Ingenuidades socialistas

Hasta aquí hemos adoptado la teoría socialista con las ventajas tácticas que pueden conseguirse colocándose en ese punto de vista son, en realidad, lo bastante evidentes para explicar una actitud que, a primera vista, implica una actitud de espíritu sorprendente.

Revolucionarios a punto de ser socialistas ven como cualquier economista toda la debilidad de los argumentos marxistas y populares puede así admitir todo lo que crea que puede admitirse sin sacrificar las convicciones, porque lo que admite se refiere a una etapa histórica que por mucho que haya existido, esta ya muerta y sepultada, limitando su veredicto a las de las empresas que no están en competencia ni en el libre mercado del capitalismo moderno así como de la globalización al servicio del lucro no de los pueblos.

Idiotas los que quieren seguir confundidos, diciendo que el socialismo no hará mas que solucionar todos los problemas que el capitalismo no ha querido o podido. El himno de alabanza a las glorias milagrosas socialistas en donde es fácil prescindir de todas las cuestiones capitalistas, tales como el costo, la propiedad, la enferma estructura publica, pobreza y vivienda, o que todos los problemas se resolverían por camaradería ayudándonos con los dones que inagotables fluyan de los almacenes del gobierno.

Hay o no algo incoherente en la economía revolucionaria para saber como esta la lógica de la economía socialista, puesto que ninguna prueba de la solides de esta lógica convertirá nunca a nadie al socialismo, ni permitirá afirmar con seguridad que el socialismo es una proposición practicable, lista para solucionar los problemas. Una prueba de incoherencia lógica, incluso un fracaso al probar esa lógica económica en el proceso, bastaría para convencernos del absurdo que supone por la falta de convicción.

Hasta aquí, nos hemos procurado por la teoría socialista adaptada a resolver los problemas más inmediatos de la población excluida, escuchando siempre las ideas de Bolívar, definiciones por aquí y por allá, leyes para sujetar al socialismo humanista, bolivariano, proletario, obrero, cristiano, chavista, o cualquier otro. Hay muchas maneras de definir al socialismo, como lo que el socialismo significa para todos. Ahora hay que reparar este descuido.

Nuestra manera de ver el socialismo no es la mejor. A algunos puntos del mismo hay que prestarle mucha atención aun cuando nos acusen de pedantería. Estas y otras criticas a la propiedad privada, al burocratismo, la corrupción, a la falta de ideología social, a la inseguridad, algunas dudas propias por la falta de planificación, los hechos ciertos no tendrían mucho que oponer, a no ser que el gobierno podría partir del sistema de valores desarrollados por el capitalismo, lo que explicaría las dificultades practicas en estos años de proceso. De ninguna manera justificaría el atraso morboso para empezar a construir el socialismo.

Desde el punto de vista del gobierno, la industrialización, el transporte, la producción, y todas las operaciones que tienden a poner las mercancías en condiciones de venta no es mas que la combinación racional de los factores existentes dentro del mercantilismo, porque cambiamos un sistema privado por otro mixto, mas privado que publico, ya que la inflación especula los precios y el ahorro. Es decir, la producción…y la distribución del producto social son solo aspectos diferentes de un mismo proceso que afecta simultáneamente a esas dos corrientes que interactúan en el proceso.

La diferencia teórica entre una economía mercantilista y una socialista es que, en la última ya no debería ser así, porque los medias de producción ya no son evaluados por un mercado, y, lo que es mas importante, los principios de una sociedad socialista no permiten convertir esos valores en criterio de distribución. Aun cuando existiese una sociedad socialista. Estos son los puntos que hay que analizar si queremos ver un socialismo.

El vació tiene que llenarse mediante un acto político constituyendo la comunidad la constitución del pueblo dentro de la constitución nacional que ampara el carácter económico y cultural de la sociedad, de su comportamiento, de sus fines revolucionarios y de sus realizaciones sociales colectivas. Mientras continúen separadas de la producción, el carácter económico seguirá siendo arbitrario. Sin producción, es una ingenuidad pretender el socialismo.

La comunidad puede adoptar normas igualitarias en atribución de los muchos ideales igualitarios de los muchos conceptos socialistas, pero siempre y cuando admitamos desigualdades hasta el grado que deseemos, pues, los deseos de los camaradas también son individuales, también porque el gobierno, a la larga te da lo que desee, tiene y puede. Así será mientras no produzcamos lo nuestro, fuera del petróleo, terminar con la economía de puertos es una imperiosa necesidad socialista.

De lo contrario, a cada uno según sus necesidades, puede funcionar siempre y cuando desarrollemos una industria capas de producir lo nuestro para alimentarnos, vestirnos, con salud, educación y convicción moral colectiva producto del trabajo para satisfacer las necesidades de vivienda.

Sentido de responsabilidad para separar la ingenuidad, permitirá reconocer la comparación de un sistema que hemos vivido y un sistema que no es aun mas que una imagen mental, porque no podemos admitir que la experiencia rusa es una plena realización, o la China. No estamos para suposiciones aventuradas sin frustrar la esperanza revolucionaria por construir un socialismo.

Pero si no apartamos la ingenuidad corremos el riesgo de que mas allá del reino de los hechos, argumentos e impedimentos que tenemos que atravesar esta el reino de las profecías, de las convicciones y de las estimativas individuales, en el que no podemos entrar si lo que queremos es un sistema social.

Para lograrlo o al menos aumentar nuestras posibilidades de éxito, limitando estrictamente nuestro objetivo y reconociendo con franqueza las dificultades internas y las trampas políticas para debatirlas públicamente, nos encontraremos en el camino correcto apartados de la ingenuidad de los ofrecimientos producto de la demagogia politiquera.


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Raul Crespo


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