¿Y qué le pasó al Plan de la Patria?

Desde hace unos meses, un par de años quizás, se instaló como tema de conversación la nueva apariencia magra, ajada y quijotesca, por no decir simplemente flaca, triste y débil de los amigos, como efecto de lo que popularmente se dio en llamar "la dieta Maduro". Comentábamos al respecto "¿y qué le pasó a Fulano?" sin reparar en que la misma pregunta valía respecto a nuestra propia facha algo menos que lamentable. Pues lo mismo cabe preguntar en relación al "Plan de la Patria", especialmente en estos momentos cuando supuestamente se está dando una discusión al respecto, en vista de una campaña electoral forzada, con slogan y todo, muy parecido por cierto al del MAS de los ochenta (¿se acuerdan: "Sí podemos, somos Más"?).

Seguramente para los expertos, eso nunca fue un plan, con todos los rasgos técnicos que éste debe tener. No conozco la opinión de, por ejemplo, Jorge Giordani, autor de varios libros relativos al tema. Como se sabe, hay distintas tendencias o "escuelas" de la disciplina de la planificación, aunque las principales, para mí, son las que se derivan de la fracasada experiencia soviética, la propuesta por los "desarrollistas" de la CEPAL y, en tercer lugar, la Planificación Estratégica Situacional elaborada por Carlos Matus, exministro de Allende. Pero, digamos que, más que un Plan técnicamente impecable, el "Plan de la Patria" es un documento político, propagandístico, de hecho nació siendo un programa electoral, una síntesis doctrinaria de lo que Chávez ofrecía en la campaña presidencial de 2012. Es una especie de manifiesto del chavismo, fundamental para entender la ideología de esa tendencia política. En ese sentido, considero que está plenamente vigente, pero por los deseos y aspiraciones que expresa, más que por las realizaciones que supuestamente se han avanzado.

Los cinco objetivos históricos, sobre todo, son los lineamientos básicos de cualquier militante de izquierda venezolano, sobre todo por lo que tienen de síntesis de distintas tradiciones de lucha del pueblo venezolano. Allí está todo, o casi todo: el patriotismo nacionalista, centrado en el culto de nuestros próceres, con el cual los únicos que podrían estar en desacuerdo serían los pitiyanquis rabiosos que escupen para arriba en su desprecio auto-racista, y que aparecen de vez en cuando en las encuestas apoyando alguna intervención extranjera. Está el objetivo de una sociedad más justa, solidaria y, sobre todo igualitaria, denominada "socialismo" con todo y la fórmula que Bolívar tomó de los utilitaristas de su época: "la mayor suma de felicidad posible" y que muchas veces se confunde con un keynesianismo normal, un populismo genérico y hasta con un sentido de la caridad de la doctrina social de la Iglesia; todo eso mezclado con algunos ecos de Marx y el Che. También está en el Plan la perspectiva de una profundización de la democracia, asumida por toda la izquierda después de haber sido anatematizada por la "ultra" de inspiración maoísta, en el MAS y el MIR de los setenta. Igual, se encuentra usted con la perspectiva de la integración latinoamericana con citas de Bolívar y, en el quinto objetivo histórico, hasta un atisbo de ecología, aunque con un alcance convencional de la ONU, o sea, el "desarrollo sostenible", formulado con una frase que hizo las delicias de los críticos adelantados del trumpismo: "salvar el Planeta".

Sería interesante precisar la continuidad de este Plan (que es el segundo "socialista", no hay que olvidarlo) con el anterior, pero mejor lo dejamos para un estudio más extenso. Tampoco entraré en el escolástico debate acerca de la eliminación de la frase acerca de terminar con "la lógica del capital", como si eso se pudiera hacer en seis o en doce años en tan solo un país. Más bien retomaré la reflexión acerca del estado del Plan. Empecemos por el primer objetivo, el de salvaguardar la independencia, la Patria.

