Hannibal Lester, Kasparov y los OLP

“Hannibal Lecter: Primeros principios, Clarice. Lee a Marco Aurelio. De cada hecho pregúntate: ¿qué es en sí mismo? ¿Cuál es su naturaleza? ¿A qué se dedica ese hombre al que buscas?

Clarice Starling: mata mujeres

Hannibal Lecter: No! Eso es totalmente accidental. ¿Qué es lo primero y principal en su vida? ¿Qué le lleva a matar?

Clarice Starling: furia, resentimiento social, frustración sexual...

Hannibal Lecter: ¡No! La codicia. Esa es su naturaleza. ¿Cómo empezamos a codiciar, Clarice? Porque vemos cosas que podemos codiciar. Piénsalo”.

“El Silencio de los Inocentes” de Jonathan Demme, 1991.

Codiciamos lo que vemos cada día y codiciamos cualquier tipo de cosas, dice Lester: la mujer del vecino, su riqueza, su estilo, sus carros, sus joyas, su perfume, el cochecito donde pasea a su nenita, sus zapatos, digo yo. Y este  vecino no es necesariamente el de la puerta de al lado. El vecino suele estar dentro de la pantalla de televisión; puede ser nuestro jefe en el trabajo; los y las modelos de nuestra revista favorita de farándula y de moda, la reina Sofía, las actrices y actores famosos de cine y TV; hasta los asesinos en serie y los criminales más buscados podemos codiciarlos, porque prácticamente los vemos todos los días en TV, en Insta Gram, en Facebook, etc. No nada más nos hacemos sus vecinos sino que nos hacemos sus amigos por el Tuiter… Esa es nuestra cotidianidad de vida. No hay una razón para no codiciar tanta mierda si la tenemos en nuestras casas todos los días y a toda hora.

Pero, el crimen, consecuencia directa de esa codicia, no deja de ser violación de unaLey. No deja de ser un hecho cultural e histórico. La inquisición con todos sus obispos, sin excepción, hoy día estaría encerrada en una carcel de por vida, por criminales. Los juicios sumariales se consideran ahora una clara violación de los derechos humanos. Sin embargo, estuvieron dentro de la ley, perfectamente válidos hasta hace muy pocos años en nuestro sistema judicial. Además de haber sido perfectamente normales en los años de dictaduras, sobre todo en el llamado Cono Sur: Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.

La inquisición condenaba a los pecadores y blasfemos, pero sabemos que la razón principal de para castigar, torturar y ahorcar o llevar a la hoguera a una persona siempre era política, por razones de poder. Por otra parte, las motivaciones más recurrentes detrás de un crimen, antes y después, siempre fueron el hambre, la venganza, los celos, el amor (típica motivación del suicidio, es el caso del Joven Werther), y el oro, el dinero, la riqueza material. La mayoría son pasionales, pero la primera y la última están atravesadas por la codicia.

Ahora ¿Quién puede decir que detrás del crimen no se esconde, además de la codicia y la maldad (una  o la otra… o las dos a la vez),  el talento? Si detrás de cada crimen de codicia no hubiera talento no existiera la criminología, las técnicas de investigación criminal, la psicología criminal, etc. Hay un correlativo psicológico del investigador policial  en el criminal. Hay en cada crimen y su investigación criminal una Seria Partida de Ajedrez, “Ahí empezamos a ver la influencia de la psicología individual y cómo nuestra decisiones expresan nuestra estructura emocional, lo que llamamos el estilo de un jugador de ajedrez”, dice Garry Kasparov. Pensar que la presencia policial es un verdadero obstáculo para el criminal es una tontería. Más bien es un reto. El criminal, o mejor dicho, el codicioso, en fin, el que se propone alcanzar algo con inteligencia lo logra casi siempre, si no siempre, y mucho más cuando toda la sociedad es su complice. No hay ley que lo detenga y no hay presencia policial que lo amilane, sea este el descuartizador de La Candelaria, pasando por los ladrones de alcantarillas y tendidos eléctricos o un simple buhonero bachaquero de Petare.

