El Diario 2001 dice La verdad

Este ocho de mayo, el diario 2001 titulaba en primera plana con la siguiente noticia (¿?):

"Nuevo diseño curricular está al servicio de un proyecto político"

Como “chavetista” empedernido, estoy acostumbrado a desestimar lo que dice casi toda la prensa nacional, calificando de mentira cualquier afirmación que venga de aquellos rumbos. Mal hábito, porque en este caso sostengo que habrá de reconocérsele al diario una pulcra veracidad.

Diría mas, el tercio que redactó semejante titular, pareciera haber inventado el paraguas, el hilo negro o el polvo para muebles. Los filósofos dirían esto mismo con una expresión más intimidante: El titular de marras es tautológico.

A lo largo de la historia, toda civilización se ha planteado la sobrevivencia como eje central de sus acciones. La vida no solo de los individuos, sino de todo cuerpo social es algo autorreferente, en consecuencia eso que Nietzsche definía como la “voluntad de poder”, no es otra cosa que la lisa y llana voluntad que todos compartimos de mantener la vida. Algo tan propio de cualquier individuo y de cualquier grupo social que no valdría la pena anunciarlo en la primera plana de ningún diario. Desde hace miles de años –cuando todavía no había Diario 2001- los ancestros del “genio del titular” descubrieron que la única manera de conseguir que determinado colectivo no terminara “autosuicidándose”, requería inducir en las generaciones jóvenes los mismos paradigmas sobre los que se sustentaba todo su tinglado político, social y económico. ¡Su cultura, pues!... aunque no en el sentido circense de Don Farruco VI.

Los aztecas, formaban a su juventud en el Calmecac. Era la escuela para los hijos de los nobles. Allí se les entrenaba para ser sacerdotes, guerreros de la élite, jueces, senadores, maestros o gobernantes, educándolos en historia, astronomía y otras ciencias. También aprendían religión, hábitos de limpieza, cuestiones de economía, y sobre todo, disciplina y valores morales. Había maestros especiales que les enseñaban la tradición, la historia y los mitos mediante la memorización de poemas y con la ayuda de códices ilustrados.

Por supuesto, solo los destinados a heredar el poder eran incorporados al Calmecac, puesto que lo que se enseñaba en aquella escuela no era sino una forma de poner la educación “al servicio de un proyecto político”.

La iglesia medieval se las arregló siempre para enseñar los Evangelios a una masa de rústicos analfabetas, auxiliándose con los bajorrelieves y pinturas de catedrales como la de Chartres. En este caso, el contenido de la educación proporcionaba mitos y creencias consensuados entre el clero y la nobleza para reforzar en las buenas gentes del común los valores de sumisión y humildad a cambio de unos bienes celestiales. Mientras tanto, nuevamente, solo los hijos de los nobles tenían acceso al saber, un saber tan celosamente controlado que todo libro debía ser escrito en Latín. Traducir libros al lenguaje común del pueblo solía ser penado con cárcel y hasta con la pena de muerte. Se trataba pues de otro diseño curricular “al servicio de un proyecto político”.

Sin ir tan lejos, el diseño curricular que sostuvo la Cuarta República, también estuvo siempre “al servicio de un proyecto político”, solo que se trataba de un proyecto político muy particular. Un proyecto político que al igual que los arriba mencionados, montaba su estabilidad sobre la ausencia de formación política de la población. El ejercicio de la política, esa noble actividad que define la condición humana desde hace mas de 2500 años, (al menos que alguien quiera “enmendarle la plana” a Aristóteles), fue por cuarenta años, en Venezuela, monopolio de un reducido grupo de políticos profesionales.

Maestros del chantaje, el soborno, y todas las formas imaginables de la miseria humana, terminaron con el ejemplo y con el discurso, por convencer a las gentes sencillas de que la política era una actividad sucia y detestable (alguno se nos ha colado en “la quinta”).

Algo más triste fue que nuestras oligarquías zafias y ramplonas, ni siquiera fueron capaces de construir un diseño curricular al servicio de su proyecto político. Requirieron de los sabios consejos del Imperio. Y quien no me quiera creer puede recurrir los famosos documentos de Santa Fe (http://es.wikipedia.org/wiki/Documentos_de_Santa_Fe), donde entre otras cosas se recomendaba influir sobre los gobiernos de América Latina para que eliminasen el estudio de la Historia y la Geografía de sus respectivos diseños curriculares, cosa que obedientemente se materializó a partir del gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1983).

La clase media (mas media que clase) nunca entendió y creo que aún no entiende aquella socarrona reflexión de Sir Winston Churchil: “¡Ah!...¿Usted no se mete en política?... no se preocupe, la política se va a meter con usted”

Es comprensible que muchos padres a los que la Cuarta República formó o deformó, castrados para el pensamiento crítico se inquieten de solo pensar que sus hijos les hagan un día preguntas para las que nadie les proveyó una respuesta. Pero me parece mas lamentable aún que algunos compatriotas que acompañan o creen acompañar este esfuerzo revolucionario, se instalen en la trinchera equivocada tratando de negar el evidente contenido político de toda educación y deshaciéndose en explicaciones edulcoradas ante un enemigo que reclama la esterilización política de nuestra juventud y encima lo hace desde pedestales morales que les quedan grandes: Conferencia Episcopal en primer término.

Quienes amamos esta tierra, quienes tenemos hijos y nietos y no queremos que sean eunucos intelectuales educados bajo el proyecto político de Globovisión, tenemos la obligación de proclamar con orgullo que si, que efectivamente estamos empeñados en la construcción de un diseño curricular para nuestra juventud, donde sea diáfana la presencia de un proyecto político. Y esto no para que las futuras generaciones se incorporen a los coros celestiales que le cantan “hosanna” al líder –eso era lo que se estilaba antes, y siguen estilando muchos jaladores de mecate- sino para que ejerzan la crítica, para que sean participativos y protagónicos interpretando el mejor sentido de nuestro mandato constitucional.

Sueño con un diseño curricular que no produzca imbéciles de los que creen noticia de primera plana, denunciar la existencia de un “nuevo diseño curricular que está al servicio de un proyecto político”.

Cajp391130@yahoo.es


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Pedro Calzada


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