Quién capta a quién

Se conoce, porque las encuestas reiteradamente así lo indican, que la
mayoría de los ciudadanos estadounidenses desearía tener relaciones de
amistad con Cuba no obstante el veneno que hace mas de medio siglo les
han estado inyectando los medios masivos de información.
Son muchos los que en Estados Unidos se preguntan la razón del bloqueo
económico y comercial impuesto al país vecino y para qué sirve a la
superpotencia la prohibición de viajar a Cuba que pesa sobre los
ciudadanos estadounidenses.

Es lamentable que no todos los que así piensan fundamenten sus
criterios en que esas políticas violan elementales normas de
convivencia humana y principios básicos del derecho internacional. Por
efecto de la propaganda hostil a Cuba son muchos los que solo ven el
asunto desde el punto de vista de lo que conviene a los intereses de
Estados Unidos, o a partir de consideraciones humanitarias.
John Layfield, un empresario que transmite su propio programa radial
de comentarios en la Internet, escribió el 9 de marzo último en la
cadena Fox Business que “nuestra política cubana es la perfecta
definición de una locura: hacer algo por más de cincuenta años
consecutivos –día por día, semana tras semana, año tras año, década
tras década- esperando siempre obtener un resultado distinto... ¿Qué
tiene Cuba que se nos hace imposible tomar decisiones decentes y
siempre tomamos decisiones equivocadas por motivos políticos?”
Es incuestionable que la gigantesca maquinaria desinformativa contra
la independencia de Cuba es responsable de que millones de
estadounidenses sigan creyendo que es la isla la que sufre una
exclusión a nivel global (que ya Washington no puede imponer), sin
advertir que es ahora la política anticubana de Estados Unidos la que
padece un profundo y creciente aislamiento.

Es raro encontrar un ciudadano estadounidense, incluso entre los que
logran incluirse en las licencias que otorga su gobierno para viajar a
Cuba, que esté informado de que cada año casi la totalidad de los más
de 190 gobiernos del mundo, con la sola excepción de Washington y
Tel-Aviv, votan en la Asamblea General de Naciones Unidas un
resolución de condena al bloqueo impuesto a Cuba.

Tanto el bloqueo económico y comercial, como la prohibición de viajar
a la isla vecina han tenido, a lo largo del medio siglo de su
imposición, atenuantes temporales fijadas de acuerdo con la
correlación de fuerzas en torno a los Presidentes de turno. Pero
siempre manteniendo inalterable el meollo de ambas políticas que
parece dictada por un súper gobierno que nadie ha elegido pero es el
que más manda.

Así, desde 2001, por efecto de una fuerte campaña del lobby agrícola
en el Congreso, apoyada por organizaciones humanitarias que destacaban
la sevicia de negar medicinas y alimentos a la población cubana, el
gobierno de Estados Unidos ha permitido que, previa engorrosa
tramitación burocrática para cada operación, se vendan a la isla
productos agrícolas en condiciones que no son propias de una relación
comercial normal. Cuba no puede exportar a EEUU y debe pagar sus
compras sin crédito, por adelantado y en efectivo, por lo que no se
trata de una relación de intercambio comercial verdadero o normal.
Cuba es la única nación del mundo a donde les está prohibido por su
propio gobierno viajar a los estadounidenses. Pueden hacerlo incluso a
países con los que la superpotencia ha tenido o tiene graves
conflictos como Vietnam, China, Corea del Norte, Irán o Birmania,
siempre que obtengan visas de esos estados.

Pero, quizás porque tal prohibición es violatoria de una libertad que
garantiza la Constitución, todos los presidentes que han tenido que
lidiar con esta restricción han sido propensos a dictar algunas
excepciones que han dado cierta flexibilidad a la medida. En no pocas
circunstancias lo han hecho argumentando la idea de que los contactos
entre ciudadanos de los dos países tributarán al propósito de socavar
el sistema político que se han dado los cubanos al acercarlos a través
de los visitantes a las bondades del capitalismo para debilitar en
ellos el aprecio por sus logros socialistas.

Naturalmente que, si este fuera verdaderamente el criterio del
gobierno de Estados Unidos, lo más lógico sería que levantara la
prohibición de los viajes de sus ciudadanos a Cuba para que del libre
cotejo de ideas entre los ciudadanos de ambos países y la
confrontación de sus respectivos sistemas económicos derivara lo que
es mejor para todos.

En Cuba nunca han existido dudas acerca de cual será el resultado de
una tal confrontación y el gobierno de la Isla ha apostado siempre por
la amistad con el pueblo de los Estados Unidos y unas relaciones
respetuosas en pie de igualdad. 

manuelyepe@gmail.com



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Manuel E. Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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