Economía Comunal y Economía en la Comunidad.
Una diferenciación vital para la revolución económica comunal
El complejo panorama económico que hemos vivido los venezolanos y las venezolanas en la última década, marcado por una crisis sistémica, diseñada, promovida, ejecutada y extendida hasta el día de hoy, a través de la aplicación de medidas coercitivas unilaterales y severas restricciones financieras por el imperio capitalista global, ha generado la imperiosa necesidad de construir modelos económicos resilientes y soberanos. En este contexto, el Presidente Nicolás Maduro -siguiendo el camino trazado por el Comandante Chávez- está realizando una apuesta audaz en la Economía Comunal, disponiendo parte de su empeño como líder en la construcción de un modelo popular y alternativo que trascienda lo periférico y ornamental. No es casual, entonces, que por decisión suya, fuera elevada a un rango estratégico como uno de los trece (13) motores que orientan en este momento el curso de la economía nacional.
En la narrativa presidencial, esta economía no es concebida como un simple paliativo, sino como una respuesta profundamente transformadora, capaz de generar un nuevo metabolismo socio-comunal capaz de producir riqueza y prosperidad colectiva, desde los cimientos de la proximidad territorial. Sin embargo, existe una barrera fundamental que obstaculiza sistemáticamente el despliegue de todo su potencial. Este obstáculo consiste en la persistente y generalizada confusión conceptual, entre lo que significa construir una Economía Comunal y lo que implica fomentar una Economía en la Comunidad.
Esta falta de diferenciación, aparentemente semántica pero de profundas consecuencias prácticas, ha diluido la fuerza contrahegemónica del modelo económico comunal. Lleva a que, en la mayoría de los casos, se promuevan y financien iniciativas que, si bien son válidas para la subsistencia temporal, no trascienden la lógica del sistema capitalista-rentista que se pretende transcender. Este artículo, el primero de tres, busca desentrañar estas diferencias fundamentales, comenzando por su filosofía y objetivos.
La Economía en la Comunidad nace de la necesidad inmediata. Su filosofía es la de la economía de subsistencia, una respuesta pragmática y resiliente a la exclusión del mercado formal. Su objetivo no es, en primera instancia, cambiar el sistema, sino encontrar la manera de sobrevivir y mejorar las condiciones de vida dentro de él, y opera con una lógica instrumental: la comunidad y sus relaciones son el escenario o el medio para realizar actividades económicas que generen ingresos para un individuo, su familia o un grupo particular. Es, en esencia, complementaria y, en la mayoría de los casos, dependiente de la dinámica del sistema económico capitalista que lo permea. No busca generar contradicciones, sino nichos de oportunidades o amortiguadores contra sus efectos más negativos.
Por el contrario, la Economía Comunal se fundamenta en una filosofía política profunda, arraigada en los principios de la asociación, la cooperación y la innovación colectiva. Su meta trasciende la mera subsistencia; aspira a la construcción de un nuevo modelo de sociedad basado en la igualdad sustantiva que se deriva de la propiedad y la democracia comunal. Su lógica no es instrumental, sino constituyente. Aquí, los sujetos comunales no son el medio, sino los principales constructores de un nuevo modelo económico. Estos entienden a la actividad económica como el vehículo para fortalecer la soberanía, la autonomía y el poder comunal. Su relación con el sistema capitalista es abiertamente alternativa y contrahegemónica, buscando crear cadenas de valor endógenas, deliberadamente desvinculadas de las lógicas del capital.
Esta diferencia filosófica se materializa en objetivos diametralmente opuestos. Los fines de la Economía en la Comunidad son concretos y acotados, es decir: generar empleo e ingresos, aliviar el peso de la pobreza, satisfacer necesidades básicas insatisfechas y fortalecer el capital social para aumentar la resiliencia económica de un individuo y su familia o de un grupo de individuos y sus familias. Es una economía de la urgencia y la reparación.
La Economía Comunal, en cambio, se fija objetivos de una ambición transformadora. Su propósito central es ejercer la soberanía sobre los bienes comunes y los medios de producción, que le permita la autonomía productiva; lo que implica que la comunidad en su conjunto decide qué, cómo y para quién producir. Busca comunalizar los medios de producción y los excedentes económicos, tener como praxis la inclusión y la democracia radical donde las decisiones económicas se toman con la participación protagónica y multimodal de los sujetos comunales, y, en última instancia, construir desde la comunalidad un modo de vida post-capitalista prefigurado en la sociedad comunal. No se trata de reparar el viejo mundo, sino de sentar las bases del mundo nuevo.
Comprender esta divergencia filosófica y de objetivos es el primer paso para superar el "techo de cristal" que limita nuestra transformación económica. Mientras la Economía en la Comunidad actúa como un parche necesario para la supervivencia, la Economía Comunal se erige como el paraguas transformador bajo el cual se construye un nuevo proyecto de sociedad. En los próximos artículos, profundizaremos en las diferencias estructurales —propiedad, gestión, producción y escala— que completan el cuadro de esta distinción, vital para el futuro de la revolución comunal.
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