¿Qué es una revolución? Que alguien me explique

Para aquellos lectores que siguen mis artículos de una forma regular, y a los cuales estoy muy agradecido por el honor inmerecido que me conceden, ya estarán acostumbrados al estilo de mis escritos, en los cuales siempre intento unir lo teórico con el análisis crítico del proceso que hoy se vive en Venezuela. Creo que esta línea que me he trazado ha dado sus frutos, y me percaté de su importancia cuando escribí hace mucho tiempo ya un artículo que titulé ¿Es el socialismo un modo de producción? (http://www.aporrea.org/ideologia/a32595.html), el cual ya lleva más de 12.000 visitas, y se sigue leyendo. En verdad, jamás imaginé que ese artículo en particular fuera a ser tan leído, debido a que el mismo no versaba sobre algún hecho puntual y de moda en el acontecer político venezolano. Esto me demostró que hay mucha gente interesada en escudriñar en la esencia de los fenómenos.

Hoy, he fijado mi vista en el concepto REVOLUCIÓN, y posiblemente, debí hacerlo mucho antes, pues como todos sabemos la palabra la escuchamos a diario y varias veces en un día, y nos encontramos con gente que se autocalifica de revolucionario a cada rato. Es curioso, pero es más frecuente que la gente se califique a sí misma de revolucionario a que otras personas lo hagan, y por supuesto, está la competencia de quien es más revolucionario. Y si hablamos de revolución no podemos dejar de oír su contrario, la contrarrevolución, y las hordas contrarrevolucionarias.

A pesar de lo anterior, estoy seguro que si hacemos una encuesta para saber que entiende la gente por revolución, y por supuesto, a los autodenominados revolucionarios, nos encontraremos que tal vez muy pocos tienen una idea acertada de donde viene el término revolución. También, me pasó a mí, y decidí que era tiempo de leer acerca del tema y empaparme de sabiduría.

Lo que encontré  en mis lecturas fue que el término revolución corresponde a la era moderna, es un fenómeno relativamente nuevo. De la lectura de un escrito titulado “Sobre la revolución” de Hanna Arendt, me gustó una anécdota que cuenta acerca del rey Luis XVI. Su secretario privado llega a comunicarle que las masas enfurecidas avanzan hacia Versalles y que el ejército ha desertado, el rey le dice - entonces estamos frente a una revuelta – y el secretario le responde – no majestad, estamos frente a una revolución.

Antes del advenimiento de la era moderna, y hablamos de antes del siglo XVIII, lo que había existido eran revueltas, para restituir una situación anterior, como en el caso de los bárbaros nórdicos contra los romanos, guerras de liberación para volver al estado natural de las cosas; o bien guerras de dominación como las realizadas por los romanos.

Es en la era moderna en que nace el concepto de revolución con las características que hoy le concedemos al fenómeno. En primer lugar, la revolución significa la creación de algo nuevo, distinto a todo lo anterior. La novedad está en la esencia de la revolución, por eso, que algunos famosos revolucionarios han visto la revolución como el acto de parir o de nacer, hasta del propio Presidente Chávez hemos escuchado algo así como “la nueva sociedad que está naciendo, pero que no termina de nacer, y la vieja sociedad que no termina de morir”. He aquí algo importante y trascendental, toda revolución es  a la vez muerte y resurrección de la sociedad pero en otro plano, esto la distancia de las posiciones políticas que buscan una evolución en lo político, donde la sociedad se va transformando lentamente y no existe la necesidad de la muerte de un orden de cosas, para que la sociedad avance en el camino de la libertad y la justicia. Punto de vista que le es adjudicado a la socialdemocracia o al socialcristianismo.

Cuando hablamos de muerte y resurrección, hay quienes ven en toda revolución una herencia del cristianismo, “bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos”, una versión secular de la búsqueda del paraíso, que para los revolucionarios no está en los cielos, sino que puede alcanzarse en la Tierra. La verdad es que me he topado con muchos revolucionarios, que me han hablado de que los socialistas debemos aferrarnos a la utopía de una sociedad igualitaria y justa que algún día se lograría, y lo han hecho casi con una fe religiosa. También, podemos ver este misticismo cuasi religioso en lo que profesaba el Che en lo que se refiere al hombre nuevo, trabajador, luchador, generoso, desprendido, valiente, sin egoísmos ni bajas pasiones, dispuesto a dar la vida por la revolución. Como he dicho muchas veces, ese no es un hombre, es un ángel, ese hombre nuevo es Jesucristo resucitado en cada hombre, aquel que se sacrificó por la humanidad, por los hombres imperfectos. Los revolucionarios deben estar dispuestos a subir a la cruz para que algún día reine en la Tierra el paraíso de la igualdad y la justicia. También, sabemos que los cristianos y casi todas las religiones pregonan la vida eterna, la vida después de la muerte, las revoluciones se venden de esa forma como la vida después de la muerte y para los revolucionarios, la revolución llega para quedarse por siempre. El Presidente Chávez lo dice en estos términos, “el vivir viviendo” del pueblo, para contrastarlo con lo que había antes, que era “la muerte en vida”

