El poder de la prensa. (Sugerencias ya centenarias)

“A medida que voy leyendo los comentarios de las revistas de toda Europa sobre las palabras dirigidas por el Kaiser a un amigo suyo, francés, a propósito de la prensa, más advierto la magnitud de la herida causada por la mano imperial. ¿Le perdonará alguna vez la Prensa a Guillermo II lo que acaba de decir?

“Para ejercer una profesión cualquiera-ha dicho el Emperador-la de médico o ingeniero o abogado, se requieren (sic) títulos que da el gobierno de un país, una vez que el candidato ha mostrado su aptitud. Para ser periodista ningún título se exige.

Y, sin embargo, la Prensa influye enormemente en la opinión, y puede, como acaeció en el último conflicto diplomático habido entre Alemania y Francia, poner en peligro la paz del mundo.”

Un periódico francés ha respondido, entre otras cosas, a la filípica[1] imperial, que “tampoco para ser Emperador se exige título de aptitud”.

Otro afirma que la popularidad enorme de Guillermo II no depende, ni ha dependido jamás, de otra cosa que de esa Prensa contra la cual se vuelve. Otro, por fin, dice muy grave que cuando un periodista es capaz de influir en la opinión pública, de removerla de fond en comble[2], sus tamaños tendrá.

No es, ciertamente, el primer reporter[3] analfabeto que llega, afirma el articulista, el que puede perturbar la paz del mundo.

Pero si con más calma se examina las palabras del Kaiser y nos despojamos por un momento de nuestro amor propio de periodistas, quizá convendremos en que aquel tiene razón, en que la lúcida vivacidad de su espíritu, le ha hecho ver, una vez más, la realidad de las cosas.

Un periódico, fuerza es confesarlo, influye en la opinión del mundo, no en razón de lo bien escrito, sino en razón de su circulación.

Un diario de gran circulación influirá siempre en la opinión del mundo, porque la opinión del mundo es la opinión de los más y determina esas oleadas terribles de pasiones y sentimientos que, llegado el caso, pueden provocar las grandes conflagraciones.

Un periódico bien escrito y de gran circulación es claro que habrá de influir más que uno de gran circulación, pero mal escrito; porque el primero influirá, asimismo, en la opinión de los doctos, de los menos, de las minorías dirigentes, y así lo abarcará todo; pero no se puede negar la aplastante influencia del periódico popular.

Por otra parte, dado este factor de la gran circulación, ¡qué poco se necesita, ciertamente, para alterar la paz del mundo! Basta que una agencia o un reporter malintencionados refieran inexactitudes, atribuyan a un país enemigo hechos falsos, actitudes vejatorias y despectivas, exageren la fuerza de una nación y la debilidad de otra. Y para hacer esto no se requiere ni talento. Cualquier tonto puede realizarlo, siempre que posea el incontrarrestable instrumento de un periódico de gran circulación.

Etc. etc., ...

Dada la cifra de tiro que alcanzan hoy en día los grandes diarios, no hay noticia ni juicio periodístico (bien o mal escritos) que puedan despreciarse, que no sean capaces de producir agitaciones y conflictos cuya importancia será análoga a la magnitud de la esfera de acción el periódico.

No está, pues, quizá lejano el momento en que una gran reglamentación internacional norme las condiciones y los requisitos merced a los cuales un hombre puede escribir en un gran diario.

Y si hemos de juzgar esta reglamentación por la importancia de Prensa, ella será muy rigurosa, a fin de que el acceso a esa formidable tribuna, desde la cual se puede remover el mundo, no esté permitido sino a hombres que tengan la plena conciencia de su responsabilidad y de la enorme trascendencia de sus actos.”” [4].
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* Subtítulo acotado por mí.


[1] Reprensión.

[2] De arriba abajo.

[3] Reportero o periodista.

[4] Tomado de Amado Nervo, Obras Completas, I , Crónicas de Europa, Aguilar, 1951.


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Manuel C. Martínez


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