Quizás lo único que los pueda detener a todos es el convencimiento de que no vale la pena codiciar lo intangible que hay detrás del dinero y la riqueza material. De darle razones sagradas para la vida para que no sigan persiguiendo fantasmas. Para eso es la revolución fértil.

Ahora que, en cuanto a codiciar el poder y el libre uso de la fuerza, eso ya es harina de otro costal. Apropiándome de palabras escritas por alguien más, resulta que, “a falta de un valor superior que oriente la acción uno se dirigirá en el sentido de la eficacia inmediata. No siendo nada verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte (el más violento). El mundo no se dividirá en justos e injustos sino en amos y esclavos. Así… en el centro de la negación y el nihilismo, el asesinato tiene su lugar privilegiado”. Esta reflexión la tomé de Albert Camus, para dejar el misterio.

Creo que es un buen argumento para que comencemos a recuperar los valores fundamentales de la revolución y dejemos de atravesarles en el camino más fuerza “bruta” a los que hasta ahora se han conducido más “fuertes” y más inteligentes. Si seguimos así, muchos terminaremos esclavos de la violencia y el crimen, a discreción. Es tiempo de atacar la causa moral que nos esclaviza a El cumular cosas materiales, y codiciarlas. Es tiempo de reorientar la guerra y usar nuestra fuerza, pero usarla como fuerza moral, que puede llegar a ser violenta o no, pero motivada por razones superiores, morales, sagradas, socialistas. Y orientarla hacia nuestro verdadero enemigo moral, militar y político, la burguesa capitalista y sus antivalores, al capitalismo violento de sí, negador  de la vida y de espíritu nihilista.

Quizá así tengamos más puntería en el tiro y le demos al enemigo y no a nuestra propia gente, como “daños colaterales”, como está pasando ahora. Y eso pasa cuando una revolución estéril no aguanta presión. Terminan pagando los platos rotos los mismos de siempre: sí te robas una la tapa de una tanquilla de la electricidad, vas preso, pero olvídate de quien paga por ella. Si pasas por la frontera un camión lleno de harina, puedes ir preso, pero el que te la vendió, no. Si vives en Petare corres el riesgo de que te lleven en una redadas de las de ahora, pero si eres un ladrón de carros, bachaquero, estafador, acaparador, proxeneta,  descuartizador y similares,  y vives en los Palos Grandes, puedes estar tranquilo, no te tocarán ni con el pétalo de una rosa. Estas nuevas redadas, las cuales me las conozco de memoria, siguen siendo las mismas del pasado, y su carácter, además de fascista es clasista.

Aquellos que ahora cuestionan y se burlan con sarcasmo del Defensor del Pueblo, solo por exigir que se apeguen a la constitución, a las leyes y procedimientos a los alcaldes fascistoides, que vistieron de naranja a los llamados bachaqueros como presos de Guantánamo, no conocen de redadas y de abusos, solo piensan en sus propios intereses demagógicos y en su tranquilidad clasemedia. No saben de sufrir violencia del Estado, solo por ser pobre y vivir en zonas donde se cultiva la codicia y la violencia social. No saben de eso. Pero el caso es que hacer eso hoy, en medio de una supuesta revolución socialista, más que una contradicción, es un síntoma político, un mal presagio. No solo se desdibuja la revolución sino que se siente el clasismo, el retroceso, vientos de pérdida y extravío. Volvemos a estar a la merced del más fuerte.

La razón y lo racional está cada vez más aplastado por un pulsar entre piratas, entre iguales en irracionalidades. La falta de inteligencia para abordar el problema de la supuesta guerra económica de los más pendejos, la falta de inteligencia policial y política para castigar a los verdaderos criminales, la falta de contacto con la realidad está dejando el espacio libre a la fuerza bruta y a la brutalidad en todos sus sentidos.

Apoyo al Defensor del Pueblo en su solicitud. Y La Cava, ese oportunista pequeñoburgués, hay que llevarlo a la Asamblea Nacional y explique qué por qué hizo lo que hizo, a quienes uniformó y por qué delito, que rinda cuenta de sus actos fascistoides.



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Héctor Baíz

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