Todo lo anterior, también ha quedado reflejado en palabras del propio Presidente y destacados voceros del gobierno, aseveraciones como que “Cristo fue el primer socialista”, o “esta revolución tiene una profunda inspiración cristiana”.

Como podemos ver el concepto de revolución si aceptamos sus orígenes cristianos, persigue la libertad y la igualdad. Por ahí, encontré que el revolucionario francés Condorcet decía algo así como que “la palabra revolución puede aplicarse únicamente a aquellas cuyo objetivo es la libertad”. Por lo tanto, nada de raro tiene que el lema que simbolizó a la Revolución Francesa, inspiradora de todas las posteriores, haya sido Liberté, Egalité et Fraternité. La Revolución Francesa puso el acento en lo social, dando origen a la declaración universal de los derechos del hombre, y las que le siguieron hicieron lo mismo. La razón es muy simple, la Revolución Francesa se dio en el marco de una Francia depauperada y hambrienta, y las que la siguieron también se dieron en países hambreados.

Cabe destacar el hecho de que antes de la francesa ocurrió la revolución americana, que dio nacimiento a los Estados Unidos, una revolución que instauró  también una nueva era, que reemplazó el dominio colonial inglés por una república y que estableció una constitución y un sistema político estable que hasta el sol de hoy sigue en pie, lo que no ocurrió con la Revolución Francesa. La explicación posiblemente la encontremos en que la realidad económica de América anglosajona era muy diferente a la europea, en la primera, no había masas hambreadas que deambulaban por las calles en busca de un mendrugo de pan.

Ahora bien, hasta los momentos se me ha escapado hacer referencia a un elemento sustancial de una revolución, sin éste, es difícil calificar a una revolución de tal, y este elemento no es otro que la violencia. Todos sabemos, en particular, quienes hemos sido marxistas alguna vez o quienes lo siguen siendo, que hasta la llegada de Allende al gobierno nadie de la izquierda creía que era posible acceder al poder por la vía de los votos, todos estábamos convencidos que la única vía era la insurrección armada, había que seguir el ejemplo de Cuba. Era tan poderosa esta idea, que acá en Venezuela se intentó esa vía y también en otros países latinoamericanos. Detrás de esta idea está la concepción de que la revolución es algo nuevo, que para nacer algo debe morir, y aquello que debe morir, el viejo estado de cosas, se resistirá ferozmente, claro a nadie le gusta morir. Por lo tanto, la violencia es ineludible y consustancial a la revolución.

Así es, que la violencia la vemos en todas las revoluciones, la francesa, la norteamericana, la sudamericana, la rusa, la china y la cubana. Llama la atención que a la insurrección que tumbó a la Unión Soviética y a los países comunistas del este de Europa no se le llame revolución, tal vez, porque el nivel de violencia fue relativamente poco y de corta duración, también, porque se trató de una insurrección para restablecer una situación anterior a la revolución comunista.

Este punto de la violencia creo que ha sido particularmente incómodo para la revolución bolivariana, una revolución que llega por la vía de los votos, posibilitada por un sistema democrático, que mal que bien demostró serlo, al permitir que el candidato Chávez llegara al poder. A esta revolución le ha faltado el componente heroico en su ascensión al poder, ese retratado en la película de Eisenstein cuando los bolcheviques asaltan el palacio de invierno bajo el comando de un Lenin que grita es ahora o nunca, o las imágenes de un Fidel entrando en la Habana blandiendo un fusil, o la gran marcha de Mao. Si definitivamente, eso faltaba. De alguna manera, se ha querido conectar el triunfo del Presidente Chávez con los sucesos de 1989, pero ese no fue un movimiento organizado en pos de libertad y justicia social, fue una explosión de ira popular que terminó en saqueos. También, se le ha querido dar esa connotación heroica al levantamiento militar del 92, pero tampoco sirve mucho, porque fue un golpe de estado sin participación del pueblo.

