Las cosas deben y pueden ser diferentes

Confieso que me emocionó la victoria electoral de Barack Obama como próximo presidente de los Estados Unidos; me hace albergar la esperanza de que las cosas puedan ser diferentes para todo el mundo. Creo que el pueblo de ese país se manifestó rotundamente por el cambio, no sólo de las siglas partidistas en la Casa Blanca, sino de los paradigmas que han caracterizado a la política estadounidense desde su fundación. Arriba a la presidencia un hombre que conoce de la marginación y la miseria; que en la piel lleva los estigmas de la discriminación. Llega un político que supo convocar al ciudadano común y lo convirtió en activista y contribuyente, lejos del financiamiento de los poderosos y de la política de los pasillos del poder. Destaca, por lo insólito, la participación entusiasta de la juventud, esa que parecía estar perdida entre el hedonismo consumista, ajena a cualquier forma de solidaridad.

Barack Obama ostenta credenciales que le hacen ser merecedor de confianza, por lo menos para el pueblo que lo eligió. Desde luego, su compromiso fundamental es con el bienestar de ese pueblo; el reto será lograr que ese bienestar no se continúe fincando en la expoliación de los otros pueblos del mundo y en la depredación del planeta. Hay una ventaja, los otros pueblos del mundo se están manifestando también por el cambio, en el sentido de ya no estar dispuestos a seguir siendo expoliados por los intereses imperiales de los yanquis y que también quieren creer en el cambio postulado por Obama.

El reto no es sencillo. El presidente de los Estados Unidos está sumamente acotado por el gran capital y, particularmente, por los negociantes de la guerra, que ya sabemos cómo se las gastan, plata o plomo es su consigna. Aunque la crítica situación de las finanzas internacionales, originada en los Estados Unidos, modifica positivamente la correlación de fuerzas. Pareciera que la sabiduría de la historia coloca al hombre idóneo en el momento preciso. Recuperar el bienestar “americano” pasa, necesariamente, por convertirlo en verdaderamente americano y mundial. El imperio está muerto. Se suicidó. Ojalá que no me equivoque.

Donde pareciera que la historia se quedó congelada es en las oficinas del gobierno espurio y en la escasa mentalidad del usurpador. Todavía llegó a San Salvador, a la desfalleciente Cumbre Iberoamericana, para insistir en su creencia en el dogma mercantilista, ahora vestido con el principio de que los latinoamericanos consumamos artículos latinoamericanos (cuando en México no consumimos los mexicanos) aunque sean elaborados por empresas transnacionales con sede en cualquier otro país extra regional. Su fórmula, ignorante de lo que pasa en el mundo, insiste en fincar el desarrollo en la inversión extranjera, cuando estamos viendo la crudeza del juego de los intereses del capital internacional. Árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza.

Para colmo de la irracionalidad, y sin dejar de ser lamentable el fallecimiento de quien fuera su entrañable amigo, el espurio pretende elevar al finado a la condición de héroe patrio por su entrega a la lucha por hacer de México un país mejor. Baste hacer referencia a la expresión del “socialista” Rodríguez Zapatero quien, a primera hora de este miércoles, expresó su pesar por la muerte de un gran amigo y colaborador de la España neocolonialista. Pronto aparecerá que el accidente fue provocado por el crimen organizado, que estaba resintiendo el vigor y la eficacia de la lucha que, en su contra, libraba el hoy occiso. Libre paso a la Rotonda de los Hombres Ilustres para el madrileño que llegó a ser Secretario de Gobernación.

Por su parte, y en apego a la realidad y a los intereses nacionales mexicanos, López Obrador relanza la lucha y la movilización para enfocarla al rescate de la economía popular, sin dejar de lado el mantenimiento de la estrecha vigilancia en el actuar de los responsables de la operación energética. Este martes entregó a la diputación del Frente Amplio Progresista la propuesta de presupuesto alternativo, en el que se plantea la reducción del gasto suntuario de la alta burocracia para dedicar el recurso público a la inversión en bienestar y en infraestructura. La idea, plasmada desde hace cuatro años en el Proyecto Alternativo de Nación, implica el fortalecimiento del mercado interno empleando el gasto público como detonador de la actividad económica, fórmula que hoy pondrá en boga el nuevo presidente de los Estados Unidos. La respuesta negativa de la nomenclatura prianista se da por descontada: a López Obrador habrá que “partirle el queso” (Fox dixit) lo que significa negar todo lo que él proponga. Pero aquí también el pueblo tiene las pilas puestas e insistirá en la lucha.

Por último, no puedo dejar de felicitar al tal Calderón porque su malhadada Alianza para la Calidad de la Educación está siendo copiada por el muy conspicuo Berlusconi, así como también felicitar al magisterio morelense, cuyos émulos italianos lograron una manifestación de más de dos millones de personas en rechazo a la política de privatización de la educación en aquellos lares. Para completar el cuadro, sólo falta que les enviemos a la Gordillo para corromper a los docentes.

Con todo, no pierdo el entusiasmo por la posibilidad de que el mundo dé un nuevo giro hacia un cambio trascendente, por la solidaridad y la justicia. Que así sea.

Coreo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx



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Gerardo Fernández Casanova


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