Rogaría que asumiéramos que no somos muchachitos de 10 o 12 años, que se aprenden al caletre y recitan unas frases patrióticas, de acto cultural de escuela, para hacer una cuña manipuladora de TV, como esa que a veces pasan por ahí. ¿Es hoy Venezuela más independiente? Es bueno no equivocarnos, pero no en el sentido inquietante que toma esa advertencia en boca de ese pichón de fanático agitador y delator que aparece en la pantalla, sino que vayamos más allá de la compulsión propagandística y nos hagamos los interrogantes realmente pertinentes. Consideremos lo siguiente: ¿Controlamos realmente todo nuestro territorio, especialmente las fronteras, por donde hoy (y desde hace años) se cuela hasta 40% de los productos subsidiados por el gobierno, dicho por él mismo? ¿Hemos dilucidado aceptablemente los diferendos fronterizos con nuestros vecinos? ¿Acaso tenemos una economía que depende menos de la tecnología, las inversiones y los insumos del mercado internacional, más específicamente, de las empresas transnacionales que son la esencia del imperialismo? ¿Producimos los alimentos que comemos? ¿Dependemos o no, y cada vez más o menos, para sobrevivir de las importaciones? ¿Disponemos de potentes editoriales, de producciones televisivas y cinematográficas suficientes como para llenar las necesidades de un público nacional? ¿Cuántas decisiones de política económica no dependen de la pesadísima deuda externa que, de acuerdo a ciertos cálculos como los de Oly Millán, hoy equivalen a más del 100% de nuestro PIB? Y nuestros aliados ¿hemos sido suficientemente suspicaces y hábiles en la negociación con ellos? ¿De verdad quién se ha beneficiado más con las deudas chinas o rusas? ¿Hemos sido hábiles negociantes con nuestros aliados, especialmente los grandes como los nuevos aspirantes de la hegemonía mundial? ¿Y las relaciones con los países latinoamericanos, avanzamos de verdad a la integración? ¿Qué es hoy Latinoamérica o Venezuela en el juego geopolítico caracterizado por la pugna entre Eurasia (China y Rusia) y los Estados Unidos por el dominio mundial?

En cuanto al logro de la "mayor suma de felicidad posible", me ayudará el amable lector con las preguntas pertinentes: ¿cómo sigue la inflación y la escasez de medicinas? ¿Han disminuido o aumentado los riesgos de enfermedades contagiosas? ¿De verdad el CLAP es una solución al problema de la escasez (y hasta de la producción) y no un mecanismo parcial de racionamiento y control político? ¿Cómo está la nutrición del venezolano hoy en día? ¿Cuál es la situación de los hospitales y de la profesión médica en general? ¿Cómo están los servicios públicos? ¿Siguen los apagones, las suspensiones del agua? ¿Cómo es la calidad del agua que consumimos los venezolanos? ¿De verdad la Misión Vivienda significa una solución al problema de la vivienda? ¿Hay mayores niveles de respeto a vida, a las pertenencias, en el ciudadano común o la delincuencia reina en ámbitos para vez más grandes del territorio nacional?

En cuanto a la geopolítica, actividad o saber del cual parece que hay muchos aficionados en este país, ¿el reacomodo en el sistema mundo capitalista de verdad beneficia a una política más independiente? ¿Marchamos a un mundo pluripolar o a una nueva Guerra Fría? ¿Es imperialismo, varios imperialismos o fracturas o decadencia en el imperialismo lo que estamos viviendo? ¿Qué rol juega América Latina en esta nueva situación? ¿Nos integramos más, como un bloque de poder, o más bien estamos más dispersos que nunca, o de nuevo ha retomado su poderío el imperialismo norteamericano?

Finalmente, habría que hacerse las preguntas pertinentes en cuanto al quinto objetivo histórico "Salvar al Planeta". Pero mejor remito al lector a todo lo que han publicado los compañeros y compañeras de la Plataforma contra la explotación del Arco Minero, con sus denuncias del ecocidio implícito de las negociaciones del estado venezolano en toda esa amplia franja del territorio nacional.

Luego de reflexionar sobre estos interrogantes, qué hay que decir. Nada: que el "Plan de la Patria" luce tan golpeado como uno, los amigos enflaquecidos o nuestra hermana, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Hemos retrocedido en todos los niveles. No hay objetivo histórico que haya salido ileso de estos años. Es responsabilidad de todos nosotros, asumir que todavía está vigente ese Plan precisamente como lo que es: un manifiesto, un documento doctrinario, un conjunto sistematizado de aspiraciones. Hay que retomar esas grandes orientaciones casi que desde el principio. Que nadie se equivoque.



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Jesús Puerta


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