Es así  como pasan los años desde 1998 al 2002, sin que se escuche mucho la palabra revolución, incluso muchos sectores de izquierda ven con recelo el proceso por su carácter reformista. Sin embargo, en el 2002, la oposición política al proceso comete un acto de estupidez mayúsculo y cree que es factible tumbar el gobierno por la transitada vía latinoamericana del golpe de estado. Unos generales de escritorio creen que es posible forzar la renuncia del Presidente y fallan miserablemente en su intentona. La miopía de la oposición la lleva a prácticamente a un suicidio político, cuando por la vía de una huelga general pretende lograr lo que no pudo por la vía del golpe. También, fracasa miserablemente, pero la mesa ha quedado servida, y la sirvió la oposición. Ahora si, el proceso bolivariano ha sido bautizado con sangre, ahora si podemos hablar de contrarrevolución, algo que faltaba por decir, para que exista revolución debe haber una contrarrevolución.

Todos vemos que es a partir del 2002, que la palabra revolución empieza a sonar con mayor frecuencia y más fuerte, es a partir de ahí, que comienza una profundización del proceso, comienza un intento de transformación profunda de las estructuras políticas, una transformación que esté en sintonía con la definición de una revolución socialista. Algo que jamás sabremos, pero que creo que pudo darse, es que el proceso bolivariano tal vez no se habría profundizado, si la oposición no le hubiera servido en bandeja de plata los elementos necesarios para calificarse de auténticamente revolucionario, la oposición fue el cura que le echó el agua bendita en su bautizo, de ahora en adelante serás conocido como revolución bolivariana.

Ya bautizada como revolución bolivariana, debe enterrar el viejo orden de cosas, barrer la contrarrevolución, parir una nueva república, pero ésta tiene que tener apellido para diferenciarse, debe ser una república socialista. De allí viene el intento fallido de reformar la joven Constitución Bolivariana, debe quedar refrendado en ésta, el carácter socialista de la nueva república como símbolo del alumbramiento de una nueva era. En Cuba lo hicieron así, y en general, en el llamado mundo socialista de otrora. Algo así como que el niño ha nacido, pero aún no se ha escrito su nombre en el libro del registro civil, las revoluciones requieren de la sangre al parecer, pero también de la tinta.

Quienes apoyan el proceso de una manera radical y fervorosa, lo ven como algo concebido para la eternidad, pero quizás haya que pensarlo dos veces, primero porque la Revolución Francesa finalmente dio lugar a la dictadura de Napoleón y la restauración de la monarquía, para luego volver a la República, pero una en que el lema de liberté, egalité et fraternité quedó muy devaluado. En segundo lugar, por lo sucedido con las revoluciones socialistas, en donde ha habido un proceso de restauración, hoy la bandera rusa ha vuelto a ser la de los zares, y la democracia rusa tiene mucho del autoritarismo de aquellos. En el plano económico, se ha vuelto la mirada al capitalismo, y el que se practica es el más salvaje de todos, uno que ya no se ve en la Europa occidental, y hasta quizás en los Estados Unidos.

Mi posición expresada en otros artículos es que soy escéptico respecto a la instauración de modelos políticos que perduren para siempre, si revisamos la historia pareciera ser que ninguno ha durado el tiempo que predijo que duraría, ni el Imperio de Alejandro, ni el romano, ni el Reich de los mil años de Hitler. Además, creo que no hay ni habrá paraíso en la Tierra, donde exista una igualdad perfecta entre los hombres, y donde reine la más absoluta justicia. Creo que avanzamos a tientas buscando ese mundo que es como la liebre que les ponen delante a los galgos para que la persigan, y los pobres creen que lo harán. Creo que la historia avanza y retrocede y vuelve a avanzar en un ciclo interminable e irresistible, no creo que nadie sepa a ciencia cierta el destino de la humanidad, a que puerto llegaremos, sólo nos queda disfrutar de la travesía si podemos, esperar tener buen tiempo y colocar el timón rumbo a lo que creemos que debe ser nuestro destino. Acaso no fue Marx quien dijo que la historia se repetía unas veces como tragedia y otras como comedia. Y aquí quiero irme a la definición astronómica de la palabra revolución, antes que se la llevara al plano de la política, revolución es un movimiento rotatorio regular de las estrellas, sometido a leyes, un movimiento irresistible. La idea es que se trata de ciclos y quizás así debamos ver las revoluciones sociales, como ciclos irresistibles que se abren y se cierran, y que arrastran a los hombres de tiempo en tiempo.
 

htorresn@gmail.com



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Hernán Luis Torres Núñez


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