salud), los proyectos de Economía Comunal tendrán preferencia en el uso de espacios comunes y afiliación por parte de las comunidades familiares que habitan en la Entidad.

Se puede promover que emprendedores como Juan Arteaga, socio natural del Sistema Económico Asociativo (miembro de la comunidad), se integren a la estructura de la Cooperativa Comunal, no como propietario individual, sino como asociado trabajador técnico especializado, valorando su conocimiento y reconvirtiendo su rol de capitalista individual a cooperador comunal con justa retribución.

La eficiencia, bajo costo y calidad del servicio comunal demostrarán en la práctica su superioridad ética y práctica, generando un círculo virtuoso de transformación material del territorio. La tarea del Poder Comunal va más allá de impulsar su lógica de desempeño: es construir las capacidades de gestión, garantizar la sostenibilidad económica y ejercer una coexistencia estratégica que permita a la Economía Comunal florecer y demostrar su superioridad como modelo de vida. El éxito de la Revolución Bolivariana ya no depende solo de que esta distinción se comprenda, sino de que se implemente con inteligencia práctica, convirtiendo cada problema de la gente en un proyecto productivo, sostenible y bajo su control directo. Es en este tránsito consciente y organizado donde se forja la verdadera soberanía económica y la felicidad social posible.



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