La vida es una porquería

Esta semana estaba preparando un artículo titulado "La guerra de dos modelos", pero algo dentro de mi pensadora me obligó a dejarlo de lado y escribir este, que evidentemente tiene mucho de personal. Sin embargo, estoy seguro de que algunos de mis lectores se sentirán identificados con mis planteamientos o reflexiones.

De joven creí en el arte, en la educación y en la ciencia en todo aquello que en cualquier otra región constituyen los pilares fundamentales para edificar un país. Estudié en el viejo Pedagógico de Caracas, hoy UPEL, en la especialidad de Física y Matemática y recién cumplí cincuenta años de graduado. Es por esto que con aquellos buenos maestros me empapé los modernos pensamientos pedagógicos de los hombres que contribuyeron con sus enseñanzas, sus libros sus teorías con el desarrollo de una moderna pedagogía. Fueron ellos los que legaron lo que hoy se conoce como la academia: escuelas, liceos y universidades. Además de esto me mantuve en contacto con notables doctos de los cuales aprendí algo de álgebra, análisis matemático, geometría analítica, cosmografía, Física, termodinámica, mecánica racional, entre tantas maravillas que me relacionaron con diversas disciplinas que servirían, a la postre, para trasmitirlas a mis alumnos. En el viejo Pedagógico situado en el Paraíso, cuya entrada estaba adornado con una hermosa escultura (la india del Paraíso) mis maestros humanistas me pusieron al tanto con las ideas de Aristóteles, Heráclito, Parménides, Freud, Jung y todos aquellos prohombre del pensamiento filosófico, de la sicología y de la sociología, quienes me ayudaron a comprender lo sucedido en el pasado, para entender el presente y tratar de descifrar algo del futuro. En aquella vetusta institución aprendí algo de electromagnetismo, de teoría de la relatividad, de física cuántica y conocí el legado de Euclides, de Maxwell, Gauss, Leiden, Oersted y otros, quienes dejaron tanto conocimiento para la posteridad y así construir lo que hoy se conoce la moderna tecnología de punta.

Me gradué y me desempeñé como profesor en casi todas las ramas de la educación: secundaria (ciclo básico y diversificado), educación de adulto, así como también en el sector Universitario. Con la certeza de que esto me daría para vivir y una vez, cuando las nieves adornaran mi cabeza o cuando la ausencia de cabello fuese testigo del largo camino recorrido, estaría preparado para vivir una vida tranquila, apacible, leyendo, escribiendo y escuchando música, vicios o entretenimientos que le dan sentido a mi vida.

Todo esto funcionó hasta cierto tiempo. Además de mis labores docentes, me dediqué a escribir libros de textos de matemática y de física para estudiantes de secundaria lo cual consintió vincularme con el mundo editorial. Esto contribuyó a obtener algunos ingresos que me coadyuvaron a realizar viajes por diversas partes del mundo. En el entendido que tales experiencias no son un lujo, sino una excelente experiencia para ampliar mi horizonte cultural. Sin intentar alguna comparación, Simón Bolívar desarrolló su pensamiento por el contacto que tuvo con Europa durante varios años. Además, esto fue posible, porque no tuve hijos, esto me ahorró en gastos, dado que estaba convencido y no me equivoqué, de no estar preparado para tener un heredero en un mundo cruel e inhumano como este.

Después de jubilado, como profesor asociado de la UPEL, me dediqué a la literatura, algo que me apasionó y me apasiona durante toda la vida. Así logré publicar unos quince libros en cuya narrativa se pueden encontrar novelas, cuentos y ensayos. La escritura de tales obras me permitió internarme en una acción creativa haciendo el ejercicio de Dios, inventando mundos y personajes.

Hoy por hoy, pareciera que todo aquello que construí durante muchos años se fue derrumbando paulatinamente y actualmente experimento sentimientos encontrados entre decepción, angustia y resignación. El peor de todos, es el último.

Cuando iba al mercado a cielo abierto, dado que no suelo ir al auto mercado porque trato de evitar el atraco de estos comerciantes bandidos, solía comprar un pollo entero y me sorprendía la destreza como la vendedora descuartizaba el ave. Debía estar atento porque la marchante se robaba el corazón y el hígado para venderlos aparte. Durante la espera sacaba la cuenta de la cantidad de piezas que esta descuartizadora podría vender en seis horas y antes de retirarme con mi compra, elucubraba sobre la ganancia de un día de la referida, esta debía ser igual a mi pensión que devengo durante un año. En oportunidades estaba seguro que esta marchante, no sabía lo que es una derivada, una integral, un espacio vectorial, mucho menos algo de conductismo, ni tampoco sobre el pensamiento aristotélico, de Platón y nada de Einstein quizás, sin menosprecio alguno, lo único que sabe es manejar la calculadora y el punto para cobrar.

