El agujero negro en la cabeza de Biden

Lo tenían cerquita y no lo sabían. Tanto esfuerzo científico, tanto dinero invertido buscando al enigmático Agujero Negro, para encontrarlo por mera casualidad, como sucede a muchos científicos, en el azar de sus estudios, en la cabeza del mismísimo Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.

Los científicos jugaban a la candelita y en la medida que hurgaban para encontrarlo, sus asistentes decían, frío, frío, cuando se alejaban y caliente, caliente, cuando se acercaban. Y pum, lo encontraron, donde menos se lo imaginaban, en la cabeza de Joe Biden.

Y lo dijo el mismo Biden, en conferencia en su cuenta Twitter: “Me quitaron la parte superior de la cabeza un par de veces para ver si tenía cerebro” y decimos que lo encontraron por casualidad, porque en verdad, al destaparle la cabeza al presidente norteamericano, lo que buscaban en realidad, eran indicios, de los que se corre entre bastidores y otros lugares de los Estados Unidos, y es que el presidente está incapacitado para gobernar por padecer de demencia.

De lo que encontraron sobre la demencia no se dijo nada, eso pasa a los archivos muertos de la CIA y del FBI, por que recuerden que si se informa que el presidente Biden está descerebrado, eso atenta contra la seguridad nacional de ese país, que es celosamente cuidada por los Altos Mandos Militares, al punto de que por eso espían a los que consideran enemigos y también a sus amigos y hasta, incluso, bombardean naciones y explotan con misiles de 400.000 dólares, globos que cuentan 12 dólares. No les importa lo invertido, ni el ridículo que pongan, pero así actúan, a la machimberra.

Pero volviendo al escrutinio de la cabeza de Biden, hay cosas que nunca se sabrán, pero otras se filtran. Al destapar la cabeza del Presidente, los científicos quedaron asombrados, no veían nada, el cerebro, si en verdad tenía, se le había esfumado, quisieron taparlo nuevamente, para no meterse en problemas, pero la curiosidad científica pudo más y resolvieron escrutar, hurgar, para resolver el misterio.

Claro, no había nada, un inmenso agujero negro había absorbido el ya deteriorado cerebro presidencial, lo que le quedaba eran restos de neuronas paralíticas que se mezclaban con tenues rayos de luz que a su vez revoloteaban provocando pequeños corto cirquitos que eran los que impulsaban el andar automático del presidente, lo que explicaba su constantes tropezones contra las escaleras de los aviones donde se monta y sus lapsus mentales cuando hace exposiciones públicas.

Los científicos se miraban las caras estupefactos, pero su curiosidad se acicateaba más, y casi que metiendo las narices en el cráneo abierto del Presidente, continuaban observando, jurungando y manipulando en esa especie y difusa nada.

A uno de ellos se le ocurrió meter la mano, sin mucho cuidado, porque en verdad, no había nada que estropear, porque lo que supuestamente pudo haber, ya no lo había. Otro dijo, sácala la mano y tomó una linterna, enfocó, pero la luz se perdía en el infinito del Agujero, estaban realmente desconcertados.

El Anestesista comentó, porque no alumbramos con un reflector de Alta Potencia y enfocamos un radar, como los que utilizamos en Irak, para buscar las Armas de Destrucción Masiva. Buena idea, con voz que retumbó en el Quirófano, dijo, el Jefe de Cirugía Mayor y comenzó la exploración a fondo.

Y continuaban y continuaban mirando, pero nada de nada. ¡Que no panda el cúnico¡, dijo otro de los asistentes imitando al Chavo, para que los investigadores no se desanimaran. De tanto dar y dar el Cirujano Mayor exclamó: Albricias, imitando al Capitán Maravilla, están viendo lo que yo veo, ya en ese momento, las narices de todo el cuerpo operatorio estaba en la cabeza aperturada del presidente, miren hacia allá.

Lo que vieron los dejó pasmados, estupefactos, atónitos, patidifusos. En el espacio que quedaba, donde en algún momento estuvo el llamado Tallo Cerebral, cómodamente sentadas, estaban dos cucarachas jugando Dominó. El mismo Alberto Einstein, se hubiese quedado patitieso por tal acontecimiento.

Sin pensarlo dos veces, el Jefe de Cirugía Mayor, sin averiguar cuál de las cucarachas tenía la Cochina, dijo: terminó el procedimiento no han visto nada, cero comentarios, suturen, apaguen las luces, desconecten el respirador y en una caja entreguen a la CIA, el informe, si es que hay algo que informar. Eran las tres de la tarde, la hora en que mataron a Lola.


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Jesús Sotillo Bolívar

Docente en la UCV

 jesussotillo45@gmail.com

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