La Comunicación

En el principio el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza. Friedrich Nietzsche

Co-mun-ic-are: “Compartir riqueza”, “compartir el botín”, de donde la raíz esencial “–mun” provienen las palabras moneda, municipio (“cabeza de la riqueza”). -Ic, ic-, -ec, ec-, ig, eg, prefijo e infijo de ig-ualdad; –ar, final de infinitivo, que encarna el “siempre” verbal, el infinito. La etimología ya explica más nítido el concepto, la reciprocidad de dar y recibir riqueza precisamente. La acepción con el tiempo fue arrebatada por el signo, la palabra, por ser la forma más abstracta e inmediata de conexión del ser humano entre los suyos.

Comunicación es la conexión que enriquece a los elementos, si es que se puede separarla para definirla sin ellos, los que la conciben y por la que crecen, puesto que la comunicación es la que los articula, conecta su correspondencia las impacta de otras latitudes, dimensiones, enriqueciéndoles su existencia. Todo comunica al existir, pues su esencia deviene de “algos” que se unen, que chocan, que se impactan, existir es ser ya parte transformadora de esta creación que jamás se detiene. La comunicación hace interdependientes a los elementos y los enriquece. “Nada se mueve sin la voluntad del Padre”, dice el Cristo.

La ecclesia al empaparse de los movimientos teológicos que impactaban a la sociedad greco-romano-bizantina de entonces, le dio tal importancia a la trinidad divina -compendio ecléctico de lo pitagórico, maniqueísta, mitraísta, judío, de Plotino, hasta de Ptolomeo que debatían de alguna manera su inclusión en la nueva fe que se expandía-, concluyendo a nivel de dogma que una de las tres divinas “personas”, el Espíritu Santo, es la esencia que une a las otras dos partes mediante la comunicación, como también a los simples mortales, lo que indica la importancia de la categoría comunicativa al ser la que devenga la existencia a las cosas, no solo para los movimientos filosóficos preponderantes de entonces sino de mucho más atrás, de los que eran frutos. Todo es interdependiente, causal.

Ahora bien, la misma simetría comunicadora no llega a todos. Si se parte del punto que la CAPACIDAD de hacer dotó al hombre una diferencia tajante con el resto natural, micro o macro, confluimos que ha sido la comunicación el arma más poderosa que tiene en que determina su responsabilidad al alcance sin bordes que posee, cuanto su capacidad de reconocer su pertenencia inseparable con su entorno humano y natural. Pero, el conocimiento no está extendido, producto de esta era de metales, que a la posesión por la disuasión y a la dominación por el sometimiento, siempre ha preferido restringir el conocimiento, para mayor libertad de manipulación de oligo grupos sobre las egoístas estructuras que siempre han procurado las apetencias sobre la existencia de su entorno. Deducimos entonces que todo ocurre o existe según el entendimiento del sujeto de su realidad. La conveniencia de los poderes sometedores ha aprovechado la herramienta comunicativa para alimentar a los subyugados de desfachatez para entronizarse. La herramienta de la comunicación es la que brinda el poder al entendimiento. Los que gobiernan, también vienen fallos en sus enseñanzas, son poder a punta de engaño que admiten como verdad, no por conocimiento que se hayan dispuesto encontrar.

Los seres humanos deberían estar al tanto -tal cual lo está el resto del componente natural-, de su saber y proceder ante su entorno. Sin embargo el devenir humano tras el poder vía las armas y el dominio económico, ha mutilado vías ancestrales, cortado relaciones también ancestrales, y prácticamente el ser humano de hoy es tal cual un árbol bonsái al que además de no recibir de la natura sus regalos, debe estar supeditado a los caprichos de sus dueños que le han malcriado y tronchado sus posibilidades infinitas de crecimiento. Con otra imagen, ha permitido crecer la desconfianza de sí mismo, resignado como un árbol ante un matapalo que lo amenaza inexorable.

La separación del ser humano con el entorno lo ha transformado en una verdadera cizaña, peor, una verdadera plaga para la existencia de su propia naturaleza física, ha debilitado la comunicación tanto entre sus entorno humano, como en la comunicación con su entorno natural hermano, ha anulado su cercanía. La comunicación de poder ha debilitado a la naturaleza humana a un punto de irreversible choque de naturalezas que exigen su existencia –DE OTRA MANERA- o su deliberado suicidio.

El poder que dieron las armas sobre los vencidos condujo a la mentira como estandarte de comunicación, a la invasión como poder, a la esclavitud como primera máquina a facilitar la faena.

Pero siempre está subyacente la real comunicación: el pacto de un beso, el abrazo de una mirada. Hay lazos, infinitos lazos, esperanza que camina de la mano, imposible tapar el sol del ser humano con “eras” inventadas, cuando la naturaleza de sí mismo está a prueba, en riesgo, en serios problemas. La información genética es la comunicación de devenir que no cambia a pesar de cambios externos, invasiones, sometimientos, revoluciones. Lo que permanece inmanente, es ya revolucionario per se. Cual rompehielos, tiene su ruta fijada, a pesar de las murallas de los niveles de subdesarrollo que se invente el hombre. El egoísmo tiene sus días contados, pues ya no hay vetas que las del agua, las nubes, las olas, todo lo ha comercializado, todo se acaba, lo ha acabado el hermano hombre, el incomunicado.

Al intentar remover la raíz de nuestra zozobra concluimos que la comunicación devolverá la naturaleza perdida. Pues ello es una característica que remueve el presente de cualquier revolución que se resguarde como tal, esto es, atrapar la comunicación perdida que sin ella de la mano, imposible convencer que se ha descubierto un andar distinto. Estamos pues, a la cacería de la comunicación perdida.

arnulfopoyer@gmail.com


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Arnulfo Poyer Márquez


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