Muchas veces, durante mis reflexiones pienso en las futuras generaciones, y no soy capaz de recomendarle a un joven que estudie en la universidad para ayudar con el progreso del país, tal como lo pensé yo. A mi pensadora me llega siempre la descuartizadora de pollo, sus ganancias y la miseria de pensión, además de los bonos del gobierno que cobro cada quincena. No es posible que una modelo de pasarela y un jugador de fútbol, gane más que un médico y mucho más que un agricultor que nos entrega los alimentos para vivir.

Ciertamente no voy a culpar al gobierno de lo que sucede, tanto a mi como muchos de mis colegas. En mi caso particular, todas las editoriales quebraron y actualmente nadie se atreve a editar dado el costo de la producción y tal como yo, muchos escritores con la ilusión de publicar un libro se ven frustrados.

No soy capaz de mentirle a un joven, dado que el mundo está sustentado sobre la mentira que nos legaron los malos, quienes construyeron esta aberración llamada mundo. La religión es una ficción, un negocio para captar ilusos; la política, un instrumento de los malos para apoderarse del poder para que un grupo de enriquezca; la ciencia sirve para que una serie de doctos trabajen para empresas para que sus dueños depreden la naturaleza y en peor de los casos, inventen armas para acabar con la humanidad. La educación no instruye a los jóvenes para la vida, no los enseña a ser productivos ni creativos, a lo sumo, los preparan para ser empleados de una empresa que los explotará por años. Después de viejo advertí que aquellas doctrinas que motivaron a millones de jóvenes, solo sirvieron para que nuevos malos asaltaran el poder, se enriquecieran y secuestraran aquellas ilusiones de algunos tontos como yo, quienes creímos en la palabra, sin embargo, esta se convirtió en el instrumento que utilizan algunos para engañar.

Al principio del artículo mencioné la angustia, ciertamente, vivo la inquietud de no poder comprar alimentos. Soy una persona saludable ya que he seguido los consejos de los sabios griegos. Concibo el alimento como una medicina y me da pavor enfermarme por carencia de nutrientes. También mencioné la decepción, indudablemente estoy desencantado, experimento un sabor amargo permanente en mi boca al pensar que todo los que construí creyendo en la verdad de mis viejos maestros que hoy se desmoronó. Así mismo, me niego a resignarme a morir de hambre porque mi educación no me enseñó a especular ni tampoco a robar, para que en momentos como este lograra superar el estado de derrota en el cual me encentro. Una pensión de dos millones de bolívares mensuales no cubre las necedades alimenticias de mi señora y yo, cuyo costo semanal es de tres millones de bolívares, solo en granos, vegetales y frutas, ya que ingerimos pocas proteínas.

No cabe duda que la rabia me carcome y más cuando en la pantalla veo al imbécil y ladrón de Juan Guaidó, al truhan Julio Borges, a la bandida Gabi Orellana, al vendepatria Carlos Vecchio, a la "experta petrolera" Delsa Solórzano y a esa cáfila de bandidos compartiendo por el mundo, gastando dinero robado a espuerta y que a pesar de los numerosos delitos no exista una justicia que los ponga detrás de las rejas.

Después de vivir tanto comprendí que la vida es una porquería, que son los bandidos y los malos los que gobiernan al mundo y de las riquezas del país solo recibimos migajas que nos alcanza para medio vivir. Mi señora y yo, quienes compartimos este estado de iniquidades, hemos llegado a la conclusión que no hay razones para vivir. El entusiasmo de la vida se nos aleja cuando vamos al automercado y comprendemos que solo el dinero resuelve, que las canciones, las oraciones, la poesía y toda esa monserga alienante que se escucha por televisión no sirve para un carajo. Si mi sueldo no me alcanza para comer, no puedo pensar en comprar un libro, en ir al cine o al teatro, a visitar un museo si mi carro se me dañó y no tengo dinero para repararlo y el pasaje cada vez lo aumenta los choferes de las camionetas. Esto no es vida, es una mierda.

Cuando acudo al autoemrcado siempre me acuerdo de las palabras de mi comandante Chávez: "El pueblo soberano debe transformarse en si mismo en el objeto y sujeto del poder. Esta opción no es negociable para los revolucionarios". Sin embargo, parece que el poder popular no sirve para enfrentar a los viles de comerciantes empeñados en matar de hambre a todo un pueblo. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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